Un twitter de Martín Santos Rodríguez el viernes 6 de noviembre en horas de la mañana, ha llamado mi atención.
Dice el mensaje que “la justicia colombiana condena a Vicky Dávila por revelar un video íntimo y causar perjuicios a una familia, razón por la que se ve obligada a abandonar su trabajo, no por la tal persecución de JMS (Juan Manuel Santos). Fin”. Y a continuación presenta fotografía del fallo judicial en contra de la aludida, que es una señora de profesión periodista.
Sin muchas disquisiciones, creo que la verdad es lo más ofendido que hay en el mundo. Particularmente en Colombia hay profesionales en ofender la verdad, y en nombre de la verdad hacer creer o hacer aparecer o hacer nacer “verdades o realidades” muy diferentes a la verdad.
A Laureano Gómez le atribuyeron la frase “calumnia, que de la calumnia algo queda” y algo quedaba; el francés Charles Muricie de Talleyrand, conocido simplemente como Talleyrand escribía por allá en 1800 que “la palabra le fue dada a los políticos para ocultar su pensamiento”. En otro texto (no lo recuerdo) leí “que la palabra le había sido dada al ser humano para ocultar la verdad”.
En las facultades de Derecho de todo el mundo enseñan a los estudiantes el valor de las palabras a través de las interpretaciones que se pueden dar dentro del contexto en el cual se litiga, partiendo de una premisa que se supone verdadera. La suposición en este caso difiere de la presunción, pues en esta se requiere que sea de hecho o de derecho.
En las facultades de periodismo se prepara al profesional para que exprese la verdad en lo que la realidad le muestra, sin reticencias, pero con pruebas.
Nos encontramos entonces, en el caso que iniciamos, que la sanción contra la periodista no obedece al poder intimidatorio de un presidente sino a la equivocada presentación a la cual le sobró mucha irresponsabilidad y no debieron el medio ni la periodista buscar ventajas radiales ni provecho periodístico con la nota en mención.
La Constitución Política de Colombia en el artículo 20 le traza a los medios de comunicación y a los periodistas, unos elementos normativos que deben tener en cuenta, empezando que no los censura, que les da la garantía de expresarse, de opinar y de informar, siempre y cuando la información, la expresión y la información sea imparcial y tenga como fuente la verdad.
En cuanto a la libertad de información como derecho, la Corte Constitucional “ha afirmado que la veracidad de una información hace referencia a hechos o a enunciados de carácter fáctico, que pueden ser verificados, por lo que no cubre las simples opiniones. No obstante, en algunos eventos es difícil en una noticia distinguir entre hechos y opiniones, por ello, se ha considerado que vulnera el principio de veracidad el dato fáctico que es contrario a la realidad, siempre que la información se hubiere publicado por negligencia o imprudencia del emisor. Igualmente, la Corte ha establecido que es inexacta, y en consecuencia en contra del principio de veracidad, la información que en realidad corresponde a un juicio de valor u opinión y se presenta como un hecho cierto y definitivo, por eso, los medios de comunicación, acatando su responsabilidad social, deben distinguir entre una opinión y un hecho o dato fáctico objetivo. La veracidad de la información, ha afirmado la Corte, no sólo tiene que ver con el hecho de que sea falsa o errónea, sino también con el hecho de que no sea equívoca, es decir, que no se sustente en rumores, invenciones o malas intenciones o que induzca a error o confusión al receptor”. (Sentencia T-040 de 2013).
Y sobre el derecho a la libertad de expresión, libertad de información y opinión, en esa misma sentencia la Corte nos enseña que “Por su parte, la libertad de información, como especie concebida dentro de la libertad de expresión, se constituye, pues, en un derecho fundamental cuyo ejercicio goza de protección jurídica y a la vez implica obligaciones y responsabilidades, que se sustentan en los principios de veracidad e imparcialidad, y en el derecho de rectificación. Así, ante la colisión de derechos fundamentales como la libertad de expresión e información y los derechos a la intimidad, al buen nombre o a la honra, respecto de los cuales la Constitución no establece ningún orden jerárquico que sirva de directriz para resolver tales conflictos, al juez le corresponde hacer una cuidadosa ponderación de los intereses en juego teniendo en cuenta las circunstancias concretas”. Y aquí el Tribunal actuó en Derecho, como tiene que actuar cualquier colombiano responsable.
