Por: Guillermo Sinisterra*
El COVID 19 como fue bautizado el virus, ya suma más de 1.190.000 infectados y cerca de 64.000 muertos, al momento de escribir esta columna, aunque las cifras se actualizan cada minuto. Lo que causa este pánico generalizado acerca de este virus, no es su capacidad de infectar las células del sistema respiratorio desde la garganta hasta los pulmones y que logre causar neumonía, falla pulmonar o un choque séptico que pueda llevar a la muerte, ya que este camino tan doloroso y trágico solo lo van a recorrer alrededor del 5% de los infectados, más del 80% o bien no experimentará síntomas o solo tendrá un poco de tos y algo de fiebre.
El gran arma con la que esta insignificante estructura desafía el actual orden mundial es la incertidumbre, todo en el COVID 19 es incierto, una vez infectado, no se puede saber quién está en el 80% y quien en el 5%, no importa si es rico o pobre, negro, blanco, judío, musulmán o cristiano, tampoco importa la edad, solo basta con ser humano para ser un sujeto de infección, cuyas consecuencias serán inciertas. Estamos combatiendo un enemigo que no conocemos, que no podemos ver y que no sabemos dónde está y lo peor de todo es que para ese enemigo no hay armas identificadas aún.
La única forma de evitar un contagio masivo y simultáneo que maximice las muertes, es el aislamiento social, sin una duración determinada, y eso es lo que está haciendo gran parte de la humanidad, 3.300 millones de personas están esperando que la curva de contagios baje y así poder salir a producir de nuevo.
Pero esta incertidumbre desde el punto de vista médico, traspasa con facilidad al ámbito económico, en este momento sectores como el hotelero, el de transporte aéreo, el sector comercio, gran parte del sector industria, el sector inmobiliario y el sector de entretenimiento están completamente detenidos y estos para 2018 representaban más del 44% de la producto interno bruto del país[1]. De nuevo, la extensión de dicho paro es indeterminada y dependerá de que tanto se aplane la curva de contagios en las próximas dos semanas.
Los gobiernos alrededor del mundo han tenido que luchar una guerra frontal en contra de este microscópico enemigo, están implementando una batería de políticas fiscales y monetarias sin precedentes para lograr cubrir las necesidades básicas de los habitantes que están confinados en sus casas y de los empresarios que no pueden producir pero si están pagando nóminas, arriendos, servicios públicos y créditos entre muchas otras cosas. Mientras Estados Unidos dio un paquete de estímulos fiscales de más del 10% del PIB para dar dinero a quienes perdieron su trabajo, ayudar a las empresas y sostener sectores estratégicos en estos momentos difíciles, además la Reserva Federal bajó sus tasas de interés casi a 0 y estará comprando bonos gubernamentales sin límite. En Europa, España, Italia, Francia, Alemania y el reino unido tienen políticas similares que implican transferencias directas a trabajadores y firmas, subsidios de desempleo, garantías para que el sector financiero haga préstamos al sector productivo, demorar o condonar el pago de impuestos, y talvez el factor común entre todas fue fortalecer el sistema de salud entre muchos otros fines[2].
A pesar de que ningún país estaba preparado para esta situación, ninguno escatimó en gastos para hacerle frente utilizando todas las herramientas económicas posibles, lo importante en este momento es enfrentar el virus y tratar de que el impacto económico sea lo menor posible.
Colombia está haciendo lo propio, aunque el banco de la república siempre ha actuado de manera tímida en situaciones diferentes a la inflación y su labor se limita a mantener la liquidez en el mercado, tomó medidas sin precedentes para proveer dicha liquidez. Bajó las tasas de interés de referencia, aumentó la liquidez en pesos y en dólares y por primera vez en la historia se comprometió a comprar bonos del sistema financiero y del gobierno hasta por un monto límite de 10 billones de pesos. Desde la política fiscal se está incurriendo en gastos por 15 billones de pesos destinados a las clases menos favorecidas y a los empresarios de algunos sectores de la economía. Medidas que van en la dirección correcta pero que no garantizan que salgamos de esta en buena forma.
