Fue un triunfo de los camioneros y de los colombianos derrotarle a Petro su intransigencia neoliberal de igualar el costo del ACPM de Colombia con el de Estados Unidos, un país que carece de una empresa como Ecopetrol y en el que el petróleo en el subsuelo no es del Estado sino de los particulares. Y con cada gringo con un ingreso promedio diez veces mayor que el del colombiano promedio, a la par que ese encarecimiento le resta competitividad a la industria y al agro nacionales para exportar, competir con las importaciones y generar más empleos.
Conocidas esas realidades, se entiende mejor por qué encarecer el ACPM y reducir la competitividad de Colombia es una política del FMI, que, como se sabe, representa los intereses de las grandes potencias con las que competimos. ¡Y a esto se sometieron Petro y la cúpula petrista! ¡Luego de que por muchos años se opusieron a encarecer los combustibles! ¡Y en el gobierno que se presenta como “del cambio”! ¡La gran estafa!
De lo peor fue la mala fe con la que Petro y la cúpula petrista enfrentaron este reclamo democrático. Porque se dedicaron a engañar, al decir que era un paro de los grandes camioneros, cuando la calles y en su dirección también estaban los pequeños y los medianos, a quienes golpea más duro, hasta quebrarlos, el ACPM muy caro.
Petro también ocultó que el ACPM muy costoso es contra toda la economía de Colombia –empresarial, por cuenta propia, campesina e indígena–, y agrava el desempleo y la pobreza, los peores problemas de los sectores populares que él dice representar. Y en su miopía populista y retardataria, agitó el irracional discurso antiempresa que lo caracteriza. Como si esa no fuera la forma económica que mejor puede introducir a un país en las ciencias y las tecnologías complejas, crear más riqueza por hora de trabajo, ofrecer los mejores empleos, elevar el nivel de vida de la población y competir con otras naciones.
Su mayor engaño se los tiró Petro a los paupérrimos, los pobres y las clases medias, que son los que en últimas pagan el ACPM en todos los países, al consumir lo que se transporte en camiones y volquetas y pagar los pasajes de los buses. Porque, sin importar su tamaño, los transportadores se quiebran si no les transfieren todos los costos de sus operaciones a los consumidores, incluidos los peajes que Petro está encareciendo y sobre los que también hace demagogia.
Con tantos timos, Petro debe agradecer que en Colombia los títulos universitarios no se pueden revocar. Porque perdería el suyo de economista, dada su suprema irresponsabilidad en este debate. Falacias además calculadas con fines turbios, porque Petro no es idiota, con el fin de engañar a las bases petristas y a los demás colombianos.
Coletilla: el neoliberalismo de Petro y de su cúpula de alcahuetes enmermelados se destapa al conocerse estos subsidios al ACPM, en millones de dólares: China: 212.100; India: 106.600; Japón: 135.000 y Brasil: 37.800. Y la fobia antiempresa de Petro también se demuestra por su respaldo a la apertura y los TLC y porque no hace nada por proteger a las siderurgias colombianas, muy acosadas por las importaciones de acero de Rusia y China.