Daniel García Peña fue nombrado como el nuevo Embajador de Colombia en los Estados Unidos. García es recordado por su trabajo como Alto Consejero para la Paz en el gobierno de Ernesto Samper; asimismo, tuvo un polémico desempeño durante la alcaldía de Gustavo Petro en Bogotá donde salió, no precisamente por la puerta grande, sino por solidaridad con su esposa que también trabajaba en la administración distrital y a quien le pidieron la renuncia. En su momento este hecho generó bastante molestia en García y su señora, pues pese a la amistad que tenían con el burgomaestre de la capital, se enteraron de la terminación de sus contratos por los medios. De hecho, basta con recordar uno de los calificativos que tras su salida García le atribuyó a su antiguo jefe y actual mandatario de los colombianos: “déspota”. Sin embargo, hoy ese mismo “déspota” lo nombró como Embajador del país más estratégico para Colombia.
Pero más allá de las conjeturas que se podrían hacer sobre su polémico nombramiento, vale la pena mencionar los principales siete retos que tendrá que asumir García en su nuevo cargo.
Primero, tendrá que reemplazar a Luis Gilberto Murillo, quien tenía nacionalidad de Estados Unidos, a la que incluso tuvo que renunciar para poderse posesionar como Embajador, lo que demuestra que Murillo en los círculos de Washington se desenvolvía muy bien. En otras palabras, su credibilidad en ese país es muy alta y reemplazarlo, por tanto, no será tarea fácil.
Segundo, deberá empezar a tener una interacción muy ágil y efectiva, inicialmente, con el Departamento de Estado que es su interlocutor natural. Luego tendrá que acudir a sus buenos oficios como diplomático para fortalecer las relaciones con el Congreso que es quien aprueba el presupuesto destinado a la cooperación internacional de Estados Unidos con otros países, siendo Colombia no una excepción. Por supuesto, también deberá reunirse con empresarios norteamericanos que invierten en Colombia o que pueden invertir; y con los académicos, quienes son vitales en los círculos de la diplomacia moderna, entre otros actores.
Tercero, García tiene que entender que no está representando a la izquierda en Colombia, por muy afín que sea al Gobierno de Gustavo Petro. Su labor por ende tiene que ser bipartidista, es decir, así como debe hablar con los demócratas, en el mismo tono y lenguaje de respeto y de diplomacia lo tiene que hacer con los republicanos; de hecho, debe estudiar desde ya una estrategia en caso que, por ejemplo, Donald Trump llegue a la Casa Blanca.
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Cuarto, tiene que fortalecer el discurso en tres temas muy álgidos para el país norteamericano: uno, lucha contra las drogas ilícitas, sobre todo mediar con los más críticos teniendo en cuenta la posición del presidente Petro de no hacer fumigaciones con aspersión aérea. Tema clave y de gran interés para los Estados Unidos, que sigue insistiendo en la guerra contra los narcóticos, mientras que el Gobierno colombiano habla de legalización. Dos, asuntos ambientales; de hecho, estos se ligan con lo anterior. Por ejemplo, frente a la aspersión, en este discurso el enlace con la contaminación que genera el glifosato y la visión en general de este Gobierno sobre el cambio climático debe ser un caballito de batalla del actual Embajador. Y tres, García debe abordar el asunto de la seguridad con pinzas, pues el hecho de seguir dando malas noticias en este aspecto o pocos resultados genera incomodidad en Estados Unidos, un proveedor de vital importancia para Colombia.
Quinto, es fundamental seguir reforzando el discurso de la paz total y del apoyo a esta. Ahora, es claro que se deben dar unas explicaciones claras, por no decir que incomodas, a la comunidad internacional sobre algunos tropiezos que se han tenido con algunos grupos criminales. Sin embargo, hay que conseguir recursos para cumplir con los compromisos que se tienen con el ELN, concretamente con el fondo que se creó con la comunidad internacional para que esta guerrilla deje de secuestrar. Tema difícil de defender, no solo internamente a nivel local, sino hacia afuera también.
Sexto, por esta misma línea, García debe conseguir más apoyos económicos y políticos para la implementación de los acuerdos de paz con las antiguas FARC; y séptimo, tratar con mucho cuidado los temas de política migratoria.
Finalmente, no hay que perder de vista que la postura de Colombia frente a la guerra de Israel con Hamas, en la que públicamente el Gobierno ha expresado su apoyo y respaldo hacía Palestina, señalando incluso de genocida al primer ministro Netanyahu; sumado a su posición con Venezuela, especialmente de cara a las próximas elecciones presidenciales del país vecino; y la contienda electoral que también se vivirá en los próximos meses en Estados Unidos, donde como se menciona anteriormente, el Embajador debe actuar de manera bipartidista, son otros temas que seguramente podrán a prueba a García.
Pedro Miguel Montero
Docente de Relaciones Internacionales
Universidad de San Buenaventura