El 1 de noviembre en Cundinamarca y el 2 de noviembre en Bogotá se declaró la calamidad pública por las afectaciones derivadas de los incrementos de las lluvias en la región. La preocupación se ha concentrado en los cuerpos de agua y en la inestabilidad de los suelos para sobrellevar las crecientes de los ríos y los deslizamientos.
Además de los cambios climáticos extremos, el crecimiento de los municipios ha provocado una presión sobre el uso del suelo alrededor de la cuenca del Río Bogotá y una sobreexplotación de los servicios ecosistémicos, que afectan negativamente al río y que impide que se adapte a las condiciones actuales, como las crecientes (CODS, 2020; Manrique, 2018; Probogotá, 2018).
Esta situación no es ajena al manejo irregular del ordenamiento territorial en Cundinamarca y Bogotá. La adecuación de los cauces de los ríos por la CAR, el cambio del uso del suelo y la urbanización descontrolada en los municipios no ha tenido como eje el ordenamiento del agua.
La Región Metropolitana – RM era una oportunidad para armonizar el modelo de ordenamiento territorial y la protección de la estructura ecológica principal en torno a la gestión del agua. Sin embargo, el esquema de integración que se aprobó deja la puerta abierta para la intensificación del volteo de tierras, configurado por los poderes políticos locales y regionales; y crea un Consejo Regional que usurpa las funciones de quienes fueron elegidos popularmente, el cual, ¡oh sorpresa! podrá decidir sobre el uso del suelo. Por donde se vea hay favorecimiento a negocios inmobiliarios.
La RM desconoce su misión fundamental de cuidado del agua y el medio ambiente en la región. Por eso, mi voto negativo a la RM obedece a una gran desilusión. Una vez entré al Concejo, en marzo de 2020, realizamos un gran encuentro de visión compartida entre Bogotá y Cundinamarca, ¡totalmente inspirador! Fueron concejales de casi todos los partidos, congresistas, organizaciones sociales, la administración de Cundinamarca y Bogotá, y entidades multilaterales y de cooperación.
El propósito de este encuentro era generar una construcción de sentido compartido entre Bogotá y Cundinamarca y en sus diversas expresiones, para trastocar y transformar la desconfianza existente. Eso solo se construye a través del dialogo, y eso fue no lo que no existió en esta RM. Lo que pasó durante el trámite de toda la RM, desde el Congreso hasta el Concejo, fue todo lo contrario. No se quiso reconocer la voz de la ciudadanía, no se quiso tejer confianza.
Y ese desconocimiento de la ciudadanía implicó que la RM que se aprobó en el Concejo de Bogotá excluyera la cuenca del Río Bogotá como un eje articulador de la región ¡Cuántas veces nos lo advirtió la ciudadanía! Incluso enfrentando una emergencia climática, el Concejo no representó a los ciudadanos. Lo que queda entonces con esta RM es un esquema subyugado a los intereses particulares y que intensificará las mayores ilegalidades, a través de las alianzas políticas que tradicionalmente han gobernado este territorio.