Japón cumplió su promesa, los Juegos Olímpicos de Tokyo iniciaron hace pocos días luego de tener que retrasarse un año por la crisis mundial del COVID-19, todo apunta a que esta edición de las competencias pasará a la historia, y no precisamente por ser el evento deportivo más esperado y con mejor recibimiento.
Cero contagios, favorecer la reactivación económica y un país unido que entusiasmado recibiría a los atletas y sus equipos fueron las promesas que se anunciaban con claridad y firmeza.
Un año después de la fecha original de los juegos se ve naturalmente la presencia de contagios, horarios de comercios y negocios limitados, poca apertura económica y un amplio descontento y enojo con la situación del país. Pocos sientes que esos juegos están lejos re representarlos o interesarles. Todo esto con un rango de vacunación de su población estimado en un 20%.
El viernes (30 de julio) se registró la mayor cantidad de casos en Japón, el país marcó el récord de 3300 casos nuevos.
Algunos han asociado esta edición olímpica con “Los Juegos del Hambre”, por el bajo nivel de aprobación que el gobierno japones enfrenta, el más bajo en su historia, esto por lo costoso que han resultado los juegos, los habitantes de Tokio pagan de sus impuestos la realización de la competencia olímpica pero por las medidas sanitarias no pueden asistir a verlos.
En este evento japones de interés mundial, no puedo evitar pensar que existen aspectos que me hacen recuerdan el contexto colombiano.
El primero se centra en la necesidad de relevancia internacional al realizar eventos deportivos, la Copa América pretendía ser los juegos olímpicos, fue casi al último minuto que se renunció ese honor.
Japón desde hace unos años ha tenido problemas de Derechos Humanos, los niños atletas en Japón sufren abusos físicos (taibatsus), sexuales y verbales durante sus entrenamientos, a raíz de eso se evidencian casos de depresión, suicidios, discapacidades físicas y traumas crónicos resultantes de estos abusos, eso indica un informe de Human Rights Watch.
HRW también denuncia que el país asiático obliga a las personas transgénero a ser quirúrgicamente esterilizadas si desean el reconocimiento legal de su identidad de género.
En Colombia se podría decir que también se ataca a los estudiantes, especialmente si marchan, se les trata de delincuentes, o en general, a cualquiera que proteste. Acá un ejemplo de lo preocupante de nuestra situación.
Quizás el punto en que más nos acercamos al contexto japones es en la parte de las promesas, muchas solo contaban en la campaña, protección del medio ambiente, más seguridad, apoyo al proceso de paz y a las víctimas.
Solo basta recordar un ejemplo reciente, la tragedia o maldición que vive Ituango. De la desigualdad y pobreza ni hablar.
En Colombia constantemente estamos jugando a sobrevivir.