No te sientas culpable por echar gasolina a tu carro
No te sientas culpable por no montar en patineta eléctrica si no te gusta
No te sientas culpable por comer carne roja y a la plancha
No te sientas culpable de tomarte una coca-cola si te da la gana
No te sientas culpable por querer ser libre. Ser tú mismo quien dirija tu vida
No te sientas culpable por querer pagar los menos impuestos posibles dentro de la ley
No te sientas culpable por viajar en avión
No te sientas culpable de poner la calefacción o el aire acondicionado en tu casa
No te sientas culpable por comprarle un balón de fútbol a tu hijo o una muñeca a tu hija
No te sientas culpable por no poder tener una huerta autosostenible en tu apartamento de 35 metros
No te sientas culpable de hablar como dice la RAE y no con las palabras que te quiere imponer el político de turno
No te sientas culpable porque te digan insolidario al tomar tus propias decisiones
No te sientas culpable porque te guste vivir bien, o con lujos, incluso muchos lujos
No te sientas culpable de haber nacido hombre, y especialmente, de haber nacido mujer
Nunca te sientas culpable por ser blanco, negro o amarillo
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No te sientas culpable de ser heterosexual y homosexual
No te sientas culpable de querer ahorrar pensando en tu futuro con inversiones privadas
Nunca te puedes sentir culpable de la historia de tu pueblo. Más bien estúdiala y conócela bien para entender de donde vienes
No te sientas culpable de tomar azúcar en el café (con moderación, como todo)
No te sientas culpable de criticar lo que no te gusta sin complejos
No te sientas de culpable de elegir el estilo de vida que quieres llevar
No te sientas culpable por desconfiar de quien quieras. No todo el mundo es bueno. De hecho, hay mucha gentuza.
No te sientas culpable por llevar una ropa o un reloj de marca si eso te hace feliz
No te sientas culpable por ducharte con agua caliente, ni siquiera de ducharte
No te sientas culpable de hacer chistes de lo que te dé la gana
No te sientas culpable de comprar una prenda sintética o de cuero
Y, por supuesto, no te sientas culpable de pensar distinto, de salirte del camino de la masa si crees que es lo correcto
Control social
Buena parte de los dogmas identitarios de la política contemporánea se basan en hacerte sentir culpable de tus hábitos de vida más cotidianos. Es la manera que tiene el poder de intentar controlarte, de anularte como individuo frente al colectivo mediante la autocensura o el señalamiento de la mayoría social encarrilada. Un colectivo amorfo en torno a unos principios creados por ellos mismos.
La deconstrucción social es su manera de hacer ver que hacen algo por los ciudadanos y que son imprescindibles para que podamos vivir gracias a ellos. Al mismo tiempo, también es su forma de establecer una política confiscatoria desproporcionada para que ellos puedan gastar tu dinero, en tu nombre, y que encima les quedes agradecido. Venga ya.
La moralina que se ha recuperado en el discurso social, especialmente por los neocolectivos de izquierdas, son un retroceso a nuestro estilo de vida. Jamás la humanidad había alcanzado cotas tan altas de bienestar y crecimiento como desde la década de los 70’s del siglo pasado, y al mismo tiempo, estamos haciendo todo lo posible por echar a perder lo ganado en este tiempo. Este proceso de autodestrucción será objeto de estudio en generaciones posteriores. Vamos en camino de ser los más idiotas de la historia.
Ahora bien, siempre hay solución para casi todo. En este caso es ir en contra de la corriente. Te demostrarás que ellos son una carga más bien innecesaria y que tú eres libre. Y la libertad, sin perjudicar a terceros, está por encima de cualquier cosa.