Lo que el nuevo gobierno ha llamado La Paz Total, no es otra cosa que el anhelo de millones de colombianos de tener un país libre de violencias y conflictos. Los acuerdos de paz con todos los grupos alzados en armas que hoy siguen delinquiendo a lo largo y ancho del territorio nacional deben ser prioridad en la nueva administración y para ello, se empieza con buena tónica.

Ya es de público conocimiento que hubo una primera reunión en Cuba por parte de representantes del gobierno Petro con la cúpula del ELN. Ya el Alto Consejero para la Paz Danilo Rueda, anunció que se reconoce la legitimidad de los representantes del Ejército de Liberación Nacional, aspecto que generó de inmediato un hecho de paz, tras la liberación de nueve personas que habían sido secuestrada por ese grupo insurgente en el departamento de Arauca.

Eso quiere decir que la cosa va bien, que se empieza un proceso con toda la seriedad entre las partes y sin duda alguna, quienes somos defensores de la Paz y la reconciliación nacional celebramos esos gestos que le hacen bien al país.

También aplaudimos la buena disposición que siempre ha manifestado Cuba de ser garante y coequiperos de nuestro país en la búsqueda de la gran paz nacional. Por supuesto, valoramos el ofrecimiento hecho por el presidente de Chile, Gabriel Boric, de ceder a su país como garante también del proceso con el ELN.

Todo esto estimula y genera un buen ambiente y además crea la confianza suficiente de que no estamos solos en ese sueño nacional.

Ahora bien, el ELN en adelante también debe seguir mostrando gestos de buena voluntad que permitan cesar las acciones bélicas y ataques a la población civil en diversas regiones del país.

Renunciar al secuestro, a la extorsión, a la voladura de oleoductos y al asesinato de miembros de la fuerza pública deber ser una de las exigencias principales del nuevo gobierno a esa organización ilegal.

Por su parte cuando hablamos de la Paz total tenemos también que incluir a las BACRIM, organizaciones criminales dedicadas de lleno al narcotráfico, a la minería ilegal y a la extorsión y que atemorizan con sus armas a varios departamentos, sobre todo, de la Costa Caribe, pero también a vastas regiones del suroccidente colombiano.

Sin duda que la metodología para este tipo de organizaciones que son en total más de 50 grupos armados ilegales sin ninguna unidad de mando y que por consiguiente no se les puede otorgar status político debe ser diferente a las conversaciones con el ELN.
Con las BACRIM, lo único que se les puede ofrecer es su sometimiento a la justicia, ya dependerá de esas organizaciones si aceptan o no los planteamientos del gobierno.

Si se logra neutralizar por la vía del diálogo a todos estos grupos armados ilegales, Colombia respirará otros aires. Evitaremos muchos baños de sangre, los cultivos ilícitos se menguarían y podríamos ver a la gente de la periferia vivir tranquilos sin las presiones y zozobra que generan estas agrupaciones en esas zonas.

Ya el proceso con la extinta guerrilla de las FARC nos dejó muchas lecciones, puntos a favor qué podrían eventualmente replicarse y algunos lunares que se pueden evitar en esta oportunidad.

El tiempo será quien determine el futuro de Colombia en materia de Paz y parece ser que este gobierno no quiere perder ni un segundo en ese propósito.