La ministra del realismo mágico.

No pudo ser mejor escenario el de Aracataca, con nuestro Nobel García Márquez en una pintura de fondo, el escogido para el anuncio del programa preventivo predictivo hecho por la ministra de salud.  Lo que ocurrió allí, fue puro realismo mágico, con una hermosa composición de símbolos de nuestra historia e ideas irreales que se dan por verdades en el discurso de la jefe de esa cartera que, pasados 100 días, parece aún no aterrizar en su cargo.

Para empezar, desde la campaña presidencial, Carolina Corcho venía anunciando la construcción de un modelo que reenfocara el sistema de salud hacia la prevención —¿y la promoción de la salud? — algo necesario, ciertamente.  Sin embargo, de forma inexplicable y a tan solo días del esperado lanzamiento, el ministerio decidió que se trataría de un programa y no un modelo.  Adicionalmente, las secretarías de salud, las EPS, las IPS y ESE, y en general, todo el sector, esperó pacientemente la publicación de la Resolución o, cuando menos, el documento técnico que les diera las tareas concretas, los indicadores de monitoreo y evaluación, entre otros elementos básicos, para sumarse a este loable esfuerzo —¡nunca llegó! —.

Entonces ¿de qué se trata el programa? La respuesta es que nadie lo sabe en concreto; tan solo tenemos un discurso de la ministra y un par de comunicados de prensa.  Surgen un sinnúmero de preguntas sin respuestas técnicas, más bien un sincretismo entre lo simbólico y datos sin contexto o, ciertamente no justificados con evidencia.  Comenzando por el propio discurso, cuando la ministra mencionó la reivindicación de los trabajadores vilmente asesinados en la masacre de las bananeras —un episodio sangriento que, por supuesto, causa ira y dolor— ¿se refería, entonces, a que el programa estará dirigido en empleados y sus familias, al estilo del Seguro Social? o ¿a población de centros poblados pequeños?

Tratando de ir un poco más al fondo, el programa, aparentemente, se fundamenta en los denominados Equipos Médicos Interdisciplinarios de Salud (EMIT), liderados por un médico(a), los cuales estarán presentes física y extramuralmente en los territorios, teniendo a cargo “en promedio entre 400 y 500 familias” —hoy en día es difícil definir el concepto de familia y, por tanto, calcular un número de integrantes estándar—. Pues bien, lo que la evidencia soporta es que estos equipos son útiles en entornos de alta ruralidad y están conformados principalmente por promotores de salud altamente resolutivos y, ojalá de la misma comunidad, creando un círculo virtuoso de empoderamiento social en salud. Por otro lado, en los grandes centros urbanos, su eficiencia disminuye fuertemente, por lo que nuevas estrategias basadas en tecnologías del siglo XXI, trabajo coordinado en entornos escolares y laborales —con las ARL—, son más apropiadas.  Así las cosas y de acuerdo a lo anterior, si tomamos en cuenta que, de acuerdo al DANE el 77,1% y el 7,1% de la población en el país vive en cabeceras municipales y centros poblados, respectivamente, estos equipos tienen una noción contra-intuitiva médica y no de salud pública y, tristemente, canalizarán recursos en esfuerzos con poco retorno social e ineficientes; todo esto sumado al hecho de que no se conocen indicadores de efectividad y resultados en salud, con los cuales se pueda medir su desempeño y corregir, si es del caso, desviaciones en el mismo.

En el plano fiscal, no queda clara la financiación del programa dado que, al no existir una lista de actividades precisas a realizar, tampoco se puede definir la fuente de los recursos, pudiendo provenir del Plan de Intervenciones Colectivas (PIC) o la Unidad de Pago por Capitación (UPC) o ambas.

El país quedó, entonces, con éstas y más preguntas, con una buena idea de la ministra y su equipo, pero con visos mágicos en su forma de llevarla a cabo, rompiendo con una tradición de un ministerio de salud que, si bien nunca ha tenido soluciones perfectas, si trabajadas con la mejor evidencia disponible y discutidas oportunamente con toda la sociedad civil. Es hora de que el Presidente Petro revise el quehacer de su ministra y esta cartera, pues de continuar así, ésta difícilmente podrá explicar de manera suficiente y técnica una gran reforma del sector ­—que se necesita— y coloca en alto riesgo su legado reformista en salud y seguridad social.