La dramática escalada del conflicto en Ucrania pone de manifiesto, una vez más, la poca capacidad de la ONU para dirimir las disputas entre países y asegurar la paz. En un mundo reacio al multilateralismo, donde se intensifican las amenazas globales, se agudizan las desigualdades y se multiplican los conflictos; la ONU se ha convertido en un actor cada vez más marginal y cuestionado. ¿Puede una organización que ha permanecido intacta desde 1945 ser la plataforma para resolver los problemas actuales? ¿Se encuentra el multilateralismo en peligro de extinción? (El País, 11 de marzo, 2022)
Esta discusión se ha venido dando desde hace unos años, pero no solo con relación a Naciones Unidas. En nuestra región seguimos viendo a una famélica OEA, sin ninguna capacidad de resolución de conflictos, la cual los países usan y abusan a su gusto. Los cuestionamientos hacia el sistema internacional empiezan especialmente, desde la violenta reacción de Donald Trump al sacar a Estados Unidos del Acuerdo de Paris, desfinanciar la Organización Mundial de la Salud en medio de una pandemia, o acusar a los gobiernos de Europa de no aportar el mismo monto a la OTAN.
El hecho que suceda no quiere decir que nos debemos habituar a esta realidad y mucho menos recibirla de la mejor manera. Por el contrario, esta reacción que esta teniendo el planeta hacia los organismos multilaterales ha sido absolutamente triste, pasional, y carente de análisis de la historia reciente de la humanidad. (Sí, la I y II guerra mundial son historia reciente, el homo sapiens apareció hace 120.000-100.000 años aproximadamente).
El primer intento de crear una entidad multilateral fue la Sociedad/Liga de las Naciones, creado por el Tratado de Versalles en 1919. Este tratado fue una de las causales de la II Guerra Mundial, y, por ende, un mecanismo inviable para evitarla. Este tratado contempló diversas cláusulas, tales como: territoriales, militares, morales y políticas, económicas y laborales. Sin embargo, el punto más resaltable es en el cual Alemania acepta la responsabilidad total de haber causado la guerra, motivo por el cual se compromete a pagar una gran indemnización a las potencias que vencieron: Reino Unido, Francia y Rusia.
Esta indemnización deja a Alemania en una situación vulnerable y de amplia desventaja frente a los demás países, pues esa era la intención de ciertas naciones, que Alemania no puiera recuperarse económicamente. También, cabe mencionar que los teutones tuvieron que ceder una parte importante de su territorio.
Esto fue aprovechado por Adolf Hitler como una de las causas para empezar el rearme, y la guerra que dejaría entre 50 y 60 millones de personas fallecidas, contando soldados, victimas (judíos, rom y minorías) y sociedad civil, acabando toda Europa y con escenarios de guerra en Asia y África.
A raíz de este conflicto se creó la Organización de las Naciones Unidas – ONU, la cual surgió del horror visto por la humanidad en las décadas de los 1930s y 1940s. Al final de la guerra, lideres mundiales de todo el planeta decidieron crear una organización internacional para evitar guerras parecidas a la que acababa de finalizar. Este organismo con el tiempo iría adaptándose a las circunstancias con la creación de agencias y departamentos, para hacerle frente a diversos retos de la humanidad como la hambruna, la enfermedad, la equidad de género o la crisis climática.
Si se juzga a esa organización por los hechos recientes donde no ha servido su intermediación en la guerra de Ucrania, sus fracasos al no parar los genocidios de Bosnia (1995) o Ruanda (1994), o en la última invasión a Iraq, cuando organizó el teatro para que EE.UU “legitimara” esa acción militar, o las malogradas misiones de Paz en Haití, Republica Democrática del Congo o Sahara Occidental (en este último, los habitantes siguen a la deriva mientras que ese organismo sigue sin acciones concretas), es claramente un desempeño pobre, frente a los inmensos retos mundiales.
