No serán las próximas generaciones, somos nosotros

Ya no se trata de algo más o menos probable, sino de un hecho. El último gran informe de situación del IPCC, el panel de expertos vinculados a la ONU que lleva más de tres décadas sentando las bases sobre el cambio climático, fulmina al negacionismo y considera como algo “inequívoco” que la humanidad “ha calentado la atmósfera, el océano y la tierra”, lo que ha generado “cambios generalizados y rápidos” en el planeta. (El País, 09/Agosto/2021)

Ahora que tenemos esta noticia, donde se nos confirma de manera concreta que la crisis o emergencia climática (ya no es cambio climático, es mucho más que eso) está sucediendo, ¿cuál es el camino que la humanidad tomará, para hacerle frente, no a un cambio, sino a una emergencia que amenaza su supervivencia?

El sesgo de confirmación es la tendencia de las personas a buscar información que respalde los puntos de vista que ya tienen, con el cual aceptan nueva información que sea consistente con sus creencias, pero son escépticas ante la información que contradice sus creencias. Este sesgo, que era útil para parte de la humanidad hasta esta semana, opera solo para aquellos que ignoran esta realidad por miedo, cinismo, indolencia o simplemente, porque no les conviene.

Esto dejó de ser un debate político, para ser un debate de vida. Por eso, aquellos quienes desconocen esta crisis, están condenándonos (y condenándose) a ver este planeta arder (que ya lo está). Digo nos, porque esto no va a pasar a finales de siglo, ya lo estamos viendo, quienes tenemos menos 50 años, viviremos las peores consecuencias. Quienes hoy disfrutamos de las mieles del desperdicio de agua, compra de plástico y uso de combustibles fósiles, somos los que aguantaríamos hambre, sed, desplazamientos y sufriríamos una crisis económica sin precedentes a causa de la emergencia climática.

Para aquellos que siguen negando, no haciendo nada, o llevando la vida con cinismo, actuando igual (o peor), les informo que esto, incluso afecta nuestros bolsillos. La CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), hizo un estudio donde se analiza el impacto de la crisis climática en la agricultura de México:

Los principales resultados obtenidos indican que estas variaciones climáticas, podrían generar un incremento en 11 puntos porcentuales de los hogares que viven en situación de pobreza extrema, así como un incremento de más del 20% en el nivel de desigualdad, medido a través del coeficiente de Gini”.

Eso quiere decir, que de no cambiar, los ricos seguirán siendo más ricos y los pobres más pobres. Lo que deriva en acceso al agua y comida en el futuro para los que más tienen, y los que menos, comenzarán a morir a causa de desnutrición y sed (en algunos lugares de Latinoamérica ya sucede).

Igualmente, la OMS asegura que el 70% de los brotes epidémicos registrados en el mundo, ya sea el causado por el actual coronavirus, por el ébola o incluso el sida, tiene su origen en la pérdida de biodiversidad provocada en gran parte por la deforestación, es decir, la destrucción de hábitats naturales como selvas y bosques que supone, a su vez, la extinción de especies o el desequilibrio entre ellas. Esto quiere decir, que ya estamos con confinamientos a causa de la crisis climática, de la cual una de sus causas en la deforestación. Estamos en medio de esto.

Los políticos ya no pueden decir esa frase de cajón: “Debemos dejar un lugar mejor para nuestros hijos”, mis amigos manzanillos, a ustedes les va a tocar eso, no solo a sus hijos. Tendrán que cambiar esa frase por una de esperanza, a sabiendas que tendremos sequias interminables.

¿Qué camino tomará la humanidad? Ante una situación de crisis como la climática, las opciones que tenemos son: (i) hacemos todo lo posible para luchar contra esto, que algunos califican como de idealista y soñadora; (ii) nos dedicamos a seguir con la vida que llevamos, que se encuentra entre el cinismo, miedo y conformismo: o (iii) tomamos la solución políticamente correcta (por lo general carente de compromiso) y mediocre: decir que luchamos contra la crisis climática, pero seguimos nuestra vida normal.

La situación es simple, y es una cuestión de simple autopreservación del individuo (aquí no hablo de futuras generaciones): o cambiamos, o nosotros mismos vamos a vivir en un planeta invivible, así de fácil.

Es claro, que, si se decide hacer algo, no se pueden tomar las acciones que se promovieron hace 15 años. Reciclar, sembrar árboles o hacer uso mesurado del agua no son suficientes (aunque deben seguir haciéndose), es necesario que los ciudadanos les exijan no solo a los políticos, sino a las empresas, pues entre estos tienen la mayor responsabilidad para revertir el rumbo del planeta.

Los ciudadanos deben exigir cambios y compromisos que lleven a los líderes a cambiar sus acciones, porque ya se ha visto que ellos mismos no van a producir los cambios que se necesitan y al ritmo que se necesitan. Mucho menos se lo podemos dejar al mercado, que busque eficiencias para presionar a las empresas a esa reducción de gases, pues tampoco se ha visto que este lo haga.

La ciudadanía una vez más es clave, y depende de esta, que podamos vivir en un planeta con condiciones, o en un infierno de agua, hambrunas, huracanes, sequias y desesperanza, pero con temperaturas cercanas a las del inframundo.

PD: PNN abrió licitación para estudios y obras de glamping en Chingaza, vital para el agua de Bogotá. Ya se conoce el final de esa historia: proyecto sin planeación clara, “ecohoteles”, parque invadido y aceleración de la destrucción. Definitivamente el homo sapiens es un ser bien “particular” (ustedes cambien la palabra particular por la de su gusto).

@Myloclamar