La flor de Inírida en la COP 16

Vine a la ciudad de Cali a encontrarme con las mujeres de mi país, con las mujeres de base, las negras, las indígenas, las campesinas, las pescadoras, las matronas, las parteras, las hierbateras, las cantaoras y las tejedoras. Todas cuidadoras de la vida. Porque la vida es agua, la vida es verde, la vida es el jaguar, el pájaro y la culebra.

El pacto por cuidar la madre tierra empieza por reconocernos como distintas, pero iguales en derechos y capacidades. Ese cuidado de la vida que ancestralmente nos pertenece, ese cuidado que, si decidimos, nos convierte en madres, ese cuidado que es respeto por unas relaciones no hegemónicas, en construcciones simétricas que invitan al hombre a deconstruirse y a ceder los espacios que la cultura patriarcal nos ha robado durante años a las mujeres y que a ellos se les ha otorgado.

La flor de Inírida representa la unión, la fuerza, el aguante y la belleza de un ser vivo que, en los momentos más críticos y agrestes, florece, como el ave fénix renaciendo de la muerte y de la guerra. La flor de Inírida es una especie que representa esta COP 16, pero que también refleja lo que representamos las mujeres colombianas en nuestra diversidad, en nuestro reto por plantear una revolución simbólica en la manera de relacionarnos con la madre tierra.

Venimos de ella y la admiramos. El empoderamiento de las mujeres no es la hegemonía patriarcal, es la oportunidad de construir otra Colombia, otro territorio, ¡otro planeta! Otro hábitat donde habitan mujeres y donde se crían personas funcionales para crear y compartir ambientes colectivos y colaborativos que nutran la diferencia, el respeto y el valor de lo simple.

Las pequeñas cosas son una gran revolución de vida. El cambio del modelo económico depende de nosotros y nosotras, del cambio en nuestros análisis de consumo, porque somos lo que consumimos. La relación con la Gaia no depende solo de las consultas previas y del valor que le demos a esa travesía; es necesario respetar y racionalizar el consumo del agua, liberar la patente de las semillas, volver al pequeño cultivo de pancoger, a la agroecología y a la huerta, donde el control de plagas y pestes está en manos de plantas madre que, con su poderosa energía, dominan el resto. Bajo el precepto de la mejora continua, del progreso.

Ese progreso transforma nuestra relación con los animales, porque su sintiencia nos inspira, ya sea en un animal de compañía o en la representación de una especie que nos brinda fuerza, protección y progreso.

Hoy, en Cali, alzamos la voz las mujeres de América para liberar nuestras condenas heredadas, porque aquí hay historias modernas, historias inspiradas en la coherencia del cambio y la salvación del planeta azul.

Y con pasión podemos escucharnos y con pasión podemos lograrlo. Es necesario desmantelar el patriarcado, el consumo devorador que aquí se consume junto con la vida misma y no tiene retorno.

Esta semana en el Valle ha sido un reto, el reto de la COP 16, el reto de la flor de Inírida y el reto de la flor del trabajo, todo esto dedicado a las madres, a las hermanas, a las mujeres y a las hijas de a pie, ¿por qué no? El mundo es parte del cambio, y el cambio está en la transformación de este modelo económico extractivista hacia un modelo cuidador y responsable.

Marcela Clavijo