Este jueves finalizó la quijotada gubernamental y de la Federación Colombiana de Fútbol, al ser elegidas Australia y Nueva Zelanda como sedes conjuntas del Mundial 2023, afortunadamente se hizo justicia y fue seleccionada la candidatura más idónea. Para propios y extraños, nuestro país está lejísimos de ser sede de un torneo global de la categoría mayores, no tenemos infraestructura, además que social y sanitariamente, la pandemia nos está poniendo en nuestras justas y frágiles proporciones.
Independientemente de la aspiración, cuando se conoció el resultado de las evaluaciones de los expertos de FIFA, siendo Colombia la de peor puntuación en todos los factores (2,8 en el global) , se debería haber tenido un poco de dignidad y haber declinado la candidatura como ya lo había hecho Japón y Brasil y habernos evitado la paliza que nos llevamos en las votaciones, que no fue peor, gracias a que la UEFA, en cabeza de Aleksander Čeferin (contradictor del presidente de la FIFA) votó a favor nuestro, pero que no pareció por mérito, sino más bien por llevarle la contraria al ente rector del fútbol mundial.
Me gustó mucho que nos hayan puesto en el lugar que pertenecemos, que le bajaran el ego a la candidatura de nuestros dirigentes y del presidente, esa que estaba ajena a nuestra realidad, mostrando al país con una liga Femenina consolidada, con altos índices de asistencia y con unos escenarios a la misma altura. Para redondear el folclorismo, días antes de la elección, la Federación Colombiana envió una carta a FIFA en donde exigió objetividad en puntos de análisis como seguridad y salud.
En respuesta a la misiva, FIFA argumentó con respecto al factor seguridad que “comparte la opinión sobre la gran mejora de la situación en Colombia, como refleja el informe, pero precisa que las fuentes consultadas por los expertos indican un elevado nivel de riesgo en comparación con las otras candidaturas. Igualmente incide en que la candidatura de Colombia no presentó las garantías gubernamentales en materia de seguridad”.
Y con respecto al factor salud, servicios médicos y control de dopaje “pese a existir centros de atención sanitaria a distancia razonable de las instalaciones, al evaluar los riesgos de contraer enfermedades infecciosas los pacientes con cuadros graves podrían requerir la evacuación a otro país”.
Creo que el análisis de expertos más objetivo no pudo ser, Colombia sigue siendo uno de los países más violentos del mundo y lo que muestra la pandemia del coronavirus en temas de servicios médicos, es que ciudades que aspiraban a ser sede, como Bogotá, Cali y Barranquilla, están a punto de colapsar, donde los médicos no tienen garantías para ejercer con seguridad su labor y tienen unas condiciones laborales muy distantes a la importante labor que desempeñan.
La gran conclusión de todo esto, es que lo sucedido con la no elección de Colombia como sede del Mundial Femenino del 2023, es un llamado a la sensatez, pareciera que el estado y los dirigentes vivieran en un país fantasioso, sin problemas, sin unas marcadas brechas sociales y donde el fútbol femenino no es un torneo organizado, los salarios de las deportistas son bajos y temporales, en tiempos de pandemia han sido prácticamente invisibles para los equipos y para el estado, sin tener en cuenta sus destacadas actuaciones, su alto grado de compromiso y profesionalismo.
Juan Felipe Rengifo