Por: Juan Camilo Clavijo
Thomas Hobbes plantea que el sujeto posee una naturaleza dual ya que, por un lado, desea los bienes del próximo (que no necesariamente es prójimo), a la vez que teme ser despojado de los propios. Para ello, básicamente los hombres confieren por medio de un pacto de común acuerdo, el uso de la fuerza a un tercero: el Leviatán (el Estado). El motivo parece ser claro a grandes rasgos, evitar la “guerra de todos contra todos” y establecer un estadio civil que garantice cierta estabilidad. (Hobbes, I, Del Hombre, XV, p.118)
Es normal que ante cualquier crisis el hombre sienta miedo. En esta coronacrisis no solo se le teme a perder lo que tenemos como dice Hobbes (1588 – 1679), sino que nos está llevando a un sitio desconocido, dejando practicas sociales atrás, asumiendo nuevas formas laborales o simplemente conviviendo con el virus.
Los medios de comunicación y las redes sociales sirven de cajas de resonancia para alarmas, medidas, políticas, planes de salvamento, posibles curas, nuevos síntomas, etc, fomentando ese miedo en el cual constantemente vivimos. Si no era suficiente que en los tiempos pre-coronavirus mostraran imágenes de robos y asesinatos todo el tiempo, en esta nueva coyuntura hemos sido víctimas de un estado permanente de alerta, temor y desasosiego, donde todos hablamos con propiedad de la curva de contagio, lavado de manos y posibles vectores (¿definición de vector?).
Como en el pasado, el miedo se convierte en la autopista perfecta donde dictaduras, quiebres del sistema internacional o simplemente la irracionalidad, pueden transitar libremente, a una alta velocidad, debido a nuestro afán por encontrar soluciones y acciones rápidas para devolvernos la “tranquilidad”. Lo cual fortalece aún más El Leviatán por medio de la relación Señor – Siervo.
Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770 – 1831), el gran filósofo alemán afirma que, a través del miedo, el señor (dueño de la tierra) cosifica al siervo (trabajador de la tierra/esclavo) y lo transforma por debajo de su voluntad. Este juego constante permite que el goce del señor se encuentre asociado a la explotación del siervo, a su disposición absoluta, produciendo la “consciencia servil”. Obviamente, que el siervo en algún momento piensa en revelarse, pero el temor a la muerte (o a la perdida de pertenencias, estatus, ingresos, etc.) impide que este tome esa decisión.
Debido a esa perversa relación, vemos como los apoyos a gobiernos de corte totalitario como en Brasil o Estados Unidos se mantiene, e incluso en algunas regiones aumenta. Con el miedo como base, mensaje y objetivo, líderes que no respetan el estado de derecho ni las libertades civiles, han visto en esta coronacrisis la oportunidad perfecta para asumir políticas que solo les beneficia a ellos (o a sus sectores), a través del supuesto control de la pandemia. Por ejemplo, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu dio la orden de cerrar los tribunales de la nación, retrasando su comparecencia programada para enfrentar cargos de corrupción.
En estos momentos es fácil recordar cuando Hitler hacia sus histriónicos discursos en Bürgerbräukeller, la taberna en Múnich donde comenzó su carrera política, en la cual el miedo y la “amenaza judía” se apodero de los corazones alemanes. Los germanos de la década de 1930s temían por su futuro, pagaban desproporcionadas sanciones impuestas por los vencedores de la I Guerra Mundial, mientras la gripa española había pasado hace 10 años y vivían una crisis económica sin precedentes. El coctel perfecto para alguien que sepa instrumentalizar ese miedo en la sociedad tomara las riendas.
Depende de nosotros, nuestro voto, nuestra relación con los gobiernos y nuestra colaboración para que el miedo no fortalezca esa la relación Señor – Siervo, llevando a nuestro Leviatán a un puerto que no queremos. De ser así, podríamos desencadenar eventos o regímenes de los cuales podríamos arrepentirnos.
Es el trabajo conjunto al interior de nuestro país y fuera de él, lo único que solucionara los efectos de esta pandemia en lo económico, social, político y cultural. Podemos tomar como ejemplo la comunidad científica mundial, que se ha unido en la búsqueda de vacunas y tratamientos, sin importar su país, lengua, religión, orientación sexual, etnia u orientación política. Esto, así como nuestros derechos, es un asunto global.
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