Manos para combatir el hambre y la pobreza

La inflación tiene al mundo en jaque. Se combinaron factores que bien podrían ser la peor de las tramas de una novela apocalíptica: las consecuencias de una pandemia, que paralizó por completo al mundo, se tocaron con una guerra que nadie esperaba y que está colapsando a dos gigantes productores de alimentos y de materias primas del planeta. Los mercados, y por ende nosotros los ciudadanos, estamos padeciendo los efectos en nuestro bolsillo; de acuerdo con el más reciente informe sobre el índice del costo mundial de alimentos de las Naciones Unidas, este se incrementó en un 13% en el mes anterior.

Los números no paran de sorprender a nadie, semana tras semana son más desoladoras las proyecciones, y es por ello que hay que tener en mente que el conflicto entre Ucrania y Rusia continuará generando mayores estragos, ya que solamente estas dos naciones producen el 19% de la cebada del mundo, 14% del trigo y un 4% del maíz, algo que de acuerdo con la FAO representa una tercera parte de los cereales que se exportan en el planeta.

Adicionalmente, el más reciente informe de OXFAM, indica que “más de 260 millones de personas adicionales podrían verse sumidas en la pobreza extrema en 2022 como consecuencia de la COVID-19, el aumento de las desigualdades a nivel global y el incremento desorbitado de los precios de los alimentos, todo ello exacerbado por la guerra en Ucrania.” El reporte además estima que para finales del 2022 tendríamos un mundo en el que 860 millones de personas vivirían en pobreza extrema, esto es con 1,9 dólares por día, unos 7,100 pesos colombianos.

Estos datos deberían convencernos de que debemos tomar con fuerza el timón y dar un giro a nuestras prioridades, fijando mayor interés por el campo y el desarrollo agrícola de cada territorio; obviamente pensemos principalmente en Colombia, un país al que siempre hemos escuchado que podría ser “la gran despensa del mundo”.

Puede que no seamos tan optimistas como para creernos una gran alacena global, pero sí que podemos apuntarle a mejorar lo que ya tenemos y a explorar mayores caminos para que el campo colombiano se vea beneficiado del gran desarrollo tecnológico y comercial que existe hoy en el mundo. El cambio de gobierno que tendremos en pocos meses debería ser una nueva oportunidad para entender de una vez por todas, que es en el campo en donde hay que hacer fuertes inversiones, y que es precisamente ahí en donde tenemos grandes oportunidades de transformación social.

Existen ya muchas muestras de que es posible cambiar la cara de territorios completamente tomados por cultivos ilícitos y labrados por campesinos, que se debaten entre la fuerza de quienes sí hacen presencia en sus municipios y la frustración de que nadie les compra sus cosechas. Es así como terminan cultivando lo que les piden u obligan, lo que les pagan por adelantado y lo que les recogen en la puerta de sus parcelas. Esa realidad necesita una transformación de fondo.

En 2018 Colombia hizo ya el trabajo de determinar la frontera agrícola nacional que en su momento era de 39.23 millones de hectáreas, área totalmente aprovechable para su desarrollo. Tres años después se estima que 31 millones de dichas hectáreas siguen inutilizadas; solamente se ha utilizado el 19% de un espacio que nos generaría grandes réditos como sociedad. Las oportunidades son todas y el camino requiere de un fuerte apoyo del Estado que debe fortalecer su presencia, abrir más y mejores caminos, generar mayores oportunidades de capacitación y transferencia de conocimientos, así como articular estrategias que tengan el sello país.

En el pasado deberían quedar las constantes noticias de cientos de miles de campesinos que son noticia, no porque sus cultivos estén prosperando sino, porque sus cosechas se pudren por falta de compradores o de buenas vías para llevarlas a tiempo a los mercados. Es tan grande el vacío, que con poco esfuerzo se haría mucho. Sería genial ver cada vez más proyectos que nos ayuden a intensificar los cultivos en los que podemos ser competitivos y en los que podemos ayudar a mejorar nuestra presencia como país (tema para otra columna sobre aquellos productos que nos quieren hacer creer que podemos cultivar eficientemente en un país tropical).

Impactados y aislados por la suma de una gran variedad de factores que parecen no dar tregua, nuestras naciones y nuestros líderes no necesitan grandes ideas o discursos rimbombantes; con planes sencillos pero realizables, inversiones inteligentes y que fortalezcan los puntos de mayor dolor, la tarea se irá haciendo de forma consecuente. El campo colombiano para ser competitivo necesita tres cosas: 1) Mayores y mejores conexiones con los centros poblados, traducidas en vías e infraestructura de calidad; 2) Tecnificación y transferencia de conocimiento y 3) Capacitación local y entrenamiento en la zona. Si se empieza ahora, en unos años recogeremos los frutos. Hay que replicar las experiencias de sectores específicos que ya lo han hecho, con mucho esfuerzo y grandes inversiones, pero que tienen la evidencia irrefutable de los resultados.

Un mundo con hambre, un planeta caminando en la cornisa de una crisis aún mayor, necesita todas las manos que puedan hacer la tarea, otro llamado para invertir en donde toca y en lo que es prioridad.

@AlfonsoCastrCid
Managing Partner
Kreab Colombia