Decía la semana pasada José Luis Rodríguez Zapatero, ex presidente de España, que al partido socialista español le importa mucho la familia, la del presidente actual, y las familias diversas. Rabiaba al hablar decía que la derecha no entiende de diversidad, ni de familias diversas. ¿No es la familia una institución previa a la sociedad, a la política y a la política de izquierdas? ¿Acaso la izquierda está buscando de nuevo apropiarse de un concepto, en este caso el de familia? ¿Son ellos los abanderados de ese cambio de paradigma social? ¿Los salvadores del individuo y sus familias? Creo que se quieren apuntar el tanto, como ya lo hicieron con la democracia, la justicia social, los derechos de las mujeres y tantos otros más…
Lo cierto es que ya han puesto al menos dieciséis apellidos a la familia: especial, biparental con hijos, sin hijos, homoparentales, reconstruidas, monoparental, de acogida, adoptiva, intercultural… No sólo España, la OMS definió en su día más tipos de familia atendiendo a múltiples variables: edad, procedencia, sexo de los cónyuges… Un concepto que se va agrandando en función de la casuística. Una estrategia fruto del bienquedismo actual, de hacer que todos se sientan parte de algo, cuando en el fondo lo que se pretende es desdibujar el concepto para crear una nueva realidad, a la medida del hombre.
Todas esos apellidos no son más que maquillaje. La familia moderna, esa de la OMS y del socialismo, no es ideal, ni deseable pues nace viciada y acaba provocando un vacío profundo en el individuo – sino miren los datos de rupturas familiares y las consecuencias para todos los miembros de la familia – .
El hombre y la mujer, el ser humano, está hecho de eternidad y si no busca el todo, el para siempre en sus relaciones más íntimas éstas acabarán por romperlo. Pero eso no se entiende en la política ni de izquierdas, ni de derechas y lejos de apostar por familias sólidas y fuertes e incentivar las relaciones libres, maduras, sanas… se apuesta y se pone en valor el fracaso, aderezado de modernidad, de libertad, de poderío.
Amor blandito
Sea como sea la familia está herida; por la ideología, por la falsa concepción de la libertad – la universal y la individual- y por esa idea de amor que se maneja en todos los ámbitos, cultural, psicológico, social… y hace que se nos quede corto, superficial y blandito, parecido al regusto de un helado de fresa que promete mucho, pero te deja un gran vacío tras probarlo.
Ese amor de hoy no alcanza a cubrir la magnitud del corazón humano porque se ha quedado ensimismado. Y eso lo hace pequeño, débil, fofo, sin vida, muy temporal.
El amor de la familia, de esas fuertes y robustas, el que edifica y transforma, es el amor duradero, valiente, a veces, incluso, áspero porque en ocasiones duele, pero a la vez es cálido y tierno y sobre todo eterno, pues sólo la familia trasciende y ahí se te quiere por anticipado y hasta el final. Es ahí, en esas familias sólidas, donde un aprende a amar y a ser amado.
Para siempre, ese anhelo universal
Dice Carmen Calvo, presidenta del Consejo de Estado español, “que la monogamia para toda la vida, impuesta a macha-martillo, como un sacramento es un sindios”, ella que ya ha intentado dos veces que le salga bien, porque dos veces, al menos, ha firmado los papeles, y cuando uno firma es porque quiere dejar constancia de algo importante. Para pasar el rato no hay que firmar nada.
Como buena socialista no sabe de lo que habla porque lo cierto es que la monogamia para toda la vida, la fidelidad a otra persona, sí es posible, es querida y deseable, pero no es fácil. Lo que merece la pena casi nunca lo es y los que se rinden por el camino no logran alcanzar la belleza de esas vidas vividas por otro y en otro, con visos de eternidad.
Cuesta creer a Carmen, y a las Cármenes del mundo, que logran ser fieles a perfumes, marcas e incluso partidos políticos, aún cuando la política y las ideas nada tengan ya de los inicios románticos que te animaron a afiliarte. Modernas, feministas, mujeres de bandera que de tanto repetirse una mentira logran esconder esos anhelos, los que te llevan a querer un amor que trascienda, a formar una familia sólida y para siempre. Como la fidelidad de Carmen al PSOE.
Y cuando todo pase, vendrán otros
Imaginen una tarde de fin de semana. Toda la familia reunida en una sala, los restos del café aún sobre la mesa. Una tarde de esas en las que no pasa nada, pero pasa de todo. Imaginen una tarde de abuelos, primos, hermanos. Una tarde de familia.
Los abuelos tiene un lugar fijo; ese asiento que es más cómodo, bien centrado en la tertulia, frente a frente, para mirarse y mirarnos con la ternura de siempre. Aunque algunos abuelos no estén, de algún modo siguen presentes, viven en la risa, en ese gesto o en la coletilla que alguno utiliza.
Los pequeños van y vienen: uno pide agua, otro ver un video… Sueñan la vida y la pintan de colores. Viven el ahora, porque no adelantan preocupaciones, esas ya se las traerá el tiempo cuando sean mayores, cuando todos nos hayamos ido y continúen ellos este lío.
La tele suena de fondo. El alboroto le sirve de nana, silencia la preocupación y por un momento alguien descansa. ¡Anda, échale una manta!, normalmente es la abuela la que en todos depara.
Pasa un rato y luego otro, y en un segundo fugaz se han puesto todos a navegar; unos viajan, otros sueñan, alguno busca algo para comprar. El silencio dura un suspiro: uno de los pequeños busca asilo en un regazo; un primo le ha quitado un sitio, un caramelo o le ha dado un pellizco en el brazo.
No hay afán, ni secreto, ni ansiedad que un beso largo o un abrazo de la familia no logre aliviar. ¡Ea, ea, mi niño, mi futuro, mi heredad!
La familia es lo más parecido a un lugar en la eternidad.