Nuestro propósito en un mundo impredecible

Alfonso Castro Cid

Este es el momento para que las empresas se tomen el tiempo de replantear sus estrategias de comunicación y revisen lo que son, en la mayoría de los casos, unos discursos anacrónicos y aburridos. Estamos en medio de una situación que nos ha puesto a todos en el escenario permanente de lo impredecible. Los mercados mundiales navegan en una compleja tormenta que hoy continuamos sorteando sobre el esquema de prueba y error. El sector corporativo ha tenido que sumarse, sí o sí, al trabajo de los diversos gobiernos para hacer parte de la solución, demostrando que sus esfuerzos empresariales aportan muchísimo para el desarrollo y el cambio.

Dan lástima las empresas que no entienden que hoy puede ser irrelevante su producto, ingenuas sus campañas enfocadas solamente en ellos e ilusas las declaraciones de sus directivos, si están lejos de aportar a la construcción de una solución que vaya más allá de su propio PyG. Siento que este será el gran dolor de cabeza para los equipos de trabajo en los meses que restan de este inexplicable 2020, porque sin duda la preocupación de cada uno será “salvar nuestros pellejos” y hacer rentables nuestras empresas, rescatar los empleos que generábamos, pero es aún más grande el reto y la oportunidad de fortalecernos para sumarnos a conversaciones mayores y proponer nuevos esquemas para los años que vienen.

Exigimos mucho de nuestros Estados, pero a veces entregamos poco o nos alejamos de las discusiones principales, en donde el rol empresarial es fundamental. El papel que cumple la comunicación no puede estar centrado únicamente en emitir desde el ombligo de la organización, es indispensable escuchar a las comunidades que nos rodean e involucrarnos en sus preocupaciones. Resulta fundamental entender la realidad en la que operamos y ayudar a mejorarla. Claro está que las empresas no pueden perder su foco y tampoco reemplazar lo que debe estar construyendo el Estado, pero es el momento para que las alianzas entre lo privado y lo público se vean enriquecidas.

Son muchas las empresas que lo han entendido y por más críticas que se hagan a las grandes corporaciones, son ellas las que precisamente por sus operaciones en diversos mercados mundiales, logran entender su importante rol e integrarse correctamente en los intereses locales dando sentido a sus operaciones y agregando un gran valor a la sociedad. La transferencia de este conocimiento debería ser una prioridad en donde las buenas prácticas no se protejan para continuar ganando distancia de los competidores, sino que por el contrario, se abra más la información para que la competencia también se comprometa, la comunidad se vea enriquecida por sus buenos estándares y la calidad de vida de todos se potencie en concordancia.

Me gustaría pensar que el 2020 nos deja esta gran enseñanza a todos. Tendremos mucho tiempo para lamentarnos de todo lo que hemos perdido y cada quien sabe eso cuánto significa, pero el resultado no puede ser una lista de quejas y reclamos. El rol empresarial puede elevar la discusión, presentar nuevas alternativas y construir tejidos que hoy están resquebrajados por los efectos devastadores de una pandemia que continúa con o sin “aislamientos preventivos, selectivos o inteligentes”.

El trabajo empieza desde casa y por ello es el mejor momento para revisar nuestra historia corporativa, los valores que vivimos y comunicamos y los que hemos dejado de lado por trabajar en el día a día. Es el momento de crear grandes conversaciones internas con nuestros colaboradores para revisar nuestra narrativa empresarial, evaluando lo que hacemos y para qué lo hacemos, cómo eso en lo que trabajamos realmente está agregando valor a nuestras vidas y a las de los demás. Ojalá la discusión sea abierta y permita entender que no existe tarea pequeña o negocio menor, en un mundo que nos necesita a todos más que presentes y sumando para la recuperación y el desarrollo.

@alfonsocastrcid
Managing Partner KREAB Colombia