La mandíbula de cristal

 

Jaime Polanco

Mucho se ha hablado y escrito sobre el Grupo Prisa, sus medios y sus profesionales. Ya han pasado diez largos años desde mi salida del grupo, quien lo diría. Todo comenzó en una crisis y hoy atravesamos la más dura prueba para la sociedad tal y como la entendemos, especialmente para los medios.

Creo que es buen momento para reflexionar sobre la figura de Jesús de Polanco, su fundador, quien le dedicó toda una vida a ver como su proyecto de transformación de la sociedad iba tomando forma. Con su empuje y su visión sobre cómo modernizar las sociedades de la región iberoamericana, ayudó a impulsar la organización de medios y educación más innovadora y comprometida de la época.

Jesús al que algunos llamaban con cierto temor “Jesús del gran poder”, trató en todo momento de transmitir su ideario personal y por que no decirlo político, sobre cómo tenía que ser la sociedad. Invirtió tiempo y dinero para que los medios de comunicación que tuvo, que fueron muchos, se comprometieran con la democracia, las libertades y los cambios necesarios para que las sociedades avanzaran en la lucha contra las desigualdades.

Creó la editorial de libros de educación en español más importante, para que de una manera profesional, los niños de cualquier lugar de nuestro entorno, crecieran con una educación de calidad, verdadera, comprometida y capaz de despertar conciencias. Sí, aunque a algunos no les guste, Jesús consiguió con su socio y amigo Pancho Pérez González, que millones de niños de España, Portugal, EE.UU, Brasil y América Latina soñaran con una vida mejor basada en sus conocimientos técnicos y humanos, cimentada en el respeto por los demás, en la búsqueda de un mundo mejor para ellos y sus familias.

Cuantas y cuantas veces nos dijo: “nosotros no estamos para ganar dinero. Queremos educar, comprometer, informar verazmente, para ayudar a los países a ser mejores y estar comprometidos con la verdadera democracia. Los que vengan con sus industrias y sus intereses financieros siempre tendrán “la mandíbula de cristal”, no por transparente sino por frágiles. Expuestos al albur de los gobiernos, de sus caprichos, de sus intereses industriales o financieros, alejándose del compromiso con la verdad de sus lectores o televidentes”.

Nunca invertimos en el grupo un sólo dólar en bancos, seguros, eléctricas, bebidas, agro industria, carreteras (salvo unas inversiones familiares en hoteles en el sur de Tenerife). Todas nuestras inversiones fueron en periódicos, radios, editoriales, televisiones, música, cine etc, siempre con el denominador común de servir y ayudar a construir, como se demostró con el paso de los años, en el compromiso con la consolidación de la democracia española.

A comienzos de este siglo XXI, llegamos a Colombia para adquirir dentro de nuestro plan estratégico Caracol Radio. Era el buque insignia de la radio en la región y pieza clave para nuestro plan, tener un millar de estaciones repartidas por una docena de países.

Cuando hicimos la primera inversión, Caracol Radio estaba en quiebra, financiera y económicamente hablando. Vivía del merecido prestigio de sus profesionales, con el “orgullo de lo nuestro” que reclamaban los oyentes, con unas instalaciones deplorables y una tecnología atrasada para los retos que la radio en aquel momento demandaba.

Sin alardes y con mucha dedicación, comprometimos a los trabajadores a tener la mejor sede de trabajo de cualquier radio en el continente, tener la tecnología más avanzada, devolver la calidad a los oyentes, crear nuevos programas, reestructurar las emisiones radiales para poder ofrecer una radio informativa de calidad y unas fórmulas musicales en consonancia con los tiempos que llegaban y conectadas con otras cientos de radios en otros países del mundo.

Dentro de nuestros planes estaba dar un dividendo económico a sus accionistas cosa que nunca antes en su historia había sucedido, y así lo hicimos.

Dentro de nuestras capacidades nos faltaba una radio transversal, que llevara la voz colombiana a otros países de la región, con información veraz sobre lo que históricamente estaba pasando en el país.

Y entonces creamos W Radio. Y pusimos al frente al magnífico periodista y comunicador Julio Sánchez Cristo, “Julito para los oyentes. Con él cambió la forma de hacer radio. Mezcló sus aficiones por lo retro, lo atávico, la música de los clásicos, los personajes de cualquier lugar del mundo con la moda, el cine, la política. Todo ello interactuó con información directa, y suficientemente atrevida para cruzar fronteras.

Hizo la radio desde Madrid, sin importarle la distancia, pero alimentándose de otros aires más modernos y comprometidos, los que se daban en Europa. La W terminó siendo el buzón de quejas de los oyentes, quienes preferían poner en antena sus problemas, en vez de cursar sus denuncias a instituciones del Estado como la Fiscalía o a la Procuraduría con sombras de parcialidad y corrupción.

Cumplimos con nuestro objetivo, reestructurar una cadena de radio tan importante como Caracol, adaptamos y mejoramos su programación, fundamos la W expandiendo su señal por media docena de países directamente y sobre todo cumplimos con el propósito que nos trajo a Colombia, ayudar a mejorar la sociedad y consolidar sus procesos sociales y económicos.

