No jugó la selección nacional de fútbol esta semana y sin embargo las calles y avenidas de todos los pueblos y ciudades se vieron llenas de colombianos, con sus banderas al cuello, gritando y apoyando al país. Muy bonito pero muy raro.
Cuando juega la selección de James y Falcao, los colombianos siempre inundan las calles en gran cantidad, y si le ganamos a Argentina o a Brasil, de una vez proponemos como presidente de la república al que hizo los goles. Já, qué calidad; así somos.
De estas grandes concentraciones de público en las calles, se dio cuenta hace años por una monumental marcha cuando salimos a pedir la paz en medio de la guerra a la que nos había sometido el narcotráfico, que mataba diariamente más gente que el propio coronavirus.
Bueno; volvió a estar el público en las calles, esta vez no para celebrar goles pero sí con la camiseta puesta y bien apretada en el corazón y con la bandera bien enmuñecada con la única ilusión de desahogar la rabia por tener unos ministros indolentes, con demostrada incapacidad de reacción frente a los reclamos que la gente hace por los escasos salarios que reciben y el doble de plata que le sacan en impuestos; la gente salió a pedirles a los funcionarios que dejen de viajar al extranjero y a que vivan en Colombia para que puedan conocer la realidad nacional y salió a decirles también que no aguantamos más que sigan creyendo que nuestros huevos apenas valen 1.800 pesos. Ya esos ministros se dieron cuenta que valen más, sobre todo ese tacaño de Carrasquilla, que por lo que nos dijo, no compra mercado y que ni siquiera lleva hambre a la casa. No nos importó salir a la calle, así esa concentración fuera mas…iva………mente.
Los colombianos siempre nos encerramos en nuestros propios problemas y necesidades sin importar los problemas de los demás. Eso nos ha hecho insolidarios. Y por eso también sufre solo, porque supone que si comparte su dolor el otro se alegra. No sería raro que así fuera.
Pero en las marchas de esta semana fue al contrario; ya no se trata de las necesidades de cada uno; ahora sabemos que las necesidades de cada uno resultaron siendo las mismas necesidades del otro, de todos y cada uno, y eso fue lo que permitió que el país clamara unido en el reclamo. No queremos más indiferencia de los gobernantes para su pueblo. No queremos más impuestos presentados como necesidades, no queremos más violaciones a los derechos adquiridos, no queremos menos salarios y más pobreza, no queremos más trabajo y menos salarios, no queremos más bandidos y menos obras, no queremos más desgobiernos en nombre de la democracia.
Necesitamos que los gobernadores y alcaldes se acuerden que fueron elegidos y no ungidos y que sus habitantes quieren que siquiera por una vez, sean escuchados. Necesitamos que los elegidos sean capaces de mirar a los ojos a sus conciudadanos, sin mentirles.
De manera pues, que hoy somos los colombianos los que integramos una selección nacional unida, a la que Ospina, James, Falcao, Zapata y Muriel han dicho sumarse para querer ayudar a defender.
Esta selección nacional está compuesta nada más y nada menos por quienes decidimos que en adelante no nos dejaremos quitar nuestros derechos y además los defenderemos; por quienes decidimos decirle a la justicia que actúe justamente; por quienes decidimos decirle a los gobernantes que si se hicieron elegir para gobernar pues que gobiernen; y está compuesta por quienes decidimos que nadie nos quitará más bajo ninguna condición lo que nos pertenece y que en adelante tendrán que utilizar dignamente la gobernabilidad.
La gobernabilidad es la confianza que les dimos el día del voto. Esa gobernabilidad la entregamos el día que elegimos a los que consideramos nos podían gobernar. Y con ese “pase” que les damos pueden gobernar y hacer lo que consideren necesario e importante para la nación, el departamento y el municipio; pero ese “pase” debe revisarse y renovarse todos los días, en cada acto, en cada firma, en todo momento.
