Si algo aprecio de los jefes que he tenido a lo largo de mi vida, es que siempre me dieron la cara. Fueron y han sido respetuosos. Esa simple práctica la he valorado inmensamente y he buscado aplicarla con todos los que han colaborado en las empresas o los proyectos que he liderado. Aún cuando la situación ha sido odiosa o desagradable, mis jefes tuvieron el valor suficiente de hablarme de frente, cosa que con el tiempo he visto que tiene un inmenso valor y requiere gran gallardía.
Hacen mal quienes esperan escondidos detrás de su cargo para que sus equipos adivinen sus intenciones, o empiezan a hacer artimañas para desvirtuar las tareas de sus trabajadores. Son repulsivos esos que envían mensajeros para estimular el jueguito de la desinformación y la fragmentación, aplicando la vieja teoría de “divide y vencerás”. Esas prácticas están mandadas a recoger y demuestran mucha pobreza de liderazgo, gestión y espíritu.
Parte de lo que buscamos hoy en los “líderes” es su capacidad de humildad y transparencia. Demuestra mucho más respeto por su equipo, por su empresa y por su cargo, quien hace frente a las situaciones. De los jefes escurridizos, lo único que se puede aprender es a nunca emularlos y buscar a toda costa, un nuevo rumbo. Son peligrosos y un tremendo lastre para sus organizaciones.
Sorprende profundamente que estas acciones sigan pasando en nuestros tiempos con tanta literatura, estudios y cursos de liderazgo que, supuestamente, hacemos quienes hemos llegado a liderar una organización, bien sea de 2 o 3000 empleados. Todas las técnicas, los libros y los “coaches”, hablan de lo mismo: encarar y demostrar valor por el otro, respetar y tener coherencia.
¿Con qué cara le vamos a exigir a nuestros equipos que crean en nosotros si empleamos unas prácticas destructivas? ¿Cómo vamos a pedirles que confíen en un proyecto, cuando escondemos información, agredimos a quienes cuestionan la creación de conversaciones destructivas? ¿Quién le puede pedir a un departamento de gestión humana que saque campañas para que la gente se motive, cuando el directivo se encarga de minar a sus funcionarios y romper la confianza entre sus equipos?
A ver si le ponemos un poquito de sentido común al asunto y empezamos a liderar con el ejemplo. Son muchas las organizaciones que tienen pésimos directivos, a quienes sería un error llamar líderes, y las señales están por todas partes. El lente con el que valoramos a nuestros jefes y con el que nuestros colegas nos evalúan a nosotros, tiene una gran cantidad de diversos cristales, pero hay uno que siempre está en la base de todo: el respeto. Si existe respeto tendremos la confianza de poder contar con su opinión en momentos de éxito y de fracaso. Cuando perdemos el respeto nos hundimos en un mar de incertidumbre y cuestionamientos.
He pasado por excelentes jefes que admiré y valoro hoy muchísimo más que por sus capacidades en el trabajo, por su calidez humana. También he tenido uno que otro, que podría olvidar, pero que al final del día, pusieron la cara, me dijeron lo que pensaban y se mostraron como eran en realidad.
Jefes: ¡no se escondan! No busquen excusas que nadie creerá. Den la cara y demuestren coraje, valentía y altura. Sea cual sea la situación, los valorarán más si van de frente y no evadiendo.
@AlfonsoCastrCid
Managing Partner
KREAB Colombia