La mayoría silenciosa quiere trabajar, no marchar

Marcial Muñoz

Ayer, una amiga millennial me intentaba justificar la violencia en las marchas de estos días con el argumento de que “los cambios sociales sólo se logran con violencia, como pasó con la Revolución francesa”. Semejante argumento en el siglo XXI de una profesional, con estudios, clase media-acomodada me dejó perplejo. Este es el nivel. Sólo se me ocurrió decirle: en democracia, el único límite es la Ley, no la calle como nos quieren hacer ver.

Con permiso de ustedes, el futuro de un país no puede estar a merced de 1.000, 10.000, 100.000, o incluso si fueran un millón de personas, que tampoco lo son. Eso es una deformación de la democracia. Una trampa del sistema. El chantaje de una minoría violenta sobre la mayoría silenciosa. Una interpretación equivocada del concepto de libertad, y eso es en Colombia, en Suiza o en Katmandú, me da igual. No se deje engañar. El derecho de manifestarse no da carta blanca para hacer lo se quiera.

La ‘democracia popular’ es un engaño de ciertos políticos para manejar a la mayoría con la excusa del ‘mandato de la calle’. Mentira. El legítimo poder del gobernante lo da, por un lado, las urnas cada 4 años, y por otro, un estado de derecho fuerte, con unas instituciones independientes, y especialmente unos tribunales JUSTOS, el contrapeso a los desmanes de los inescrupulosos políticos.

El derecho a la manifestación no sólo es sano, sino necesario en una sociedad libre. Otra cosa es cuando la marcha se vuelve violenta y el único objetivo de la misma es acabar con el propio sistema. Por ahí no, y por ahí es donde los mismos manifestantes pacíficos de estos días (casi todos), y por supuesto la mayoría silenciosa que no sale a marchar, deben denunciar a estos pocos totalitarios, que no saben sino imponer sus ideas mediante el terror. Lamentablemente son pocos, pero ruidosos.

Los que marchan deben entender que los que deciden no salir tienen los mismos derechos que ellos, de lo contrario no son manifestantes, son fascistas y delincuentes. Los bloqueos prolongados masivos en los accesos a las grandes ciudades son intolerables. Eso no es protesta, es un secuestro. Y en medio de una pandemia es matar inocentes y arruinar a miles de personas, y quien los auspicia y los justifican son cómplices de esos crímenes. Y no se engañen, esto no se permitiría en NINGÚN PAÍS del mundo sin que el Estado intervenga con su legítimo uso de la fuerza.

Polvorín social

Motivos para manifestarse: todos los del mundo y alguno más. Cada uno tiene los suyos propios. Yo como ciudadano, como usted, o como cualquiera, tengo una larga lista. Vivimos en un país con todo tipo de deficiencias: en su clase política, su sistema judicial, en la sanidad, la educación, infraestructuras… y un largo etcétera. Aunque también es un país con muchas oportunidades, lleno de gente bondadosa y cosas fascinantes, por decir también lo positivo. Los que sólo critican de una manera destructiva, posiblemente no han vivido más allá del trópico.

A los jóvenes les digo que no se cansen de reclamar, de exigir una Colombia mejor. Pero pidan con criterio. Sepan por qué luchan y pongan foco en los responsables con soluciones, no con más problemas. No se dejen manipular por unos políticos inmorales que les mandan al matadero, mientras ellos mueven los hilos vergonzantemente desde sus mansiones.

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No es cierto que en Colombia todo es un desastre, que no hay futuro y que todo va a peor en general. Eso es tener una perspectiva demasiado cortoplacista de la vida. Analicen la evolución de cualquier indicador económico década tras década hacia atrás. Los cambios no son todo lo rápidos que uno quisiera, pero hoy en día un joven de condición socioeconómica baja, o incluso muy baja, tiene las opciones intactas de ‘subirse al ascensor social’. Muchas más posibilidades que tuvieron sus padres, y por supuesto, sus abuelos. Entonces sí hay avances. El joven que quiere, con esfuerzo, con mucho esfuerzo seguramente, estudiando, trabajando, peleando, puede llegar a ser profesional, y cuando uno es profesional multiplica sus opciones de éxito laboral en la vida. Esto es innegable.

