Les presento a los ‘álmans’, la opinión de Almudena González Barreda

Ahora que Alemania está de moda por hacer un boicot a la fresa de Huelva, la española, les voy a descubrir por qué creo que, si el gobierno cobarde de Pedro Sánchez no se impone en la Unión Europea, dicho boicot tendrá éxito.

Parto de un hecho básico; los alemanes son alemanes y cada uno tiene un ‘álman’ dentro. Puedes o no verlo salir; la mayoría lo tiene a flor de pie, lo notas en sus sandalias con calcetines; otros lo tienen algo más disimulado, latente, como cuando desaprueban con la cabeza que le des un caramelo a tus hijos en lugar de un pepino cortado en cuadraditos; los menos no lo son, pero saben ponerse a su altura cuando toca.

El ‘álman’, ese que tiene el jardín perfecto, lleno de figuritas de gnomos y los setos cortados a una altura de dos metros, medidos con regla milimétrica. Es ese apasionado por dejar notas de quejas, hacer fotos para denunciar y denunciar al Ordnungsamt –el orden público- si la música de una fiesta sigue sonando a las 11.01 de la noche. Ese vecino de sonrisa afable con los dedos ágiles para saludar cada mañana y para marcar el teléfono y quejarse de todo haciendo por supuesto goshting (sin dar la cara). Siempre tiene un puntito de envidia mala de todo lo ajeno, cuida su coche y lo lava y abrillanta casi cada semana, y hace estudios de mercado para compras de consumo desde el zumo hasta la zapatilla de deporte. ¡Ah! y se desvive por el fútbol. Es el que lee la letra pequeña de cada producto que compra para saber cuánto CO2 ha dejado de huella o cuántas palmeras se han talado para producirlo. Ese, ese que es particularmente inepto y se esconde en dos realidades muy alemanas: la norma y el grupo.

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La norma, oráculo de verdad

En Alemania, señores, una norma gusta más que a un tonto un lápiz, y de hecho es la norma la que rige toda la vida: vecinal, social, laboral hasta la moral. Si no se puede hacer algo, no se puede. Si lo haces, te denuncio. Si no hay norma, no lo hago. Si hay una norma que me beneficia, me acojo a ella. Si hay una norma que está en el limbo entre dos administraciones… topas con la burocracia y como nadie va a tomar una decisión, porque el ‘álman’ no se equivoca nunca, es como entrar en el laberinto de Alicia y ahí te pierdes. Pierdes la paciencia, la alegría, las fuerzas y pierdes hasta los papeles.

No sé si siguen el programa Top Gear, de automóviles, presentado por el inglés Richard Hammond. Richard explica muy bien en uno de sus capítulos el “ser alemán”, lo hizo con el chiste que les resumo: Un inglés, un español y un alemán están juntos tomando una cerveza y el inglés pregunta: “¿Qué te pasaría en tu país si te quitan el carnet de conducir y te pillan conduciendo?”. Inglés y español responden con sus respectivas multas: podría ir a prisión, me podrían una multa mayor y seguro tocaría hacer trabajos comunitarios. Cuando responde el alemán a esa pregunta que no entiende es: no se puede. NO SE PUEDE. NO SE PUEDE CONDUCIR SIN PERMISO. Y todos se ríen.

Saltarse una norma no está en el ADN alemán, aunque muchos lo hagan y eso es un aire de esperanza para los mortales que metemos la pata, puede que algún día el porcentaje de ‘álmans’ decaiga.

La fuerza viene del grupo

El otro punto importante que sí está en el ADN alemán es el de pertenencia al grupo. El ‘álman’ además es grupal y gregario, es decir, forma parte de un grupo sin distinguirse de los demás, especialmente si carece de ideas e iniciativas propias y sigue siempre las de los demás. (acep. 2 R.A.E) Cuando se distingue es para seguir una norma, claro.

El ‘álman’, que no es social,  pero tampoco asocial, se relaciona en grupo. Me explico, Alemania está llena de clubes y asociaciones para todo, y  son la base de sus relaciones sociales: club de Tenis, de Ping pong, de Fútbol, de Bádminton, de tiro al plato, de bicicleta, de bolos, de limpiar el bosque, de organizar las fiestas, de liderar la parroquia, de manualidades, de costura, de todo. Pero no se piensen que de ahí nacen grandes amistades. No. La amistad requiere romper normas y los ‘álmans’, que no los alemanes, lo de romper normas, jamás. Además, y esto ya es mío, la envidia no deja paso a la amistad y la envidia es muy de ‘álmans’.

Al ‘álman’ la fuerza le viene de la pertenencia al grupo. Ahí dentro se siente grande, porque el grupo es grande, o al menos eso es lo que piensa, y si el grupo dice A, el ‘álman’, dice y hace A.

Si tus amigos se tiran por un puente…

Ya les he contado que desde que hay ayudas a la compra de coches eléctricos, no hay ‘álman’ sin su eléctrico. Si el gobierno dice que para cuidar el planeta hay que cambiar el coche, poner enchufes, placas y bombas de aire caliente o geotermia, se hace, sin pensar en si lo que conviene es apostar por lo nuevo o mantener lo anterior y no crear más desechos contaminantes. Ellos instalarán en sus casas lo que haga falta, con las paguitas del gobierno que les pone su enchufe, sus placas solares, sus calefacciones nuevas.

Si el marketing nacional dice que los coches alemanes son los mejores, se lo creen aunque la japonesa Toyota lidere los ránking y Tesla le siga a la zaga dejando a los alemanes en peores situaciones. Si el marketing dice que son productivos, ellos se lo creen, aunque la realidad es que disfracen una inflación tenaz y en las consultas de los médicos lo primero que te pregunten es ¿cuántos días quiere usted estar de baja? (cosa que denota el nivel social actual)

Doñana

Si la nueva Agenda dice que hay que ser ecológico porque el planeta se muere, el ‘álman’, va a hacer todo por salvarlo: desde reciclar en cinco tipos de cubos de basura diferentes hasta boicot a la fresa de Huelva, porque escasea el agua en los humedales de Doñana, aunque no sepa qué es Doñana, ni dónde está y la razón principal del boicot pueda ser que el lobby de fresa alemana, debido al encarecimiento de la producción propia, no pueda competir con el precio de la española y hayan forzado la situación. ¡Da igual! “Si nos dicen que son malas, no se compran”, dirá un ‘álman’.

Pero el ‘álman’, al que le han dicho que hay que ser ecológico y esa es la nueva moral universal, salvar al planeta, no piensa en ecología cuando se come una banaba de Costa Rica, que ha llegado a su súper atravesando océanos y gastando litros de diésel también en carretera, se calza sus sandalias de plástico petrolero con los calcetines blanqueados con cloro, para tenerlos inmaculados. En eso el ‘álman’ no cae y por desgracia, aunque en distintos grados, son mayoría. A mi alrededor, en mi estadística personal, los ‘álmans’ son un 80%, así que sí, habrá pérdidas en la venta de la fresa española, la de Huelva.