Escuchar es la fórmula perfecta para solucionar problemas y atender inconformidades pero entendiendo que estamos en manos de un inexperto con buena suerte como Iván Duque, no es extraño que se busque reprimir, en lugar de ceder y aceptar que se cometieron errores.
Por lo anterior, no me extraña que Duque prefiera ver su proyecto de reforma tributaria hundido en el Congreso de la República, a tener que retirarlo ante la presión que han generado las manifestaciones que se han dado en las diferentes ciudades del país en contra de su idea de gravar con impuesto hasta la obligación que todo ser humano tiene de morirse.
En mi vida había visto ese grado de testarudez, soberbia, cero humildad y conchudez al mil por ciento, porque como es posible que una idea que sale de su cabeza y la de su ministro de Hacienda, alborote el avispero para que los alcaldes tengan que enfrentar los desmanes y las marchas y de ñapa sacar del presupuesto local para reparar los daños.
Si el presidente tuviera un poco de vergüenza no solo pondría la cara sino que además buscaría los recursos para que las ciudades puedan reparar todos los daños causados en el patrimonio público y además el privado, tras los desórdenes en las marchas de los últimos días.
Ese sería el actuar de un verdadero líder, de una persona que le cabe el país en la cabeza pero no se le puede pedir peras al olmo, porque es claro que Iván Duque se le educó y se le formó para ser un funcionario público de esos que se limitan a obedecer. Eso hizo mientras fue asesor de Horacio Serpa en el Partido Liberal de donde pasó a ser asesor de Juan Manuel Santos en la fundación Buen Gobierno y más adelante en el Ministerio de Hacienda. No es de extrañar que incluso en el BID donde tenía un cargo de segundo nivel le haya sucedido lo mismo.
Lo que sucede en Colombia en estos momentos, es el resultado de tener a un presidente que no es un líder, sino que es una persona que antes de llegar a este cargo se limitó a dar órdenes en un país que no conoce y que tampoco ha recorrido por más que viaje a determinado territorio en helicóptero para estar en ese lugar durante una o dos horas, caminar unas cuantas calles extendiendo las manos en el aire cual reina de belleza, para luego subirse al mismo helicóptero rumbo al Palacio de Nariño en donde le esperan las cámaras de televisión.
La gente en las ciudades demostró protestando multitudinariamente que no le tiene miedo al Covid19 y de esa misma manera va a responder al desafío presidencial, quien ahora pretende amedrentar a la ciudanía mostrándoles las armas que tiene el Ejército Nacional para enfrentar a la ilegalidad.
Espero que el presidente Iván Duque tenga la suficiente valentía para dar la cara y reconocer su error en el caso de que las armas en manos de los militares se disparen en las ciudades, provocando una masacre peor de la que ocurrió en Bogotá cuando, policías accionaron sus armas en una noche fatídica en septiembre de 2020. Ojalá el primer mandatario asuma la responsabilidad que le acarrea el dar una orden como esa, en la eventualidad de que la situación se salga de control y termine con la vida de alguna persona del común.
Ojo presidente Duque, si algo como esto llega a ocurrir usted no solo tendría que darle la cara al país, sino además renunciar a su cargo. Aún está a tiempo de pensar bien las cosas.