El cargo de presidente, de gobernador y de alcalde, no es más que una representatividad que se deben ganar diariamente con más trabajo, con más seriedad, con más amabilidad, con más esfuerzo que el resto de sus ciudadanos. Hoy elegidos podemos preguntarles si han honrado al pueblo con ese trabajo, con esa seriedad, con esa amabilidad y con ese esfuerzo que se espera estén dando en beneficio del pueblo que lo eligió. Pero por hoy no les pidamos la respuesta; dejemos que respiren estas preguntas.
Decía pues que Colombia decidió vestirse de selección nacional. Ahora todos estamos jugando en el mismo equipo y por eso se ha anunciado otra marcha y es la lucha por la vida. Queremos vivir sin gobernantes soberbios, inútiles e incapaces.
Desde la aparición de la ley 100, a la que los políticos proponentes entre ellos Uribe (otra vez Uribe) le atribuyeron ser la solución a todas las enfermedades – lo cual es cierto porque esa ley 100 ha logrado matar mucha gente siendo esa una forma de solucionar las enfermedades -, ha sido mucho más cara y más difícil la atención en salud para los colombianos y porque no es fácil aplicarla, las epeeses, las ipeeses y todas esas heces, han hecho lo que les ha dado la gana con nuestra salud. (Es la ley que más reglamentaciones ha tenido en Colombia).
El actual ministro de salud radicó una reforma ante el Congreso y ya radicada algunos funcionarios del ministerio de Hacienda le modificaron algunos artículos sin consultar con el ministro de salud. No era raro, pues los de Hacienda fueron los que metieron al presidente Duque en este berenjenal de hoy.
Ha sido muy extraño que el ministro de salud, considerado un ministro estrella o superpiloso, haya guardado silencio ante semejante atropello y más penoso aún que después de eso no haya renunciado al cargo, lo que se esperaba para hacerse dignamente respetado.
Esa reforma a la salud debe darse dentro de los criterios legales que garanticen la adecuada prestación del servicio para una muy buena atención. Atención quiere decir que le entiendan al paciente cual es su problema o enfermedad y sea bien medicado o tratado. Si no son amables no importa, mientras atiendan. Los prefiero bien serios pero solucionando la enfermedad. Esa reforma a la salud se necesita como remedio. Y como los médicos siempre nos han dicho que para mejorar la salud es bueno caminar, entonces marcharemos para mejorar la salud. Ojalá la reforma acabe con todas esas eses y heces.
Seguramente el país nacional lamenta todas las vicisitudes que vive el presidente Duque. Los gobernantes se hacen elegir para lo bueno y para lo malo y Duque tiene que enfrentar las culpas de haberse preparado para ganar las elecciones pero no estaba preparado para gobernar y sufrirá también por la perversidad de unos ministros gamonales, a quienes les delegó una función que nunca les vigiló y estos se dedicaron a favorecerse con contratos personales en dólares con las entidades financieras internacionales prevalidos de que ahorcándonos, se les aprobaría la reforma. Querían vivir en el extranjero y lo han logrado, porque el país nacional no los quiere ver por acá ni siquiera para tirarles un huevo.
Es muy extraño que Duque como Jefe de Estado haya dejado la reforma en manos de ministros y funcionarios de medio pelo, y también es extraño que no haya salido a explicar la reforma, ni a defenderla, siempre escondido y lejano del tema, lo mismo que en el tema de la compra de aviones. (Buenos para nada los consejeros).
Celebro mucho que haya sucedido lo que escribimos la semana pasada al respecto: “Si Duque no tiene un amigo que le haga ver la gravedad que vive hoy el país, pues que se busque un enemigo para que se lo diga”. Y así fue; el enemigo lleva más de ocho días diciéndole lo que debe hacer, enfrentando lo malo que le toca a los gobernantes, haciéndolo trabajar en el cargo para el cual fue elegido, todo lo cual él pudo haberlo hecho solito, antes y sin problemas. Hoy la selección nacional no solamente tiene a James, Falcao, Ospina, Zapata o Muriel. También tiene a todos los colombianos defendiendo lo único que nos queda frente a estos ineptos gobiernos: la dignidad.
Y está muy bien visto que Duque haya dejado la televisión por unos días para dedicarse a atender las funciones de presidente, cargo para el cual se hizo elegir. Los presentadores de televisión también tienen derecho a descansar.