Megalomanía vespertina

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Juan Luis Castro

Día tras día, o mejor, tarde tras tarde y con la excusa de mantener al país al tanto de los efectos reales que está ocasionando la pandemia, el Presidente se acostumbró a visitar los hogares colombianos a través de la magia de la televisión, convirtiéndose así en la antesala del prime time.

De 6:00 a 7:00 la televisión nacional se convierte en un vehículo de perifoneo. Allí el Presidente Duque se encarga de anunciar y reiterar estrategias, planes, apoyos, programas, auxilios, etc., y así, anuncio tras anuncio y reiteración tras reiteración, se va la hora.

Más o menos cada 15 días el programa conducido por el Presidente Duque publica información de verdadera relevancia nacional, que por lo general (por no decir siempre) está relacionada con la ampliación del periodo de aislamiento. Por lo demás, nada ha logrado justificar la frecuencia de sus apariciones diarias que, y me corregirán los productores de televisión, debe costar una platica.

El espacio televisivo que se transmite con la puntualidad que desearíamos para los auxilios económicos que necesitan las familias más pobres, los elementos de bioseguridad que suplica el talento humano en salud y la ampliación de la red hospitalaria que beneficiaría a todos los ciudadanos, ha sido una ingeniosa manera de desmarcarse del rotulo de la “alocución” para hacerle el quite al Estatuto de la oposición.

Presidente Duque, apagar la voz de la oposición lastima profundamente nuestra democracia. Recuerde que yo mismo en respuesta a una de sus alocuciones hice un llamado a la cooperación para superar juntos y de la mejor manera posible las complejas contingencias que traería consigo el virus.

No me cabe la menor duda de que en la oposición encontrará voces de apoyo cuando sea prudente, y de no ser el caso, tendrá a su disposición numerosas alternativas para garantizar la salud y el bienestar de todos los colombianos, como poner en marcha la renta básica.

Algunas de las medidas y actuaciones publicas de los representantes del Gobierno han sido muestra de la desconexión que existe con los colombianos en las regiones. Por eso Presidente Duque, lo invito a recorrer el país para que conozca los contextos en los que aterrizan sus decisiones, la urgencia de soluciones estructurales y para que usted mismo pueda hacer el seguimiento. Incluso, para no dejar el proyecto inconcluso, puede llevar un estudio móvil de televisión y transmitir de manera satelital.

La fortaleza y confianza de un pueblo descansa en las decisiones de sus líderes. En ese sentido hay decisiones a todas luces ineficientes que preocupan a los ciudadanos del común y a servidores públicos, como yo.

Casos como el de Heandel Rentería, el médico chocoano que murió por Covid-19 en un hospital de Medellín el jueves pasado, porque en su natal departamento no había garantías para la atención digna y el tratamiento efectivo para la enfermedad que le cobró la vida.

Un profesional de la salud que murió esperando no solo los elementos de bioseguridad para mantenerse en la primera línea de combate contra la pandemia, sino además los cinco meses de salario que se le adeudaban y que, sin duda, significaban la estabilidad económica de su familia.

Casos como este no solo preocupan, indignan y desalientan a las comunidades que esperan grandes soluciones de sus gobernantes.

Rasgos como creerse socialmente muy importante, poseedor de enormes riquezas y capaz de hacer grandes cosas son propios de quien padece el trastorno que titula esta columna.

Presidente, su cargo ha sido, es y será el más importante del país, si posee o no grandes riquezas nos enteraremos al conocer lo que queda en sus bolsillos tras dejar la presidencia y, lamentablemente, aún nos debe las grandes acciones. Queda en sus manos el resultado de la autoevaluación.

@JuanLuisCasCo