La Constituyente, ¡otra vez, no ¡

Me rehusaba a creer que fuera verdad que el señor presidente de la Republica propusiera una constituyente, no le daba crédito, asumí que era una falsa noticia de las muchas que la gritona y floja oposición suelen filtrar para sus shows mediáticos, máxime, cuando desde esa orilla han sido quienes más han querido modificar nuestra garantista y liberal constitución de 1991, que defendemos a ultranza.

Y es que han sido las fuerzas retardatarias las que siempre han querido modificar nuestra carta superior, no les gusta un sistema donde el estado intervenga, equilibre y la propiedad privada sea una función social como la definió desde la reforma del 36 el maestro Darío Echandía. En varias oportunidades lo han intentado, sin embargo, el mismo sistema de contrafuerzas constitucional lo ha impedido.

Lo intentaron con el referéndum de Uribe, rechazado en las urnas por el pueblo y otras tantas rechazadas por la Corte Constitucional, como la prisión perpetua o la segunda reelección de Uribe y también con la reforma a la justicia, que pedía una super corte, para evitar el juzgamiento de Uribe, irrefutables muestras de algunas de dichas reformas constitucionales detenidas en su proceso.

Nuestra hoja de ruta fundamental, ha sido sometida nada más y nada menos que a 681 propuestas de modificación desde 1992, casi que 80 propuestas por legislatura, solo lo han logrado en 45 oportunidades de los 57 actos legislativos que se han presentado para reformarla y por fortuna, realmente significativos son pocos, no son de fondo o estructurales, sino del orden administrativo, como crear distritos o zonas metropolitanas, nada que afecte el núcleo esencial.

Podríamos decir que son; la prohibición de la extradición, el ingreso de la competencia de la C.P.I. al bloque de constitucionalidad, los periodos de 4 años para autoridades regionales elegidas por voto popular, el voto preferente, el sistema general de pensiones, regalías y el sistema J.E.P., las únicas reformas estructurales vigentes, pues si bien la reelección presidencial, una figura aprobada que alteraba el diseño original de frenos y contrapesos, fue finalmente abolida, en buena hora, en el gobierno de Juan Manuel Santos.

Las propuestas de constituyentes, que valga la pena decir, son como las guerras, uno sabe cómo inician, pero no como terminan, suelen ser utilizadas en dos sentidos; uno, para abrir un frente de debate en donde el país se distrae hablando y opinando, mientras que los gobiernos toman un respiro contra las oposiciones o medios de comunicación que los tienen contra las cuerdas.

Otro, cuando al no haber paso a las reformas, al no hacerse el cambio de reglas en el congreso al querer del gobierno de turno, entonces se creen el cuento de sus aduladores que les entonan jácaras y folías sirenescas, que los envilecen haciéndoles creer que son todo poderosos y que son las mayorías leviatánicas las que los ungieron.

Los hacen otear, falsamente, que la barahúnda esquinera, es en su apoyo y no en su rechazo, por lo tanto pueden seguirse entregando al zarambeque e izar la bandera de la causa gubernamental con la suficiente vocería para pedir constituyentes, como si el pueblo les hubiese autorizado u otorgado patentes de corso por el solo hecho de haberlos elegido a ocupar el solio de Bolívar, olvidando que por mandato y diseño constitucional al pueblo no lo representan los presidentes, sino el congreso en pleno.

Pasó con Uribe y ¡oh cosa lamentable ¡, pasa ahora con Petro, por ello, como rechazamos la propuesta de constituyente hecha por aquel, ahora debemos rechazar con contundencia la que presenta este gobierno, que si bien, en buena medida viene haciendo unos cambios importantes en materia de inflación y política monetaria, en materia de producción agropecuaria, transición energética y protección del medio ambiente, no puede ahora venir a cambiar las reglas de juego a mitad de partido, eso no se vale, eso es ser tramposo.

El gobierno actual se eligió conociendo como pocos, el andamiaje institucional, el sistema como tal y desde adentro, Petro fue congresista por muchos años, sabia y conocía como iba a ser el juego, si quería cambiar la constitución, debió tener la gallardía y la valentía de decirlo en su campaña, no firmar actas en mármol para engañar a los electores como lo hace ahora a posteriori.

Él conocía de antemano los problemas del Estado y si no le servía la constitución que tanto han dicho, “ayudó a crear”, disque cuando fue “constituyente”, cosa que aún no se ha podido establecer o demostrar, pues ha debido plantearlo al constituyente primario, sin ases bajo la manga, sin cortapisas, sin mentiras, al estilo Chávez, que de frente siempre lo dijo y de hecho fue su caballo de batalla, llegar al poder para cambiar la constitución Betancourt de 1961, como efectivamente lo hizo.

Por ello, no es, no puede ser de recibo este comportamiento antidemocrático y leguleyo, además de irresponsable con aquellos sectores democráticos y de avanzada que quedan jugados ante una derecha que no hace sino saborearse y esperar las elecciones del 26, para ganar con amplias mayorías servidas en bandeja de plata por el redentor bicentenario, que ya hasta parece el jefe de campaña, ya hasta parece que fue un tome y dame acordado con Iván “el terrible”.

Esto demuestra una vez más la tesis que he venido exponiendo hace años, que no es exclusiva de mi saber, ni de mi creación, pero es una forma de hacer ver y ojalá entender que los extremos se parecen, se complementan, se entienden, se necesitan y al final son dos caras de la misma moneda, jugando a los titiriteros de una sociedad fraccionada por sus ismos y sus excentricidades, el centro debe prepararse y preparar a las masas para verlo, entenderlo y derrotarlos.

Juan Camilo Castellanos