Por: Jaime Polanco
El mundo agoniza social y económicamente con el que pudiera ser el reto más importante de nuestra historia reciente. Un virus, un simple virus, ha puesto patas arriba todos nuestros valores, todas nuestras esperanzas, todos nuestros planes de futuro, incluso todas nuestras ilusiones.
El virus ha demostrado la fragilidad del sistema. El discurso político vacío, no solo de contenido sino de compromiso con los ciudadanos, llegó a los jefes de estado de las potencias más grandes, para desdicha de sus ciudadanos.
Esta crisis viene a demostrar algo que todos los pensadores e intelectuales del mundo vienen avisando desde hace décadas. La falta de liderazgo en el mundo se ha instalado para quedarse y perpetuarse, con el visto bueno de las minorías interesadas en un entorno tan desigual, que desgraciadamente beneficia a unos pocos en detrimento de la mayoría de la sociedad.
Demasiados mediocres dirigiendo nuestras vidas y nuestros designios. Demasiados visionarios de medio pelo jugando a las guerras mundiales, a las crisis económicas para dominar a otros, a las manipulaciones de la opinión pública para que ganen tales o cuales candidatos. En definitiva, a jugar con nosotros.
Cuantas y cuantas veces los que saben avisaron que las guerras modernas se iban a jugar en una probeta de laboratorio. Cuantas y cuantas veces avisaron del daño irreversible sobre la calidad de vida en nuestros países, por la nula capacidad de entender las consecuencias del cambio climático.
Cuántas voces se alzaron sobre los sistemas de salud de juguete, en la gran mayoría de los países donde ha primado más la corrupción, que las ganas de tener un sistema mínimamente adecuado, para las necesidades de los ciudadanos.
Cuanta literatura y cuantos discursos políticos vacíos dando a entender que el armamento, las guerras, los misiles, tanques y aviones, eran necesarios para mantener el equilibrio de las potencias y así asegurar el futuro de la humanidad.
Cuantos ricos y ricos hemos visto en las revistas y medios de comunicación especializados, constatando con una cierta complicidad del sistema, que la pirámide invertida existe. El poder y el dinero está en manos de unos pocos, dejando las migajas del sistema para el resto de los mortales.
Cuantas caras de incredulidad de la clase dirigente de los países, cuando un simple estornudo, un beso o un abrazo acaba con la ilusión y la esperanza de millones de personas.
¡¡Qué imbéciles los que no han entendido nada!! ¡¡Qué bobos los que de una manera barata han caído en la trampa de la demagogia!! ¡¡Qué irresponsables los que siendo avisados con anterioridad, anteponen los interés partidistas, electoralistas o peor aun, los personales en beneficio de su ego y de su futuro político!!
A todos ellos la sociedad les va a pasar cuenta de cobro.
Seguro que a nadie se le va a olvidar estos días recluidos en sus casas para no ser contagiados. Esas horas de angustia a la espera de no cometer errores, de cumplir con las reglas estadísticas y no ser contaminados. Ese permanente traqueteo de las noticias, las redes sociales, las noticias falsas, aumentando la presión sanguínea de cada uno independientemente de su clase social, religión o color, ante el anuncio del fin del mundo tal y como lo conocemos hoy.
Con seguridad que esta pandemia se va a terminar.
Seguro que los que la iniciaron soñarán todas las noches con ser infectados y así terminar con sus remordimientos y sufrimientos espirituales. Seguro que los que han gozado con el mal de miles de millones de personas ahora van a arrepentirse, dado que el virus se les ha “ido de las manos”.
Seguro que nuestra forma de vivir en el futuro cambiará.
Menos efusividad versus más virtualidad. Más tecnología versus más humanidad, más teletrabajo versus más oficinas, más desconfianza versus más complicidad.
Algunos de los paradigmas en los que creemos, afortunadamente, cambiarán. Algunas cosas que dábamos por sentadas, cambiarán también. Quizás más desconfiados, quizás más incrédulos de lo que nos rodea, quizás desencantados de una sociedad que nos ha dominado con medias verdades, para crear un pánico sin precedentes en nuestras cortas vidas.
Seguro que millones de personas van a salir reforzadas en su humanidad, su personalidad y su generosidad para con los demás. Seguro que nuestros compromisos sociales, políticos o ambientales van a salir reforzados. Esto volverá a demostrar la grandeza del espíritu humano, poniendo en su sitio la capacidad de ajuste de nuestra sociedad antes las grandes catástrofes. Seguro, juntos ganaremos.
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