Los poderes contra la ciudadanía

La disculpa de que esta pandemia del covid 19 tomó por sorpresa al mundo y que nadie sabía cómo manejarla, es cierto, pero unos países le han salido al paso, otros no, los de menores capacidades científicas y tecnológicas y de producción de industrias para el sistema de salud, como Colombia.

Entonces, los impactos de la pandemia también se deben a las debilidades de su modelo de desarrollo, de producción y de investigación, por eso la respuesta ha sido reactiva (tardía) y limosnera (lo que le dan otros países, sea comprado o regalado) pues aún no hay emprendimientos nacionales que estén cubriendo necesidades del sistema porque el Invima sigue frenando innovaciones derivadas de las convocatorias del Minciencias. Entonces, las medidas económicas (buenas, regulares o malas) se han tomado para el corto plazo y no según el tiempo estimado de superación de los impactos de la pandemia a mediano alcance. Hay naciones que en 2020 hicieron planes de reestructuración a diez años.

Así las cosas, los recursos del Estado se están agotando por las malas políticas tributarias y de desarrollo previas al covid: no pago de impuestos más beneficios tributarios para el 0.1, 0.5, 1.0% más ricos, y demasiado para los bancos. Si eso suma 60, 80 o 90 billones de pesos, es la plata para la emergencia que evitaría una regresiva reforma tributaria en un país donde cuatro millones de colombianos se han sumado a la pobreza desde el 2020, fenómeno que además tiene el efecto de arrastrar a segmentos de la clase media a condición de pobres, de ahí que el IVA a todos los productos, gravar salarios de menos de 3.6 millones mensuales, y pensiones desde siete millones, es irracional e inhumano. Entonces, es Duque el que está empobreciendo al 99% por defender al 1%, generando un conflicto, porque si esa ínfima minoría de poderosos han hecho lo que les da la gana con los recursos públicos por la compra de políticos que no les ponen impuestos pero que sí les dan los beneficios que quieren, ahora, cuando el Estado llegaría a quitarles esos beneficios ociosos, reaccionaron diciendo que la empobrecida clase media también debe aportar. Esto es el efecto combinado de tres pandemias: mal modelo de desarrollo con malas políticas; arraigada inequidad en la mentalidad de los más poderosos que por “razones de la naturaleza” creen que todo debe ser para ellos y solo un pedazo de la torta para el 99%, producto de una mentalidad fascista consolidada con Uribe en los últimos 20 años; y tres, un desastre macroeconómico que está colapsando de la mano de uno de sus artífices, el ministro Carrasquilla, protegido del expresidente Uribe, exministros, economistas de la misma ortodoxia, y por mega empresarios rentistas y especuladores.

Entonces, en medio de estas fallas estructurales que de alguna manera están en la Constitución del 91, está la base de una crisis que se comporta como una infección que no deja pensar al Estado a largo plazo.

Así fue como se llegó a la actual reforma tributaria, tratando de implementarla con una serie de malas estrategias, que resumo así:

Primero, la reforma la armaron a puerta cerrada y fue consultada con pocos, luego la presentaron al Congreso e inmediatamente unos salieron a defenderla pero la mayoría a criticarla con sobradas razones.

Segundo, coincide la presentación de la reforma al congreso, con el paro del 28 de abril. Para neutralizar la protesta el poder ejecutivo cometió tres estupideces con la complicidad de los otros dos poderes:

Una irracional Magistrada del Tribunal de Cundinamarca, tomó en la tarde del 27 de abril una decisión para frenar, vía esperpento jurídico, la movilización ciudadana.

Cuando la decisión judicial se hizo pública, inmediatamente terminó la discusión de la reforma en el Congreso de la República, discusión que apuntaba a tumbar la reforma, porque creyeron que neutralizado el paro no sería necesario enterrarla ese día y más bien abrir un compás de espera para remendarla entre el gobierno, partidos afines, oposición y otros más.

