Con un poco más de 5 meses de vacunación, acariciamos el 30% de colombianos puyados. Con la infraestructura en marcha y los errores de implementación enmendados, se espera llegar a 70% antes del fin del año. Se relajaron restricciones de vacunación privada, disminuyeron cuellos de botella de producción, y más población califica. Aunque hay dudas sobre si la inmunidad de rebaño es con 70% o 90%, existe un reto de voluntad. Según documento publicado por el DNP/Unicef, el 33% de los colombianos no se quieren vacunar. De no corregirse, la pandemia sería más dolorosa. Las nuevas variantes están decimando otros países. Respetando convicciones personales, la conversación sobre los que no se quieren vacunar debe empezar.

Se le atribuye al gobierno no ideologizar el Covid-19. Otros gobiernos de derecha construyeron ambientes hostiles de vacunación. En julio, la tasa de inmunización era 11,7% más alta en los condados que votaron por Biden que los de Trump. Bolsonaro tomó la decisión de no vacunarse. La cuestión en Colombia parece ser socioeconómica. Según encuesta del DANE de mayo, la brecha de intención de vacunación de hogares pobres versus los demás es del 10%. Entre más prósperos más se quieren vacunar. La brecha de acceso es del 16% a favor de los más pudientes. En Colombia la ciencia, no el estrato debe llevar la batuta.

Las teorías de la conspiración frenan la intención, según el estudio del DNP, 14% del país cree que las vacunas dan Covid-19, 9% que no funcionan y 8% cree que el Covid no es grave. Atrás quedan los retos logísticos y la comunicación a la opinión pública se vuelve la clave. No toda reserva es irracional, el 33% de los que no están dispuestos a vacunarse, temen efectos secundarios. Vínculos de Johnson & Johnson con trombos en mujeres y síndrome Guillaume Barre son bien fundados. Estos temores son resueltos con información, no siendo ignorados.

Países como EEUU e Israel habían cantado victoria retirando restricciones, las reimpusieron por cuenta de la Variante Delta. En un estudio de Jing Lu esta variante resulta 225% más contagiosa que la original. En EEUU los casos se duplicaron en julio, con el agravante que es más eficaz afectando los jóvenes. El número de las hospitalizaciones aumentó 50% y muertes 26%. Lo crítico es que 97% de las hospitalizaciones y 99,5% de las muertes son de personas no vacunadas. Delta ya representa 82% de todos los casos en EEUU. Esta acaba de llegar a Colombia.

Ningún colombiano debe ser obligado a vacunarse en contra de su voluntad, pero las nuevas variantes son un riesgo para todos. El esfuerzo de pedagogía debe ser incrementado sustancialmente, aunque esto requiera un esfuerzo publicitario. La idea de tratamiento diferencial entre vacunados y no vacunados se debe explorar. En Francia un esfuerzo mal manejado de negar el ingreso a bares y restaurantes de no vacunados acabó en marchas.

En Colombia tenemos la fortuna de ver la pandemia con rezago. Al verla crecer exponencialmente en el extranjero, hicimos un cierre radical prematuro. El agotamiento de medidas nos está sobre relajando, no requiriendo máscaras e inclusive no exigiendo prueba negativa a viajeros. El nuevo reto será convencer a los escépticos a querer vacunarse, no debe haber excusa ni faltar recursos para ese esfuerzo.