Como sociedad, se nos vienen varios retos en los próximos años. A mi juicio, los tres más importantes son: uno, el sostenimiento de las políticas públicas y el Estado del Bienestar (pensiones, sanidad, educación) como lo conocemos hoy en día; Segundo, la adaptación al mundo real del metaverso y la Inteligencia Artificial (AI), y sus consecuencias sobre las libertades y el pensamiento, también tal y como lo conocemos actualmente; Y tercero, la transición a las políticas ecosostenibles que están cambiando nuestra forma de vivir.
Tres temas capitales de los que poco se habla en el tablero político y poco nos consultan a los ciudadanos. A día de hoy, no se tiene mucha claridad cómo será nuestra vida en un par de décadas ni cómo nos va a afectar todo esto a las economías familiares. El político, como no puede ser de otra manera, es poco transparente y más amigo de la improvisación y el cortoplacismo. Lanzan la pelota hacia adelante y el próximo que venga que intente solucionar el problema, o que siga pegando balonazos.
Transición en duda
A la transición ecológica se dedican cientos de miles (o millones) de personas en todo el mundo, y claro, es difícil juzgar y generalizar sobre un colectivo tan amplio y diverso entre académicos, científicos, divulgadores, políticos, empresarios. Pero ¿cuántos de ellos realmente se creen que lo que están haciendo es por ‘salvar’ el mundo de un Armagedón, y no que forman parte una gigantesca industria de teta infinita? Pues se paga con los que pagan impuestos.
Muchos ciudadanos siguen teniendo la sensación de que estamos a punto de tirar a la basura más de un siglo de un brillante desarrollo tecnológico y avance social. Vamos para atrás, como los cangrejos. A cambio nos ofrecen un modelo alternativo ecosostenible por explorar, que tiene unos costes altísimos y que aún no ha demostrado que tenga respuesta para todos los problemas que plantea, ya sea en términos de autonomía o del formidable incremento en el consumo de electricidad que representará.
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Queridos vividores de la emergencia climática, queridos mensajeros del apocalipsis ambiental, me aventuro a deciros que no vais a salvar el Planeta. No vais a proporcionar a la gente ni una vida mejor, ni más larga. No vais a solucionar absolutamente nada. Solo estáis convirtiendo en un bodrio infumable la loable labor de hacer de este mundo un lugar más habitable. Políticas extremistas que no os creéis ni vosotros mismos y que lo único que son, son factorías de pobres. Pobres que antes de estos giros no lo eran, en consecuencia, sois una fábrica de personas frustradas y enfadadísimas con el sistema. Y cada vez más.
UE en cabeza
Punta de lanza de estos vividores está la Unión Europea (UE), que quiere abanderar una transición ecológica que levanta ampollas en no pocos sectores sociales. Está bien ser más papista que el Papa, pero todo tiene un costo. Y ese costo es quedarse atrás, muy atrás en el pulso geoestratégico con Estados Unidos y Asia. Europa es en estos momentos un actor secundario en el mundo, antes no lo era. Otro paso atrás. Nuevamente sería justo que los políticos cuenten las cosas que van a hacer antes de votarles.
La COP27 de Egipto, celebrada en diciembre, va en esa dirección: eliminación de todo combustible fósil antes de 2050, la UE quiere hacerlo mucho antes, para 2035, incluyendo sacar del mercado los coches de combustión. Un reto que hoy es más una ensoñación que un objetivo real. Alemania, principal fabricante de coches, ya ha dicho que ‘quieto parados’. Veremos quién gana el pulso de la sinrazón contra el sentido común. Detrás otros países ya dijeron que tampoco.
Cartas marcadas
Lo que no tiene mucho sentido (siempre pensando en el sufrido pagador de impuestos) es que se jueguen partidas con distintas barajas, unas marcadas y otras no. Unas partidas en las que unos pocos países, curiosamente los que menos contaminan, acepten unas normas duras, y los que más emisiones tienen no hagan nada. Estos esfuerzos sin China, India, EEUU o Rusia montados en el tren no creo que valgan de nada. El resultado final es la inequidad. Mientras los ciudadanos asiáticos son más ricos, los europeos son más pobres, asfixiados por impuestos abusivos.
Fuera de acaloramientos iniciales en el tema, la cuestión debería ser mucho más simple: hagamos lo mejor para los ciudadanos, y que ellos mismos escojan, alejados de intereses ocultos. Por ejemplo, en la pugna coche eléctrico-combustión, especialmente los nuevos con combustibles más limpios. Lo más justo sería dejar que los consumidores escogieran después de conocer los pros y los contras.
¿Por qué nos obligan? Que las dos tecnologías convivan libremente hasta que una se imponga por lógica del mercado. Si el coche eléctrico tiene tantas ventajas como dicen sus defensores, no sería necesario prohibir las alternativas porque esa tecnología se impondría naturalmente, como el PC acabó en unos pocos años con la máquina de escribir. ¿Acaso tuvieron que prohibir la Olivetti para que Microsoft o el Mac cambiaran nuestra vida en los años 80-90?
Los políticos deberían preguntarnos si estamos o no de acuerdo con sus medidas macro que, sin duda, nos cambian la vida, y especialmente afectan a nuestros bolsillos. Cuando se lanzan en las campañas para que les votemos nos ocultan este tipo de decisiones. Deberían ser más claros y honestos e ir por delante con sus programas y las políticas que van a tomar. Y que la gente decida. Pero eso es ser muy iluso también, si nos dejeran elegir muy seguramente no eligiríamos lo que ellos quieren.
En contra de la gente
Lo que resulta inmoral es que ancianos multimillonarios quieran manejar los hilos desde las alturas y condenen a los jóvenes y a la clase media a ser pobres. La agricultura es el otro gran caballo de batalla. Cada vez es más difícil para un agricultor o ganadero sacar adelante su jornal. La Comisión Europea pidió eliminar la pesca de arrastre en todas las aguas protegidas de la UE para 2030, adicionalmente están las medidas contra los agricultores.
La inflación, el alza de los combustibles y sobre todo, las exigencias medioambientales en el campo, hacen insostenible la vida en el campo. El sector está acorralado y sale a la calle a protestar en contra de los tecnócratas, que en la vida han visitado un cultivo, por supuesto. Ya pasó Europa y Asia, y pronto pasará en más países de América.
Nos enfrentamos ante un régimen político-marionetas-del-poder-real que nos saquea con su brutalidad fiscal, neutraliza el poder de la sociedad civil, destruye las raíces culturales, nos debilita y se burla de nosotros tratándonos como si fuéramos niños de 10 años. Cada vez cuentan menos con el pueblo, hay otros señor@s en unos parlamentos a miles de kilómetros de nuestras casas que ya deciden por nosotros. Y eso se tiene que acabar, el poder para la gente.