Duque, con la decisión judicial del 27 de abril, silenciado el congreso, y apoyado por los grandes medios, se fue lanza en ristre contra la protesta, acudiendo al argumento del pico del covid, aunque echando atrás el cobro de algún IVA, como dadiva para engañar a la ciudadanía y frenar que saliera a las calles y a las plazas a protestar por la reforma y por otros problemas recurrentes en Colombia, como la violencia y la corrupción, que le cuestan a Colombia muchas reformas tributarias que se evaporan en un abrir y cerrar de ojos.

Los tres poderes desde sus zonas de confort, defendiendo su confort, desconociendo la realidad de los que viven sin confort, no creyeron que estos pasarían por encima de tanto esperpento, de tanto engaño y de tanta amenaza de un gobierno insulso, torpe, represivo y mala clase, y de un congreso, en su mayoría igual.

Pues bien, todo les salió mal: la gente salió de manera multitudinaria en toda Colombia, hubo paro y las ciudades se cerraron, y como siempre ocurre cuando las concentraciones son inmensas, llega el Esmad a desmovilizarlas, junto a vándalos del estado, o vándalos que son miembros de tantas organizaciones ilegales, o simplemente vándalos de la desesperación. Pero el 99.9% de la ciudadanía se ha portado muy bien sin que lo registren suficientemente los grandes medios, porque estos pertenecen al 0.1% que no le interesa que nada cambie en este su reino de la injusticia sobre la tierra.

Las protestas han seguido, y el presidente locutor ya retiró el IVA y el impuesto a la renta para salarios de menos de 3.6 millones mensuales, falta que quite los impuestos a las pensiones menores a doce millones, y elimine los subsidios a las grandes empresas y poner al 1% a pagar impuestos, sobre todo al 0.5 y al 0.1%. De ahí saldrían las transferencias monetarias a los más pobres, el alivio a las pymes y recursos para medio tapar la fosa fiscal.

Sin embargo, esto no es suficiente, porque esos recursos también son finitos. La solución solo vendría de una reestructuración a fondo del modelo de desarrollo y de su sistema de producción y de innovación, con educación, infraestructura, energía y medio ambiente, como sectores transversales a la estrategia de un relanzamiento productivo del país. Esto toma tiempo, pero el inicio es suficiente para empezar a dar señales reales de esperanza. Sin embargo, sobre esto no hay una propuesta ni un acuerdo inteligente, creativo y duradero entre gobierno, políticos, empresarios, trabajadores y universidades. Este gobierno y los gremios de la producción perdieron un año largo para encontrar soluciones estructurales estratégicas, y van a perder otro. Así las cosas, la reforma tributaria no podía ser diferente. La ciudadanía siente que se le viene encima una carga adicional que incrementará su angustia.

Por supuesto que una reforma se necesita a pesar de que no hay una explicación clara y detallada de las finanzas públicas y del contenido de la fosa fiscal. Ha sido una propuesta desesperada por un cúmulo de errores técnico políticos acumulados en tantos años. No hay transparencia detallada en el gasto y la inversión, pero si hay claridad para sacarle a la gente la plata que no tiene.

La reforma hay que retirarla y diseñar una nueva con nuevo ministro y con base en propuestas que ya han presentado los partidos, la academia, las empresas y los sindicatos. Una reforma corta, profunda y focalizada, que debe tener un componente de recursos para educación con el fin de no destruir una generación de colombianos, pues ya el rezago en contenidos y calidad es evidente, sobre todo en los más pobres, que no tienen como acceder al mundo digital: conectividad, computadores. Los celulares agotan a los niños a las dos horas.

A veces pienso que sería necesario un golpe de estado ciudadano, con un gobierno de transición que lleve a Colombia a las elecciones en 2022. No veo a Duque con ninguna capacidad de manejo del país, salvo recurrir a la represión militar como lo decretó el 1 de mayo. No tiene carácter, ni ideas, ni inteligencia, ni talante de gobernante. Es tan subpresidente, al cual la reforma tributaria no se la explicó Carrasquilla, que sí la conversó con Uribe y Sarmiento, sino el viceministro de Hacienda que funge como pregonero del ministerio alcabalero.

P.D.: La reforma a la salud parece que es peor que la reforma tributaria, y avanza agazapada.

@acostajaime