Italia ha votado por un nuevo gobierno, el cual muy probablemente será liderado por una presidenta del Consejo de ministros cuyo partido surgió de las cenizas del fascismo italiano posterior a la Segunda Guerra Mundial. El ascenso de Giorgia Meloni, la incendiaria etno-nacionalista aparentemente victoriosa en las elecciones del domingo 25 de septiembre, ha conmocionado a toda Europa y ha detonado el miedo de que Italia se pueda convertir en el talón de Aquiles en la resolución de Occidente de resistir la sangrienta campaña de Rusia en Ucrania. (The Washington post, 26 de septiembre, 2022)
Una vez más la derecha ha ganado en Europa, que en los últimos años ha visto como estos gobiernos y partidos son cada vez más poderosos, como es el caso de Giorgia Meloni. Este continente a partir de la incapacidad para responder a desafíos como el desempleo, la inflación, y/o el abuso del eje francoalemán (según los países del sur de Europa), ha sido el escenario perfecto para que este tipo de ideas resurjan y se fortalezcan.
Según los resultados oficiales, la candidata ultraderechista, con el 26%, logró casi los mismos votos que los cuatro partidos de la coalición de centroizquierda -7,30 millones de Meloni por 7,34 millones de la coalición liderada por Enrico Letta, del Partido Democrático.
El partido de Meloni, Hermanos de Italia (Fratelli d’Italia); la Liga, de Matteo Salvini; Fuerza Italia, de Silvio Berlusconi, y Nosotros Moderados suman un total de 121 diputados electos por candidatura uninominal, a los que habría que sumar los plurinominales: 69 de Hermanos de Italia, 23 de la Liga y 22 de Fuerza Italia.
¿Donde radican los miedos frente a Meloni? Según la BBC, Umberto Eco consideraba que el fascismo “no tenía esencia” y que Mussolini no había tenido una filosofía particular: “solo tenía retórica”. El fascismo, aseguró el célebre semiólogo, filósofo y escritor italiano en un discurso en 1995, “era un totalitarismo confuso, un collage de distintas ideas políticas y filosóficas, una colmena de contradicciones”. No había, por lo tanto, una filosofía particular detrás del fascismo, pero “emocionalmente estaba firmemente fijado a ciertos cimientos arquetípicos”, como el culto a la tradición, el miedo a la diferencia, el populismo selectivo o el machismo.
Hermanos de Italia conserva algunas de estas raíces culturales, como detalla la periodista italiana Annalisa Camilli: “tienen un discurso fuerte contra la inmigración y contra los derechos de las mujeres, están en contra del aborto y quieren aumentar la tasa de natalidad en Italia, que es la más baja de Europa. En este sentido, son muy tradicionalistas, de ahí su lema, “Dios, patria, familia” (¿Algún Bolsonaro por acá perdido?).
Sin embargo, apunta Camilli, ” se han emancipado de ese pasado. Ahora son un partido moderno de ultraderecha, más parecido a otros partidos como la Reagrupación Nacional de Marine Le Pen, Vox en España o el partido de Viktor Orbán en Hungría. Buscan un consenso en torno a ciertos pilares como la lucha contra la inmigración ilegal, la promoción de una identidad nacional y las políticas de apoyo a la natalidad”.
¿Por qué los italianos decidieron volver a estas ideas? Nada pasa por casualidad. Debemos tener claridad que estas ideas representan a una buena parte de la población en Italia, Europa, en América del Norte (¿Trump?), y América del Sur (¿Brasil?), por ende, debemos reconocer esas orillas extremistas, y aprender a manejar el nuevo panorama político. Al reconocer estas ideas y la población que representan, se hace necesario comprender las causas por las cuales estas salen elegidas.
Igualmente, a pesar de que Meloni se apoyó en los pilares de Mussolini: Dios, Patria y Familia; su discurso cobija más elementos como la crisis económica, la inmigración, los abusos de la UE y el descontento social. Los Hermanos de Italia, como el resto de derechas europeas, han sabido agrupar el descontento social bajo lemas simplistas que llevan a la reducción de los problemas, y la ira de las masas.
Por ejemplo, la UE está viviendo una profunda crisis económica que se ha materializado en las tasas negativas de crecimiento, inflación y en el alto desempleo, que conlleva a una profunda crisis económica, factores que han dado lugar a un ajuste severo y a medidas de austeridad, que reducen la calidad de vida de millones de personas en el continente. Además, la crisis energética, la anunciada recesión de 2023 y la guerra en Ucrania no están colaborando a mejorar el panorama.