Eso lo tienen que saber los periodistas, sobre todo aquellos que reconocen que los medios de comunicación donde laboran tienen bastante aceptación, pero esa buena sintonía de que disfrutan no los faculta para decir o presentar lo que les dé la gana.
Lo que busca la Corte Constitucional con estos postulados, es garantizarle al periodista la debida protección de los derechos solo si lo hace acompañado de los principios de respeto por los demás y por la verdad, pero los periodistas exceden su vanidad y producen noticias y opiniones sin aplicar los verdaderos fundamentos exigidos por la Corte. Ahí es donde se equivocan. El periodista respetable es el que presenta responsablemente lo que debe y puede presentar, que además siempre dice la verdad que es y no la que se inventa.
Los políticos muchas veces utilizan a los periodistas y medios de comunicación para que les amplifiquen sus “verdades” que resultan siendo “falsos positivos”.
En Colombia es normal que en las ruedas de prensa los convocantes mientan y no presenten pruebas verdaderas y pese a que los periodistas reconocen esos engaños, los medios los reproducen sin advertir siquiera ligeramente de la irresponsabilidad y de las mentiras de quienes las pronuncian. Y entrevistan luego a la contraparte, buscando dicen que “el equilibrio informativo”. Para risas.
El ejemplo dado por los medios periodísticos televisivos de Estados Unidos, emocionó a todos los que le dan a la verdad todo su valor probatorio. El actual presidente de Estados Unidos invitó a los periodistas para decirles que “le estaban robando las elecciones” cuestionando todos los fundamentos de la democracia norteamericana, pero no dio una sola prueba. La respuesta de los medios que transmitían esa rueda de prensa fue cerrar la transmisión, sin mandarlo a callar, sin controvertirle una sola palabra. No era necesario; sus palabras no tenían sustento, sin verdad y sin pruebas.
Para sancionar o castigar a los periodistas que mienten en Colombia, simplemente se cambia de dial, de canal o de periódico. Generalmente no se pasa de ahí.
Por eso no deja de sorprender que la periodista cuestionada en algunas ocasiones busque la solidaridad de sus colegas ante, según ella, una eventual amenaza de un juez a su “libertad de informar”, desinformando la periodista una decisión judicial que logró demostrar y probar que la periodista agredió y violó los derechos de los ciudadanos. Patrañas.
El periodista responsable y que dice la verdad, no tiene problemas de ninguna naturaleza, ni siquiera el repudio. Me recuesto en las palabras también vía twitter de la señora Vanessa De La Torre, expresentadora de noticias de televisión cuando dice que “los periodistas estamos para decir, buscar y difundir verdades….”.
Cerramos este capítulo que nunca debió darse, pero se da porque a los medios de comunicación hay que recordarles que deben respetar los derechos de los demás y orientados a la expresión de la verdad y hoy terminaron siendo sancionadas por un tribunal que encontró que ese irrespeto produce una afectación de los derechos de los demás y una periodista quiere hacernos creer que su profesión sirve para todo, inclusive para violar la Constitución y la ley.
Por si no lo sabe, ella por su profesión debería ser la primera llamada a respetar los derechos de los demás, a decir la verdad y a proteger las normas de la República, las mismas que a veces ella invoca para que la defiendan.
Finalmente, con el trino del señor Santos Rodríguez parece que están de acuerdo los periodistas de Colombia, porque no se sienten los colegas de la señora Dávila atacando la decisión del juez y de paso respaldando jurídicamente la reprochable y atrevida información de la periodista. Y esa solidaridad de los periodistas con la verdad y con el respeto por los derechos ajenos es la que se puede aplaudir y celebrar.