La victoria de Gustavo Petro, el pasado 19 de junio en la segunda vuelta, no es un hecho nimio que podamos adjudicar a la suerte. La verdad, cada hecho que presenciamos en los años pasados ha sumado y preparó el terreno para este resultado. Por ejemplo, la caída de la popularidad del Uribismo y que éste quisiera perpetuarse en el poder, influyó en que no surgiera otro líder tan popular que representara la derecha y/o el centro.
Otra cosa que marcó este triunfo fue la desconfianza en las instituciones que han estado al servicio de los partidos políticos tradicionales. Y esta desconfianza hizo que la ciudadanía no quisiera saber más de la política de siempre, que no creyera en ninguna promesa del pasado.
Por último, otro factor significativo fue el despertar de la ciudadanía bajo la fuerza de los jóvenes durante el Paro Nacional. La indignación sumada al agotamiento de muchos jóvenes por vivir sin posibilidades de ser y hacer lo que quieren ser y hacer. Por vivir condenados a la pobreza, exclusión y violencia.
Petro no llegó a ser Presidente de la nada y le esperan grandes retos en una Colombia desconfiada y cansada de la guerra.
¿Qué significa este triunfo en este momento para Colombia? Sin duda alguna, sin importar la postura que adoptemos, el estallido social marcó nuestra historia y nos dimos cuenta de todo el inconformismo que había, de que la pobreza y la falta de oportunidades eran el común denominador y de que el Presidente Duque estaba absolutamente desconectado de la realidad colombiana. Es decir, la desconexión tan profunda que existe entre lo que el pueblo necesitaba y la derecha, implicó que la gente soñara con un dirigente que realmente pudiera representar una oposición a esta clase gobernante.
El cariño y el triunfo de Francia Márquez, además, representa que la población colombiana que nunca tuvo voz ahora sienta que va a ser escuchada. Hay esperanza de que ahora la clase gobernante de verdad comprenda lo que los colombianos necesitan. Y Francia con esa empatía que la ha caracterizado siempre, deja en los corazones la expectativa de que por fin la forma de hacer política en Colombia va a cambiar al no tener en el centro a quienes ostentan el poder y sus intereses, sino a los más necesitados.
Frente al futuro, no podemos decir mucho, solo tenemos la esperanza de que lo que hemos visto en el pasado, la experiencia y la preparación del nuevo presidente de Colombia marque un nuevo comienzo. Que sea lo mejor, que se tomen las mejores decisiones y que siempre se profundice la democracia y la paz.