Esto ha despertado un euroescepticismo que sirve como gasolina a discursos como el de Meloni, cuando dice: “No a los burócratas, ni los tecnócratas de Bruselas, si la soberanía de los pueblos”. La colectividad de la primera ministra hace parte del partido de los conservadores y reformistas europeos, que agrupa a partidos como el polaco Ley y Justicia, VOX de España o los Demócratas Suecos, quienes comparten la base de los ideales de Meloni. Por eso, se entiende que los lideres de Bruselas estén muy preocupados, si la líder de la 3era economía del continente está en contra de las medidas tomadas por la unión, y llegue a tomar posiciones tan agresivas como las de Hungría y Polonia.
Pasando a lo económico, Italia ha sido el país con peor desempeño económico del mundo desarrollado. El PIB per cápita fue menor en el 2019 que en el 2020, posee la quinta deuda pública del mundo (145% del PIB y segunda ratio más alta de la eurozona después de Grecia), el desempleo de los jóvenes se mantiene arriba del 20%, creciente inflación, la prima de riesgo en Italia se ha disparado un 20% en las últimas jornadas y ronda los 260 puntos básicos. y una pobre perspectiva de crecimiento económico del 0.2% (según el FMI). De seguir así, Italia estaría en una quiebra absoluta.
Por eso el discurso de Meloni pasa por una mayor soberanía, sin estar a expensas de las decisiones de Bruselas. A cambio de bajar impuestos, se ha enfundado el papel populista, como incrementar la rigidez laboral, como pretexto para salvaguardar los puestos de trabajo, y ayudar a los jóvenes, especialmente en las grandes ciudades donde escasean los pisos de alquiler.
En medio del discurso de soberanía, contrario a la UE y agresivo con el poder de las corporaciones sobre el capital italiano ¿puede suceder un Italexit?, este escenario es muy poco probable dada la dependencia italiana de la inversión extranjera y más aún de las compras del Banco Central Europeo (BCE). Pero la inmigración, puede ser un argumento que alimente ese ideal.
Según los últimos datos publicados por la ONU, Italia tiene 6.273.722 de inmigrantes, lo que supone un 10,52% de la población. La inmigración procede principalmente de Rumanía, el 17,13%, Albania, el 7,57% y Marruecos, el 7,18%. En los últimos años, el número de inmigrantes que viven en Italia ha aumentado en 366.261 personas, un 6,2%.
Sin embargo, lo altamente sensible es la inmigración irregular. Desde 2015 han llegado a Italia 750.000 personas, en agosto (solamente) de 2022 llegaron a sus costas 45,600 personas, un aumento del 40% con respecto a 2021. Un dato curioso, que explica las posiciones de Meloni frente a este tema es que casi la mitad de estos inmigrantes irregulares, llegaron al país en barcos de ONGs o de la propia marina italiana.
Lo anterior, sumado a las 125 mujeres que fueron asesinadas en Italia entre el 1 de agosto de 2021 y el 31 de julio de 2022, un 15,7 % más que en el mismo periodo del año anterior, y donde las mujeres representaron el 39,2 % del total de víctimas de homicidio voluntario, y de esos 125 asesinatos, 108 se produjeron en un contexto familiar o afectivo, y 68 fueron cometidos por parte de la pareja actual o la expareja; Son la mezcla perfecta para para acabar con la “violencia islamista”.
Meloni posiciona el fundamentalismo islámico como amenaza y reclama “un fuerte cambio político” para combatir la inmigración ilegal y la delincuencia que provocan los inmigrantes. La primera ministra afirmaba en su campaña: “Italia es cada vez más insegura. La inmigración ilegal amenaza la seguridad y la calidad de vida de los ciudadanos. Nuestras ciudades están degradadas e inhabitables. Los suburbios y centros históricos son escenario de ocupaciones abusivas, violencia y narcomenudeo”.
El euroescepticismo, la brutal crisis económica, la inmigración y el ascenso de la violencia son el escenario perfecto para que campañas como la de Giorgia Meloni, lleguen el poder. Su elección no fue fortuita, ni fue un ataque irracional de los italianos. Tiene mucha lógica y es consecuente con la realidad de la mayoría de ese país.
Las derechas han venido llegando al poder en los últimos 10 años no porque los votantes sean estúpidos, no sean racionales, o todos sean totalmente radicales. La crisis económica, la violencia, el desempleo y el famélico futuro de los jóvenes son causas objetivas que afectan a todos, y no tienen posición en el espectro político.
Entonces habría que preguntarse: ¿qué pasa con la izquierda europea que se ha quedado sin argumentos electorales?
PD1: Italia ha tenido 77 gobiernos en 70 años. Según esto, en América Latina somos un remanso de estabilidad política.
PD2: No comparto los ideales de Giorgia Meloni, pero hay que saber porque este tipo de partidos siguen en alza.