A pesar de que el gobierno ha llegado a más de 6 millones de personas que se encuentran adscritas a los programas sociales y simplemente ha incrementado el monto de los subsidios que les daba, aún hay un grupo de la sociedad a quienes no les llegan ayudas y que las necesitan tanto o más que el grupo anterior.
Estas personas deben lidiar con problemas estructurales del sistema, que no permiten que les lleguen los recursos, por ejemplo los empresarios que no han tenido acceso a recursos de Bancoldex que deberían estar disponibles en este momento para pago de nómina, deben pasar por un comité de crédito de un sistema financiero que está desbordado de solicitudes de refinanciación de créditos de consumo e hipotecario, por lo que los empresarios no podrán acceder a estos recursos hasta que el comité se reúna y les dé el aval. Mientras eso ocurre, el pequeño empresario no podrá pagar la nómina, y no estará vendiendo nada por una coyuntura externa. Las pequeñas y medianas empresas generan el 35% del PIB del país y tienen el 80% del empleo.
El otro sector para el que aún no hay medidas sólidas, son los informales que no están en los programas sociales del estado porque su ingreso es un poco superior, por ejemplo el dueño de un taxi o una persona que tenga un almacén de ropa en un pueblo y que no pueda abrir. Personas que además de necesitar comer, pueden tener créditos hipotecarios que no van a poder pagar o están pagando el arriendo de un local o un espacio que no puede operar en este momento. Estas personas no tienen canales abiertos con el gobierno para recibir el llamado ingreso solidario que no está aún en funcionamiento. Encontrar a estas personas que son vulnerables, se volverá una odisea en momentos en los que no hay tiempo y los recursos son escasos.
En unos meses será necesario apoyar también a los trabajadores que perdieron su empleo, a los arrendadores cuya única fuente de sustento son los arriendos y a los empresarios que quedaron en la ruina. Estadísticas conservadoras dicen que el desempleo puede subir del 12% actual al 20% en el transcurso de 6 meses y aun no hay soluciones para esto.
Acerca del financiamiento, el gobierno ha actuado rápido para recomponer su presupuesto y dar prioridad a estos programas de choque y con la liquidez que ha dado el banco de la república, tendrá alguna holgura para implementar o extender algunas políticas durante el periodo de confinamiento. Con la actual circunstancia, es muy probable que debamos relajar (otra vez) la regla fiscal o abandonarla y eso implicaría que podríamos perder el grado de inversión que nos permite obtener recursos más baratos en el sistema financiero internacional.
Sin embargo, hay dos fuentes de financiamiento que algunos gobiernos están usando y que se podrían implementar por una única vez aprovechando la gran reputación de nuestro banco central, la primera sería la que ya muchos especulan, que es emitir dinero en un monto igual al déficit adicional que se vaya a generar por esta contingencia y que el banco de la república se lo preste al gobierno con unas reglas de juego claras y con garantías adicionales, lo cual tiene un costo mas bajo. La segunda política sería, que en lugar de emitir, el banco de la república desacumule el 10% de sus reservas internacionales para darle el préstamo al gobierno. Este puede ser un tópico polémico, porque las reservas por lo general se usan para pagar importaciones y corregir desequilibrios en la balanza de pagos que tiene un déficit cercano a los 7.500 millones de dólares, pero también se usan para evitar corridas especulativas en contra del efectivo local. En este momento el banco de la república tiene 53mil millones de dólares en reservas internacionales y una desacumulación controlada y con un fin determinado generará al país 21 billones de pesos adicionales que permitirán, o bien mantenernos en época de pandemia, o bien reiniciar la economía cuando el virus ya sea parte de nosotros.
El proponer estas salidas no quiere decir que el gobierno deba hacerlas ya, lo que quiere decir es que se debe tener un abanico de posibilidades tan amplio como lo están implementando otros países y que estemos dispuestos a usarlas de ser necesario.
*Ph. D. en Economía, experto en economía urbana y regional y docente de la Universidad Javeriana – Columnista invitado
[1] https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/boletines/pib/Anexos_produccion_constantes_II_2019.xlsx
[2] https://www.ft.com/content/26af5520-6793-11ea-800d-da70cff6e4d3