Los contribuyentes-ciudadanos-pueblorraso somos el último y más débil eslabón de una cadena llamada estructura social. En estos momentos, y circunstancialmente, vivimos en una democracia, pero eso cambia constantemente en la historia de los pueblos y los sistemas sociales se van acomodando en busca de nuevos órdenes. Lo que nunca, nunca, NUNCA cambia, sea el régimen político que sea, es la existencia de una élite y un vulgo.
En democracia, una vez cada cuatro años la élite busca al vulgo para dar legitimidad a su poder con el voto, y luego suele olvidarlo a los pocos días… Primer fallo del sistema democrático. La no continua revisión y el seguimiento al poder del servidor público.
Segundo fallo del sistema: una buena parte de los que nos gobiernan jamás han trabajado en la empresa privada, pero tienen sueldos altísimos como si fueran importantes ejecutivos. Y no paran de subir impuestos dando clases de economía a los empresarios, los que generan empleo y riqueza. No es lógico, no corresponde. Esta mediocre clase dirigente, o sube su nivel, tanto en lo intelectual como en lo moral, o acabará por terminar con el sistema, que ya está en crisis. Ya lo hemos visto antes en la historia muchas veces. Ningún imperio, por poderoso o invencible que pareciera, sobrevivió a su decadencia moral. La democracia actual, procedente del siglo XX, no tendría por que ser distinta en ese aspecto.
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Que te manipulen o roben los cargos públicos electos puede hasta tener un pase. Son las normas y luego el propio sistema pondrá a los corruptos en su sitio. Tú los eliges, tú los aguantas cuatro años… pero que encima no sean ellos mismos sino que en el fondo son unos títeres de otros más poderosos, que ni conocemos, y que por supuesto no los ha elegido nadie, ni a ellos ni a sus políticas, es la tapa de la pobredumbre del sistema.
Davos, en el ojo del huracán
Davos es uno de los epicentros del pensamiento de este nuevo imperio en decadencia. La tranquila ciudad suiza una vez al año recibe a los ‘emperadores’ y sus séquitos para evidenciar quién es el que manda de verdad y proponer políticas, que casi siempre sueñan con salvar el planeta y a la humanidad entera. Acaba de terminar el Foro Económico Mundial 2023 con una serie de vagas conclusiones parecidas a las de años anteriores.
Por encima de que sea una reunión de millonarios y ególatras mesiánicos, sorprende e indigna la influencia cada vez mayor que tienen sobre los gobernantes de las naciones, que sí rigen nuestras vidas mediante sus leyes y políticas. Nuestros dirigentes venden su alma al diablo por participar en una mesa redonda donde esté alguno de los ricos Top 10 de la lista Forbes. Se pelean por la foto o simplemente una charla de pasillo con un famoso. Resulta hasta patético. Pero lo cierto y más preocupante es concluir que personas que no vota nadie efectivamente tienen una influencia extraordinaria sobre los que sí votamos, y por consiguiente, sobre nuestras vidas. Tercera falla de esta democracia no representativa.
Inconsistencias
En los Foros Económicos Mundiales todo es paradójico, y reina la hipocresía. Los creadores de la nueva moral manejan donaciones ‘invisibles’ y nadie sabe de sus cuentas. No son auditados por ninguna Big4, ni se sabe lo que ganan, o donde o cómo reinvierten o tributan. ¿Acaso pensaban que era en Suiza por casualidad?
Esta nueva iglesia de moral distraída no duda en imponer el consumo de insectos como el alimento del futuro del vulgo, mientras ellos se ponen ciegos de carne Wagyu bien tierna, y bien ‘contaminante’. Tienen la desfachatez de imponernos el uso de la bicicleta como solución de movilidad sostenible, mientras ellos no se bajan del jet privado. En apenas cinco días del encuentro llegaron a Davos más de 1.000 aviones o avionetas privadas, también extremadamente contaminantes.
Nos dan consejos de cómo debemos hacer un mundo más equitativo, eco y paritario mientras se multiplicó x5 el consumo de prostitución en ese pequeño pueblo durante esa semana. La semana de la desfachatez, de los que piensan que el dinero lo puede comprar todo junto a unos políticos inmorales que no sólo lo creen, sino que lo hacen realidad.
La estrategia de estas ‘vedettes de billete largo’ es el hecho consumado. Nadie los rebate, nadie los vota, nadie sabe que consecuencias a largo plazo que tienen las políticas impuestas de la Agenda 2030, ni las restricciones sanitarias, ni la ideología de género, ni todas las decisiones económicas que van detrás del cambio climático, ni la censura en las redes sociales… y no son temas menores. Sus dogmas simplemente aparecieron un día, se adueñaron del relato en los medios de comunicación masivos y se impusieron como pensamiento único e irrebatible. Lo contrario es caer en la herejía.
Alejados de la realidad
La crisis por el aumento del coste de la vida, la adaptación tecnológica, los problemas de salud mental en aumento, la crisis del empleo y la precariedad del mismo en los jóvenes, la bajada demográfica en los países ricos, o el insostenible sistema de pensiones, pasan milagrosamente de largo en estas reuniones y sus consecuencias, que afectarán a nuestros nietos… Como si estos no fueran los problemas reales de la gente. O como si más bien la gente no les importara a estos ‘iluminati’, que sólo buscan el beneficio propio y saciar su ego infinito.
Prometo el año que viene no escribir sobre Davos. Hablarán de lo mismo, danzarán de lo mismo, e igualmente nos manipularán lo mismo para hacer por detrás lo contrario de lo que dicen. Lo único que espero es que para entonces haya más personas que cuestionen el poder. Que se pregunten si realmente quieren llevar el estilo de vida que nos quieren imponer desde las alturas y, al menos, que unos poquitos más de ‘pueblorrasos’, exijamos decencia democrática (de verdad) a nuestros políticos. Que se centren en mejorar la vida de los contribuyentes-ciudadanos-pueblorraso y no tanto bailarles el agua a los muchimillonarios con sueños húmedos que juegan a ser el Mesías del siglo XXI.