En los últimos tiempos nos han querido vender la historia de que las drogas no son un veneno, que no destruyen vidas, que llevan a la felicidad y otra sarta de falsedades. Hay quienes incluso se atreven a decir que representan “progresismo”, el siglo XXI, el libre albedrio y la garantía de derechos.
Sin embargo, y ante todas estas falacias que nos han querido imponer en la sociedad, debemos reaccionar con contundencia y proteger a los niños, niñas y adolescentes, quienes son los que mayores riesgos corren. Tenemos a un gobierno nacional que es permisivo, en el que lo malo es bueno y lo bueno es malo. A través de este tipo de discursos se engaña a diario a cientos de personas, incluso por medio de la televisión pública.
Tan es así que las cifras no mienten y lo llevo al plano de Bogotá. Aquí tenemos alarmantes casos de menores de edad afectados por las drogas y el alcohol. Como consecuencia hay hogares destruidos, en búsqueda de ayuda y luchando por rescatar a esos seres queridos que han caído en estos venenos.
La ciudadanía debe saber que entre el 2020 y lo que llevamos de este 2024 se han registrado 10.686 atenciones a menores de edad en servicios de salud del distrito por trastornos relacionados con consumo de sustancias psicoactivas. Localidades como Kennedy, Puente Aranda, Bosa, y Fontibón son las que reportan mayor número de casos.
Recientemente conocí el testimonio de una madre que lucha por sacar a sus dos hijos del abismo de la drogadicción, pues en un abrir y cerrar de ojos fueron envueltos por supuestos amigos que los sumergieron en ese mundo.
Y es que en la capital del país los jóvenes entre los 14 y los 17 años son los que reciben el mayor número de atenciones por consumo de drogas o alcohol. Ante esta realidad, que no se puede tapar o esconder, insisto en que en los entornos escolares se deben brindar garantías. El Distrito tiene la enorme responsabilidad de enfrentar a los jíbaros, de mejorar la seguridad en este tipo de espacios y de brindar jornadas de sensibilización.
Sin embargo, siento gran preocupación al constatar la falta de voluntad y desidia que muestra una secretaría como la de Educación a la hora de incorporar programas pedagógicos. No han querido sacar adelante una Semana de Prevención al Consumo, a diferencia de otras entidades que sí tienen las ganas y reconocen la problemática que tenemos. Tampoco asisten a las mesas de trabajo que se les convoca para hablar de estos asuntos.
No se trata de un capricho, hay es que aceptar la realidad. En Bogotá hay menores de cinco años de edad que deben ser atendidos por consumo de alcohol, las subredes de salud reportan 1.483 atenciones de este tipo en los últimos cinco años. Es escandaloso.
Recientemente, desde el Distrito anunciaron el programa “Entornos Escolares Inspiradores”, pues bien, yo los invito a que prioricen los temas de consumo de drogas y alcohol que precisamente son cada vez más frecuente en esos espacios. Hay que ponerse la camiseta, ya que el gobierno que dice ser del cambio no tiene el más mínimo interés en afrontar este problema.