Sin embargo, existen razones para analizar este organismo de manera distinta. Para empezar, podemos nombrar el rol protagónico que tuvo en nuestro vecindario como garantes de la paz en Guatemala y El Salvador. Ha impulsado los tratados de prohibición de pruebas nucleares como el NTBT en 1963 y el CTBT en 1996. Además, la ONU desempeñó un papel vital en la crisis del Canal de Suez de 1956, hizo que Francia, Gran Bretaña e Israel retiraran sus tropas de Egipto, y también resolvió la Guerra de Corea y la Guerra de Vietnam.
No obstante, el COVID 19 y la guerra de Ucrania, dos eventos que cambiarán nuestra realidad (¡y pasaron en los últimos 2 años!), han demostrado que las sociedades, y sobre todo en los países ricos, se han olvidado del porque de la ONU. Se han olvidado de los horrores de la guerra, o y del porque nació.
Incluso, a pesar de todas las críticas, demoras y contradicciones de la Organización Mundial de la Salud – OMS, se ignora, el esfuerzo y la coordinación titánica de COVAX, para distribuir vacunas para el COVID 19, a los países más pobres:
“(En abril 8 de 2021), más de cien territorios en seis continentes ya (habían) recibido 38 millones de vacunas contra la COVID-19 a través del mecanismo COVAX…
El hito se (logró) cuarenta y dos días después de la primera entrega de las dosis en Ghana, el 24 de febrero. Entre las cien economías que recibieron los cargamentos de vacunas de las compañías farmacéuticas AstraZeneca, Pfizer-BioNTech y el Serum Institute de la India hay sesenta y una economías de bajos ingresos.
Pese a la menor disponibilidad de vacunas durante los meses de marzo y abril (de 2021), COVAX (esperaba) entregar las dosis a todas las economías participantes que (solicitaron) vacunas en el primer semestre del año”. (Noticias ONU, 8 de abril, 2021)”
¿Esto hubiera sido posible sin la OMS?
Hay un logro que es clave, que está presente desde el origen de la ONU, y que la mayoría de la población da por sentado y critica porque no tiene resultados, pero que es imperativo para mantener la paz, y es el comienzo de acuerdos, esto es el diálogo. Se entiende como algo vago y sin resultados concretos.
Pero el diálogo, el tener canales de comunicación o un espacio donde países en confrontación tengan un lugar donde hablar, y exponer sus argumentos, es necesario cuando estamos al borde de una guerra o en medio de una, como en la actualidad. Esto tuvo su máxima expresión durante la guerra fría, donde las dos potencias tenían tensión constante, pero nunca llegaron a un choque bélico.
Por medio de estas conversaciones pudieron acordarse ceses al fuego, corredores humanitarios, reglas de la guerra, y acciones conjuntas para proteger la vida de civiles. Por medio de esas inútiles conversaciones, Israel y Palestina han alcanzado acuerdos acerca la Franja de Gaza.
Es más, para quienes creen que China es una amenaza, el sistema de Naciones Unidas, sus tratados, resoluciones, acuerdos y lobby, pueden funcionar para controlar, o mantener en su justa medida, las acciones del gigante asiático. En lugar de debilitar a la ONU, Donald Trump y sus seguidores deben fortalecerla y ampliarla para que sea la totalidad del mundo, quien lleve a sus oponentes al cauce que ellos (los Trumpistas) quieren. Es una decisión estratégica.
Un ejemplo de esto puede ser el fortalecimiento del sistema que monitorea los derechos humanos, para que China pare su abuso a la población Uigur, lo que es un punto muy preocupante para Occidente, y siempre es una conversación necesaria en cualquier escenario internacional.
Por sus acciones positivas en el pasado, por los necesarios ajustes y, sobre todo, por los retos globales venideros como el comercio, la crisis climática, futuras pandemias, y la paz, se hace necesario que el mundo (insisto, los países ricos) rodeen y fortalezcan a la ONU. Esta es el único organismo en el planeta, que tiene la capacidad para mantener la comunicación entre opuestos, para que sigamos la senda de los últimos 150 años que han sido los más pacíficos en la historia de la humanidad.