No se dejen engañar por cantos de sirena que les prometen un subsidio miserable por no hacer nada. Esa es la esclavitud del tirano de por vida. Cultura del esfuerzo, emprendimiento y trabajo: claves para una Colombia con mayor equidad.

Pandemia como acelerador

A toda la problemática estructural que tiene Colombia, hay que añadir un año de duro confinamiento, que ha empobrecido millones de hogares debido a las decisiones políticas del Gobierno, alcaldes y gobernadores. Eso sí da para salir a marchar. El quebranto de los principios de la Constitución justificando todas las limitaciones más básicas ‘por la pandemia’ es el mayor error de la clase política, no solo de Colombia, sino de casi todos los países del mundo. La ruina económica para la mayoría. El caldo de cultivo para el polvorín social.

El tiempo que nos ‘robaron’, los negocios que quebraron, las vidas que nos arrebataron algún día se estudiarán las consecuencias reales de todo este despropósito en el manejo del Covid-19. Y del que un año después no hemos aprendido casi nada. Seguimos cometiendo los mismos errores.

Tampoco ayuda a construir país el uso amarillista e irresponsable de la mayoría de los medios de comunicación. Convirtiendo los hechos extraordinarios en ‘palabra de Dios’, colaborando en el show y arengando más a la violencia. Ni por supuesto, la basura que emana de las redes sociales. Hoy en día, las redes son el mayor disgregador social que existe. Reitero, en democracia, el único límite es la Ley, y eso aplica a todos: a los desmanes de los vándalos y, por supuesto, a los de algunos policías, que como cualquier ciudadano, tendrán que enfrentarse al peso de la Ley si tuvieron actuaciones al margen de ésta.

Mayoría silenciosa

Colombia adolece de liderazgo. De un líder que sea capaz de unir, de ilusionar a la mayoría silenciosa, de recuperar la confianza de la gente. Ojalá algún político se dé cuenta y enarbole ya la bandera de la mayoría del común, la gente de la calle, que está cansada también, pero cansada de pagar impuestos y de que cada día le quiten un poco más de libertad. La gente ya está harta de que le digan cuando puede ir al mercado o visitar a sus padres, si pueden tomar trago un día por la Ley Seca o si tiene que regresar a sus hogares a las 8.00 pm por un irracional toque de queda.

En estos días, me acuerdo de ese campesino al que se le pudre la fruta por las carreteras bloqueadas; de esos padres hartos de una deficiente educación virtual para sus hijos; o ese dueño de la tienda de barrio que apenas le alcanza para cubrir gastos. Es insoportable para cualquier sociedad. Y estas personas no salen a destruir o bloquear el país, solo piensan en cómo sacar adelante a sus familias.

Estos millones de personas ENFURECIDAS en silencio, también tienen voz, aunque no les escuche nadie porque no hacen ruido. ¿Y saben que quiere esta mayoría de personas? Básicamente que les dejen vivir en paz. Poder trabajar, llevar una vida normal con sus familias y ser libres. Esta mayoría silenciosa detesta por igual a los vándalos y a los políticos que no hace nada por la gente, o más bien al contrario, hacen todo lo posible en ponérselo más difícil con impuestos y encierros obligatorios.

Políticos y periodistas. A ver si ustedes se aterrizan un poco más a la realidad y se acercan a la calle. Salgan de sus castillos de cristal pintando realidades alejadas de lo que quiere la gente. Esta mayoría silenciosa en Colombia es muy grande, tan grande como 47 millones… o más. Aún nadie los mira, y no lo entiendo, porque en realidad tienen un poder infinito.

 

Nota: Mi amiga millennial se equivoca, pecados de juventud supongo. La violencia nunca es el camino, sólo un generador de más odio social. Al contrario de solucionar problemas, los multiplica.

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Marcial Muñoz es periodista y director de Confidencial Colombia