Parece una broma. Y hasta genera dudas sobre su viabilidad jurídica o la posible afectación de derechos y libertades de los personajes. Pero proponer una reforma constitucional que establezca una suerte de inhabilidad para que los Expresidentes de la República no intervengan de manera directa en política electoral, abre un debate necesario e inaplazable sobre el nefasto papel que estos cumplen en la vida politica y en coyunturas electorales polarizadas como la actual.
En efecto, nos hemos venido acostumbrando a una omnipresencia expresidencial en nuestras decisiones políticas. Los Expresidentes no solo actúan activamente como jefes de sus respectivas fuerzas políticas, sino que pretenden seguir gobernando en cuerpo ajeno o interviniendo inconvenientemente en las campañas electorales o en las diarias decisiones de los gobiernos. Mientras Andrés Pastrana interviene para que el Partido Conservador acate sus destempladas ordenes, Cesar Gaviria controla el Partido Liberal como su propiedad personal y familiar. Y Alvaro Uribe, el caso más aberrante y grotesco, ofende la más mínima consideración democrática: los estatutos de su partido establece “las bases doctrinales del Centro Democrático inspiradas en el pensamiento y obra de su Presidente Fundador, Avaro Uribe Vélez”. Y para que no quede dudas, en su artículo primero reitera “El Partido Centro Democrático reconoce al señor Expresidente de la República doctor Alvaro Uribe Vélez como su Presidente fundador y máximo líder y orientador”.
Estos tres Expresidentes han llevado a su máxima expresión este rasgo monárquico de nuestro régimen político. Uribe, rompiendo todos los limites, ha roto y creado partidos para mantenerse siempre presente en la política activa, se hizo elegir Senador después de modificar la Constitución para reelegirse y de su fracasado intento por perpetuarse en el poder. Así como en dos ocasiones, con el Primer Santos y con Ivan Duque, los impuso como candidatos del Uribismo y los ayudó a elegir Presidentes, ahora mete la mano para que la derecha que representa abrace la candidatura de Fico Gutierrez, desechando primero a María Fernanda Cabal y luego a Óscar Iván Zuluaga. Cesar Gaviria no ha necesitado que su jefatura absoluta se establezca en los estatutos del Partido Liberal para actuar a sus anchas en las últimas elecciones, al punto que hoy es quien decide en que Coalicion jugará su Partido en la contienda presidencial. Y Pastrana, el mas flojo de los tres, ejerce como un semidiós repartiendo bendiciones al candidato de su preferencia y participando personalmente en la repartición burocrática de los gobiernos.
Este no es debate nuevo. En una entrevista concedida a Semana en el año 2003, con su inolvidable lucidez, el Expresidente Alfonso López Michelsen citando al también Expresidente norteamericano Harry Truman dijo que “los Expresidentes no somos sino muebles viejos, vale decir, buenos apenas para ser conservados en el cuarto de San Alejo”. Si le hubiésemos hecho caso, tendríamos en los exmandatarios una suerte de valiosos Consejeros de Estado siempre dispuestos a ofrecernos desde su experiencia y conocimiento sus consejos en los asuntos que merecen la unidad del Estado y la Nación. La Paz y las relaciones internacionales, asuntos de Estado por excelencia, se han convertido más bien en un desagradable e inconveniente campo de batalla de los Expresidentes. Pasó con el Acuerdo de Paz con las FARC y pasa con la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores saboteada por las refriegas expresidenciales.
La pensión vitalicia y el fuero presidencial eterno no pueden ser fuente de abuso del papel político de los Expresidentes. Y fuera de chiste, sino regulamos la actuación de los Exmandatarios por la vía de una reforma constitucional o de una autorregulación de los Partidos, vamos a padecer la pesadilla del Ex Ivan Duque los próximos treinta o cuarenta años.