Mientras acompaño a la delegación del Gobierno colombiano en este viaje histórico a China, donde formalizamos el ingreso de nuestro país a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (la conocida Nueva Ruta de la Seda) y al Nuevo Banco de Desarrollo, me convenzo cada vez más de una idea que hasta hace poco parecía ambiciosa: Colombia puede convertirse en la potencia en inteligencia artificial de América Latina.
¿Por qué? Porque estamos empezando a tomar decisiones estructurales que nos conectan, literalmente, con el futuro.
Nuestra adhesión no se limita a acuerdos comerciales o proyectos de infraestructura tradicionales. Uno de los ejes más prometedores de esta nueva relación es la Ruta de la Seda Digital, una plataforma de cooperación lanzada por China en 2015, que busca fortalecer la conectividad global mediante tecnologías de punta: fibra óptica, 5G, centros de datos, satélites y plataformas inteligentes.
Ya hay antecedentes concretos en América Latina. En 2021, China y Chile avanzaron en el diseño de un cable submarino de más de 13.000 kilómetros que conectará el Pacífico Sur con Asia. Este proyecto, liderado por la estatal chilena Desarrollo País y la empresa China Mobile International, busca establecer una conexión directa entre ambos continentes, reduciendo la latencia, abaratando costos y posicionando a Chile como un hub digital regional.
En ese contexto, el presidente Gustavo Petro ha propuesto que Colombia impulse un proyecto similar, que nos conecte directamente con Asia a través de un cable submarino de fibra óptica desde nuestras costas del Pacífico. Esta idea no es futurista: es urgente, factible y estratégica.
¿Por qué es tan importante este cable? Porque hoy la inteligencia artificial (IA) depende, más que de cualquier otro recurso, de la infraestructura de datos. Cada vez que usamos un modelo de lenguaje, un sistema de diagnóstico médico automatizado o una plataforma educativa personalizada, hay una operación de procesamiento masivo de datos detrás. Y para que esa operación funcione con eficiencia, se necesita una red de transmisión robusta, segura y de alta capacidad.
Un cable de estas características podría ofrecer velocidades de transmisión de más de 60 terabits por segundo, con una latencia sustancialmente menor que las rutas actuales que atraviesan Norteamérica o Europa. Además, permitiría a Colombia acceder de manera directa a servidores, centros de datos y ecosistemas tecnológicos en Asia, disminuyendo su dependencia de intermediarios.
Y lo más importante: nos abriría la posibilidad de desarrollar IA desde el sur global, con nuestros propios datos, nuestras lenguas, nuestras realidades.
Colombia tiene talento científico, emprendedor y académico de alto nivel. Lo que muchas veces nos ha faltado es la infraestructura para escalar ese conocimiento y ponerlo a competir a nivel global. La fibra óptica no es solo una cuestión de conectividad. Es una condición habilitante para la equidad digital, la soberanía tecnológica y la transformación productiva.
Pero, una iniciativa de esta magnitud requiere de una financiación adecuada. Con la situación geopolítica actual, queda en duda la disposición o incluso capacidad financiera de entidades como el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional de apalancar este proyecto.
Aquí entra en juego nuestra reciente adhesión al Nuevo Banco de Desarrollo (NDB), creado por los BRICS como alternativa al modelo financiero tradicional. El NDB ya ha financiado más de 90 proyectos en infraestructura y sostenibilidad, muchos de ellos en conectividad digital. Con este nuevo acceso, Colombia puede estructurar propuestas técnicas con respaldo público-privado, en condiciones financieras más flexibles, sin condicionamientos políticos y con enfoque en el desarrollo a largo plazo.
No se trata de reemplazar unas alianzas por otras. Se trata de diversificar nuestros socios, de actuar con autonomía estratégica y visión de futuro. China no solo ofrece financiamiento: ofrece una visión de mundo basada en la conectividad, la cooperación y la infraestructura compartida.
Este viaje a China me deja una convicción: Colombia puede ser la potencia latinoamericana en inteligencia artificial. Pero solo si tomamos las decisiones estructurales que lo hagan posible. Conectarnos es una de ellas.
Es hora de dejar de ver la tecnología como un lujo o una herramienta para otros. Es tiempo de verla como una estrategia de desarrollo nacional, como una manera de que el conocimiento y la innovación broten también desde el sur global. La Ruta de la Seda ya no es solo una historia del pasado. Hoy, puede ser también el camino para que nuestros sueños viajen, se multipliquen y regresen convertidos en oportunidades para todos.

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