Confidencial Colombia. Un titular ayer en la edición digital de El Tiempo: “Bogotá se movilizó en una nueva jornada de marchas y plantones”, me dejó sin palabras. Por un momento pensé que vivía en una ciudad distinta, o peor aún, que me había trasladado a una realidad paralela como en Matrix.
Al dar ‘click’ a la noticia para saber que me había perdido, comprobé en el primer párrafo que hablaba de 4.000 manifestantes. ¡¡4.000!! ¡¡En una ciudad de 8 millones!! Nos hemos vuelto locos. Señores de El Tiempo, según sus propias informaciones, el miércoles salió a la calle a protestar ¡¡1 de cada 2.000 personas!! Y no es porque no sean respetables esos 4.000, y si fueran 50, igual de respetables, cada uno que marche por lo que quiera dentro de los cauces legales. Se trata del enfoque, de la racionalidad o del sentido común que han perdido buena parte de los periodistas en la caza del ‘titular amarillo’ que atraiga el click.
Yo mismo pude comprobar en persona que, en al menos los dos sectores que recorrí a pie durante horas, la normalidad era casi absoluta. Ciertamente en un ambiente raro, de desánimo y pesar colectivo, pero ningún comercio de los no menos de 300 que me fijé había ‘parado’. Las personas hacían vida normal dentro de la incomodidad y el enfado por un transporte público a medio gas. Una realidad en la calle bien distinta a la ‘apocalipsis’ mediática que nos pintan hace una semana la mayoría de medios nacionales e internacionales.
Aquí en Bogotá, en China o en Dinamarca, 4.000 ciudadanos no representan un colectivo de 8 millones de personas. Podrán representar a ciertos sectores de la ciudad, a alguna comunidad o gremio, pero no a “Bogotá”, como ustedes quisieron “vender” con su alarmista titular, 1 de cada 2000, repito. Seamos serios colegas, seamos rigurosos. No pisoteen la profesión.
Este circo mediático de muchos medios de comunicación, unido al bochornoso show de las redes sociales, me hace pensar en ‘La espiral del silencio’, una teoría de finales del siglo pasado sobre el manejo de la opinión pública por parte de los medios de comunicación (detrás de intereses políticos, obviamente). Su autora, la alemana Elisabeth Noelle-Neumann, defendía el papel de los medios de comunicación de masas como altavoz o yugo de las ideas, de las opiniones. Una forma de control social en la que los individuos adaptan su comportamiento a las actitudes predominantes sobre lo que es aceptable y lo que no.
Dentro de las múltiples aristas que tiene esta teoría, me quedo con la tendencia de la Espiral a enmudecer a quienes prestan o tienen posiciones diferentes a las que esas mayorías quieren divulgar. Dicho de otro modo, un individuo hablará o se quedará callado dependiendo de la presión social. Si en un tema tiene una opinión cercana a la mayoría no tendrá miedo en expresarla pues no será socialmente excluido, cosa que puede pasar si tiene una opinión minoritaria.
La posición mayoritaria de los líderes de opinión en el país (en los medios y en las redes) ha sido de apoyo incondicional al paro, incluso desde semanas antes del primer día. Artistas, cantantes, actores, periodistas o destacados dirigentes políticos, hicieron un llamado a cambiar el rumbo del país. Una semana después y visto lo visto…
Cuando uno ve que los que claman contra la corrupción son los mismos del pesebre institucional de gobiernos anteriores.
Cuando uno ve que el sindicato de estudiantes reivindica ‘a lo mayo del 68 wannabe’ desmontar el ESMAD o que el presidente de la República dimita, en lugar de plantear una batería de medias serias y realistas para avanzar por la equidad entre educación privada-pública, por ejemplo.
Cuando uno ve que el foco de las medidas propuestas como emergencia nacional son viejas reivindicaciones de calado ideológico como el indigenismo, el movimiento LGTBI, las leyes de género, el animalismo o el cambio climático. Todo mezclado en una coctelera ideológica.
Cuando uno ve todo esto… se da cuenta que esto no va de una mayoría social enfadada que muestra su inconformismo por la gestión del gobierno, sea bueno, malo o pésimo, allá cada uno lo que crea. No va de eso.
Esto va de luchas políticas, de control, de dominio, de poder, de intereses de una pequeña casta de personas que viven de la política (y viven muy bien, por cierto) que ponen un tablero de ajedrez en las calles de las ciudades y comienzan a mover peones, alfiles, caballos y torres en función de cómo va la partida. Y Ojo, la partida no se juega solo en Colombia, Chile y Bolivia; va desde Cataluña (España) a Hong-Kong, pasando por Moscú, Nueva York, Londres y La Habana.
En este y otros casos, muchos periodistas y líderes de opinión antes mencionados son solamente unos tontos útiles e irresponsables que alientan unos intereses mucho más profundos. De momento ya han dejado varios muertos.
Desde estas líneas, Invito a todo el mundo a qué exprese sus opiniones, a favor o en contra de lo que sea, que no se callen, que no se dejen engullir por la Espiral. Que no tengan miedo a decir lo que sienten pues vivimos en democracia. Y si están en contra del paro por el sectario uso instrumentalizado de los políticos, que lo digan con naturalidad.
A mis colegas periodistas: no como periodista, sino como ciudadano, les exijo Información sí, pero sin montar un show mediático que alimente el ego y las billeteras de quienes tienen el botón de alerta nuclear desde sus jaulas y mansiones de oro mientras ven inmoralmente como mueren jóvenes y policías en las calles.
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