La otra pandemia: crisis ambiental en 2020

Por: Juan Pablo Aljure León*


Juan-Pablo-Aljure-MiniaturaLa causa mayor de la crisis ambiental que vivimos en la actualidad es la sobre población humana y nuestra forma de vida.

La sobre población ha generado una presión creciente en el cambio de uso de la tierra para tener mayor disponibilidad de cultivos agrícolas y ganadería, generando deforestación, degradación de los ecosistemas y aumento desproporcionado de emisiones de gases de efecto invernadero y contaminantes a la atmósfera. Todo esto viene con el efecto sistémico de cambios en el clima global, lo cual genera sequías e inundaciones extremas, nuevas epidemias por aceleración en la incubación de infecciones como el Zika en el mosquito Aedes aegypti, y cambios en el comportamiento de las cosechas.

Los cambios en la disponibilidad de agua han sido considerables. Ya se han descubierto ríos atmosféricos por parte de NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration) de Estados Unidos, los cuales son densas concentraciones de agua en forma de vapor que viajan con las corrientes de aire y de repente caen como bombas de agua encima de ciudades, generando inundaciones y desastres. Lo hemos experimentado recientemente en Medellín, Bogotá y otras ciudades en Colombia. Los fenómenos de El Niño y La Niña son naturales pero han aumentado cuatro veces su intensidad (IDEAM), lo cual genera sequías e inundaciones extremas en toda la región ecuatoriana. Estos cambios de disponibilidad de agua también generan falta de agua para las hidroeléctricas, aumentando la producción de las termoeléctricas para compensar en vez de mayor y rápida inversión en energías limpias, como la solar, la eólica y la geotérmica, todas de gran potencial en Colombia (UPME). La dependencia de la forma de vida humana en el petróleo, el gas y el carbón es enfermiza, parecida al comportamiento de los virus o las bacterias que no paran hasta acabar con su huésped, siendo el huésped en esta analogía el planeta Tierra.

La salud mundial se ha visto afectada seriamente por la crisis climática. El mosquito Aedes aegypti que porta el virus del Zika, el cual se incuba dentro del mosquito y se vuelve infeccioso, normalmente muere antes de picar e infectar al ser humano, debido a su ciclo de vida reducido de casi 14 días. Sin embargo, se ha observado que frente al aumento de la temperatura, el Zika se incuba más rápido y el ciclo de vida del mosquito se aumenta 2-3 días, aumentando también la probabilidad de picar e infectar a seres humanos, como ya lo hemos visto en mujeres embarazadas y sus efectos en los bebés (Stephen Dietzel, 2007, Muhammad Mahdi Karim, 2008). La crisis climática aumenta el riesgo de muchas enfermedades.

La acidificación del océano por la disolución masiva del exceso de dióxido de carbono en el aire cercano al mar está bajando el pH y por cada décima (0,1) que baja, realmente equivale a una reducción de casi el 30%. Esto ha sido devastador para los corales, que son hogares y ecosistemas para múltiples formas de vida marina. Pequeños caracoles que son alimento de peces como el salmón y el arenque, están siendo afectados por la disolución progresiva de su cascarón debido a la reducción del pH.

Las emisiones y la contaminación también genera múltiples problemas ambientales. En el mundo, 6,5 millones de personas anualmente mueren por la contaminación del aire (International Energy Agency). En Colombia, más de 8.000 personas anualmente mueren por la contaminación del aire, siendo el 20% aportado por las industrias y residencias, y el 80% por los automotores. Esta cifra parece no aterrar a la sociedad, pero sí pandemias como la actual que mata menor cantidad de personas.

Una evidencia palpable de cómo la forma de vida humana afecta la naturaleza y la biodiversidad es el mejoramiento de la calidad del aire y de los ecosistemas en los tres meses de reducción de la actividad normal humana por la cuarentena y el aislamiento para evitar el contagio del COVID-19. Los ríos y mares están más limpios, el aire se ha descontaminado en las ciudades de gran densidad y los animales terrestres y marinos han vuelto a verse cerca de las costas y de las ciudades. Está claro entonces cuál es el reto que debe tomar la Humanidad, una vez volvamos a la calle para retomar “la normalidad”.

Varios gobernantes han entendido el desafío. Lo han hecho Alemania, Francia, Italia, España y otras naciones europeas unidas a la petición de la Comisión Europea que apuesta por reforzar la economía circular, recuperar la diversidad biológica e invertir en investigación e innovación, una vez se haya superado la emergencia.

Ahora bien, la educación es la clave para transforman nuestra forma de vida. Hoy, más que nunca, debemos sembrar en los niños y jóvenes la cultura de una vida sostenible, donde plantar árboles, trabajar con energías renovables o reciclar resulten tareas naturales. Cuidando el planeta también cuidaremos a los generaciones futuras de posibles enfermedades. Esa es nuestra misión en el Colegio Rochester. Por eso estamos trabajando de la mano del Ministro de Medio Ambiente para replicar esta educación sistémica a todo el país.


*Presidente Colegio Rochester y magister en Gestión Ambiental – Columnista invitado