Por eso se equivocaron los que regularmente fueron a Madrid a comprar “su radio”. El grupo latino de radio que es quien alberga las participaciones en las radio de Prisa en latino américa, tiene frecuencias radiales en otros seis países siendo el valor conjunto de sus actividades, muy superior a la capacidad financiera de los pequeños tiburones que la desean.

Tantas horas le dedicamos al cambio de Caracol Radio y sus compromisos con el país, que salimos más comprometidos con los retos que se avecinaban en la frágil democracia colombiana.

Quisimos consolidar nuestra situación tratando de invertir en el mejor periódico del momento. Pusimos la ilusión de lo nuevo, el compromiso de hacer un grupo de medios necesario para la transformación del país, pero chocamos con los que querían que todo se mantuviera igual. Mejor la guerra que la paz. Mejor las diferencias que la igualdad, mejor el subdesarrollo que los nuevos retos, mejor los privilegios de siempre que el reparto natural del conocimiento.

Incluso propusimos hacer un tercer canal de televisión, totalmente necesario para la pluralidad informativa y la salud de la democracia. No nos parecía conveniente que solamente dos canales vinculados a grupos financieros, llevarán la batuta de las nuevas reformas que necesariamente se tenían que dar en Colombia.

Pero, unas fuerzas del mal, torticeramente acabaron con nuestras ilusiones, el periódico fue vendido a un grupo afín al gobierno y su ideología. El tercer canal entró innecesariamente en vía muerta, por indicación del gobierno de turno.

Pero en el camino hicimos amigos, la prensa regional, otras iniciativas televisivas, otros operadores de radio, grupos que pensaron, mejor juntos que no dispersos, aunando intereses informativos y económicos con la ilusión de influir en el cambio que se necesitaba.

Los grupos de comunicación en nuestra región siempre han estado ligados a empresas familiares e industriales. Casi siempre han buscado más el beneficio propio que el de sus lectores y televidentes. Casi siempre han mirado a un lado cuando el escándalo de tal o cual gobierno no le favorece. Esta es y no otra, la asignatura pendiente en la complicada transformación de los medios de comunicación.

Quedarán, como no hay de otra, los mejores. Los que hagan un periodismo comprometido, de calidad, sin compromisos. Los que ofrezcan a sus audiencias lo mejor de la clase intelectual y científica. La mejor información sobre lo sustentable y el medio ambiente. Las mejores reflexiones sobre los derechos de las minorías y la igualdad entre la gente. La información veraz y comprometida sobre el que hacer de los políticos y sus promesas de gobierno.

Por eso bienvenidos sean los empresarios que invierten en medios de comunicación siempre y cuando no anden buscando favores políticos o rentabilizar sus negocios. Siempre y cuando no entren cual elefante en cacharrería a romper el orden establecido y las relaciones que tanto años han costado consolidar. Siempre y cuando mantengan las disputas personales de sus periodistas al margen de la información avalada por sus medios.

La historia está llena de periódicos fracasados tratando de hacer política partidista o periodismo barato al dictado del constructor o financiero de turno, o de periodistas enojados y desprestigiados, restando valor reputacional a sus marcas.

La hemeroteca (especialmente estos días) también está llena de empresarios volcados a clientelismo político, que quisieron con sus “medios” cambiar normas, leyes o incluso gobiernos para conseguir tal o cual concesión o contrato del Estado. Colombia ha tenido varios ejemplos en épocas recientes.

A esos casi siempre les va mal.

Es normal el relevo generacional en los medios. También con las apreturas de estos días es normal que a los medios les vaya peor. Cientos de medios en el mundo se han visto obligados a cerrar sus redacciones. Los más favorecidos se han refugiado en los periódicos digitales, menos costosos, pero con la tendencia innecesaria al amarillismo de sus propuestas informativas.

También al Grupo Prisa, en el que trabajé veintitantos años, no le ha ido bien. No le ha ido bien, porque las decisiones no siempre adecuadamente pensadas, lo endeudaron mortalmente. No le ha ido bien, porque la gestión familiar ha dejado de tener sentido. No le ha ido bien, por la rápida transformación de los modelos de negocio. No le ha ido bien porque el dinamismo del mundo de las empresas no espera por nada ni por nadie. Y no le ha ido bien, porque las economías de los países no han ayudado en los últimos 15 años a la recuperación de las empresas de medios, tan vinculadas a las inversiones publicitarias de sus anunciantes.

Pero aun así la calidad de sus noticias, artículos y colaboraciones no han cambiado sustancialmente. Han conservado la esencia del compromiso que Jesús de Polanco quiso para sus medios. Han mantenido el compromiso con los lectores, para llevar en este mundo tan complicado una información veraz e independiente.

Por eso hay que desear a los nuevos jugadores, a los novatos del sector, un futuro lleno de aciertos siempre y cuando tengan los más mínimos compromisos con la libertad y la verdad. De lo contrario, llegarán rápido a las alturas, pero como Ícaro, seguro que la cera de sus alas se fundirán para hacerles caer en el más absoluto de los olvidos.

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