He de confesar que en estos tiempos que corren, uno va perdiendo la capacidad de sorprenderse en general. De hecho, no sé si les sucede pero cuando pasa algo que llama especialmente la atención, me sorprende e impacta con más fuerza de lo normal. Hasta el punto de preguntarme ¿Será verdad, parece increíble? ¿Es esto posible? ¡¡Esto tiene que ser una Fake News!!
La realidad casi siempre supera a la ficción. El retorcimiento de los hechos y la verdad han llegado a un punto difícilmente sospechable entre los que crecimos en el siglo pasado. Donde había otros códigos, no sé si mejores o peores, pero distintos. Ahora, la sociedad civil es más condescendiente con el poder, más desintegrada y sumisa. Vamos cediendo espacio pasito a pasito frente al poder, que cada vez es más absoluto.
Mentiras y más mentiras
Esta última sensación de incredulidad la he tenido en estos días fruto de la acumulación de montañas de mentiras que nuestros políticos nos cuentan a través de los medios de comunicación y en sus redes sociales. ¿Será posible que este(a) señor(a) diga esto sin ponerse medio colorado? ¿No les da vergüenza defender ‘A’ cuando hace una semana decían ‘B’? ¿Acaso piensan que somos bobos? O es que no tenemos memoria, y por ahí va la cosa.
Y da igual desde donde me lea. No crea que la casta política de su país es peor que la del vecino. Políticos de Colombia, Estados Unidos, España, Italia, Egipto, Mongolia, Argentina, Japón o Guinea, da lo mismo porque persiguen y quieren lo mismo. Cuando se corroe el poder el patrón de actuación es similar en todos lados:
Paso 1. Una fuente traicionada destapa una olla podrida de corrupción en un político o familiar.
Paso 2. El político o familiar miente y niega las acusaciones.
Paso 3. Salen nuevas pruebas. Poco a poco, a cuentagotas. Sube el interés de los medios. Morbo.
Paso 4. El político o familiar sigue mintiendo (eleva el tono), amenaza con demandas a quien le ‘injurie’. Los medios en su punto culminante.
Paso 5. La justicia entra a investigar, los medios van apagando el interés, que queda bajo mínimos en el sonajero mediático porque ya aburre.
Paso 6. Es variable, estará en función de la calidad de la democracia del país. Si la justicia y los medios de comunicación son más o menos independientes, el corrupto pasará un mal trago y algún tiempo a la sombra (sin devolver lo robado, porque el dinero nunca aparece). Por el contrario, si es en un país medio folclórico, no sucederá nada y el ladrón disfrutará de sus millones en una cuenta de algún paraíso fiscal.
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Lodazal de información
¿Qué está pasando de una manera alarmante? Que los medios de comunicación y la justicia cada vez son menos independientes. Precisamente porque los corruptos ya se encargan de embarrar el tablero para cubrirse las espaldas y jugar siempre con las cartas marcadas y en su territorio.
Dicho todo lo anterior, que haya corrupción no es lo que más me sorprende. No nací ayer. La corrupción siempre ha existido y existirá. Lo que más me sorprende es la impunidad moral y legal que está cogiendo la política en los últimos años. Antes, al que cazaban en un renuncio o en delito, lo pagaba, por lo menos, con el cargo, sino en los tribunales. Ahora no, ya no dimite nadie. Ahora sonríen a la cámara y hasta la siguiente. Se ríen de nosotros. Ni siquiera quedan marcados socialmente porque la gente pasa de todo.
Siempre ha habido trato de favores en la justicia, pero la impunidad moral y legal con la que ahora campan a sus anchas nuestros políticos es inédita en democracia. Y por eso la democracia como sistema incuestionable, lo es cada vez menos. Renovarse o morir.
Vértigo que nos acompaña
La vida de vértigo y la sobreinformación que nos arrasa es el mejor aliado de los corruptos. Un escándalo tapa al anterior y así sucesivamente. Por muy grave que sea un caso, la opinión pública no se detiene sino unos días sobre él. Luego la ola informativa pasa a otra cosa que llame la atención del espectador. Seguramente es porque la gente se cansa demasiado rápido de ver las mismas caras. Todo es de usar y tirar rapidito, hasta la corrupción.
La realidad atropella a los hechos y los corruptos se escabullen en los resquicios del olvido cuando el 4º poder, que es la prensa, comprada con facturas del sector público, deja de hacer su trabajo.
Muchos políticos viven en su particular ‘Matrix’ de asesores de imagen, encuestas, ‘entornos burbuja’ que les impiden palpar la calle. De hecho, hay más de uno que ha perdido el polo a tierra con la realidad. La de verdad, la del barrio, la del ciudadano medio que saca canas para llegar a fin de mes. La del pensionista, la del desempleado, la del que tiene que pagar hipoteca a unos tipos de interés el doble de caros que hace un año, la del joven que estudió 20 años de su vida para no encontrar empleo… La vida en sí. Esa dura realidad de la que los políticos son tan ajenos en sus búnkers, tan distantes, tan poco empáticos con la gente como usted o yo.
Poder público
Y mientras, esos mismos políticos nos vacían los bolsillos, derrochan el dinero público y, encima, intentan convencernos de que es por nuestro bien. La acumulación de poder en el sector público es la peor noticia para los ciudadanos. En nombre de la ‘equidad social’ estos demagogos populistas cometen el mayor latrocinio que pueden. Por el pueblo, pero sin el pueblo.
La mayoría de la casta gobernante es tan mediocre que sin la mentira como eje de su discurso no sabría gobernar. Hacen de la mentira la tapa de sus actos. Seguramente porque entraron en el sector público para enriquecerse y no para servir al resto. Porque hacen mal las cosas y lo saben, y eso sólo se cubre con un manto de mentiras y manipulando la opinión pública.
Los corruptos encuentran un aliado extraordinario en la tecnología: los medios de comunicación y las redes sociales, que son máquinas de hacer ruido y distractores. Nunca antes, el recurso de la ‘cortina de humo’ se había extendido tanto en política. Los hay que viven en un telón permanente hasta que se hayan enriquecido lo suficiente.
El reto de la IA
Como sociedad tenemos el reto de entender y ‘controlar’ la Inteligencia Artificial, y todo lo que viene detrás. Si ahora es relativamente fácil manipular en masa, imaginemos como será cuando el nieto de ChatGPT nos diga que es verdad y que no; nos imponga el relato de la historia en base a sus algoritmos; o nos dicte las conductas morales a seguir (sin discusión, a riesgo de ser cancelados).
Yo, personalmente, me niego a perder esa humanidad. Lucharé por mantener la capacidad de sorprenderme, de ser curioso, de pensar por mí mismo, de reflexionar, de cuestionarne, de tener espíritu crítico ante el bombardeo de propaganda. El día que eso no pase, habré perdido la batalla. Mientras tanto, seguimos en esta lucha, que además es apasionante. Se la recomiendo.