La Opinión de Óscar Sevillano | Ante la opinión pública nacional, el Gobierno de Iván Duque está quedando con la imagen de que no saber liderar los proyectos que ha presentado al legislativo, en donde la mayoría se les ha modificado, y otros como la reforma a la justicia se han hundido.
Puede ser acertada la crítica que se hace hacia algunos ministros del gabinete, que, por no tener experiencia política, no sepan cómo enfrentarse a escenarios de debate público, ni de qué manera darles una discusión ante los medios de comunicación a senadores y representantes a la cámara de peso y reconocimiento nacional. Sin embargo, no por esto se puede generalizar y asegurar que Duque no está coordinando los temas y que esta es la razón para tanto revés en el legislativo.
De algo debemos ser conscientes: la mayoría de congresistas del país, gustan de recibir puestos y contratos a cambio de votar favorablemente los proyectos del Gobierno Nacional que son sometidos a discusión en el legislativo. Resulta entonces un tanto injusto, culpar al presidente Duque por los resultados que hasta ahora arroja su gestión, en lo que tiene que ver con trámites de las iniciativas que se lleven desde el Palacio de Nariño para convertirlas en leyes.
La culpa del hundimiento de algunos proyectos del Gobierno Nacional en el Congreso de la República, es del mismo Congreso de la República, porque al encontrarse con la negativa en el Ejecutivo de no entregar ni puestos, ni contratos, toma venganza negando o cambiando los proyectos.
Puede ser que, en materia de trámite legislativo de las iniciativas del Gobierno, el presidente Duque no tenga mucho que mostrar en sus primeros meses al frente del país, pero la culpa no está en el Ejecutivo, sino en el legislativo
Es por esto que gobernar sin la vieja fórmula de dar y recibir algo a cambio es tan difícil en un país como el nuestro. Seguramente se puede lograr, el problema son los costos en materia de imagen para el presidente de turno, como le está sucediendo al primer mandatario, quien no cumple los primeros seis meses de Gobierno y debe enfrentar un margen de desaprobación del 65% según las últimas mediciones.
Se equivocan quienes han descalificado a Iván Duque por los pobres resultados de los proyectos que ha presentado a consideración del legislativo. A quienes deben culpar, es a los senadores y representantes que no están acostumbrados a votarle al Gobierno de turno determinada iniciativa, si esta no está acompañada de algún incentivo para ellos, que por lo general se traduce en un alto nombramiento o en grandes contratos.
Esa es la tragedia de nuestra democracia, en donde existe un órgano que tradicionalmente se ha dedicado a extorsionar el Gobierno de turno, y cuando este no les camina a sus chantajes, demuestra que el poder también lo tienen ellos, hundiendo sus iniciativas, o en el mejor de los casos, cambiándolas a su manera.
Son estas las costumbres que hay que sanear, por eso es tan importante que los colombianos elijamos a conciencia a las personas que nos han de representar en el órgano legislativo, porque deben ser personas íntegras, dispuestas a trabajar en pro del ciudadano del común y no en favor de sus intereses particulares. Es ahí donde inicia la verdadera reforma política, es decir, en las urnas.
Puede ser que, en materia de trámite legislativo de las iniciativas del Gobierno, el presidente Duque no tenga mucho que mostrar en sus primeros meses al frente del país, pero la culpa no está en el Ejecutivo, sino en el legislativo, que se ha encargado de convertir las discusiones de los proyectos en una verdadera pesadilla.