Pactar por votos. “No todo vale” debería ser una máxima de conducta humana, bien podría ser empleada como referente ético para establecer límites al accionar humano. El fin no siempre justifica los medios, de allí el rigor de la ética kantiana que a partir del imperativo categórico exigía del hombre constituirse en modelo para ser imitado por los demás. La historiadora inglesa Bettany Hughes (1967) en su monumental obra Estambul, La ciudad de los tres nombres (2017), refiere que la palabra “Pax” en latín significa literalmente pacto o acuerdo, que era la manera como el imperio romano se servía de la paz, la forma de pacificación en provecho de Roma Aeterna. Anota la misma autora que, los griegos para hablar de paz empleaban la palabra “Eirene” que era una situación de sosiego opuesta a la zozobra que traía la guerra, y en el Cercano Oriente, las palabras “Shul”, “Shalom” y “Salaam” tienen una connotación más integral y flexible, en tanto que la “La Pax cristiana” era más una aspiración que un pacto.
Se hizo de público conocimiento que emisarios de un candidato presidencial visitaron las cárceles para hacer pactos con delincuentes condenados, que a cambio de votos y apoyo electoral recibirían beneficios jurídicos. Se ha propuesto una jurisdicción especial para narcotraficantes que forma parte de una estrategia denominada Perdón Social. El Perdón Social propuesto no es novedad, se dice que el emperador bizantino Constantino (272-337) concedía el perdón a los asesinos limpiándolos de pecados mediante la realización de buenas obras. La cuestión hoy día tiene que ver el plano ético y el concepto del daño social, que no era los mismos en la edad antigua a los valores del estado de derecho y su hijo el estado social de derecho.
El pacto realizado con fines electorales y rédito de votos, además de espurio es inmoral porque se realiza de espaldas a la sociedad para otorgar beneficios y privilegios inmerecidos a quienes han horadado el bien social y la confianza pública. No puede haber perdón social para quien atenta contra la vida, la seguridad y recursos públicos destinados a la salud, la infancia, la educación, la infraestructura de los colombianos. Avalar un pacto en aras de la “Pax romana” es desconocer las mellas del tiempo y borrar de tajo los efectos de un accionar nocivo. Constantino era el amo de la vida y de la moral de sus súbditos. Hoy el gobernante no puede ser el amo de la vida y la moral de los ciudadanos, entre los que es uno entre iguales.
Ética en política
Un hombre que aspire a gobernar un País debe ser pulcro no sólo en la estética de sus palabras y vestimenta, sino en la ética de sus actos y de sus emisarios. El que pacta con delincuentes se iguala a quienes pacta, y volverá a hacerlo, porque sólo un megalómano está dispuesto a pactar con delincuentes. Votar por el pacto que representa la “Pax romana” es hacerlo al amparo de una ética flexible, complaciente y utilitarista. Es avalar un accionar indecente donde “Todo vale” con el fin de llegar al poder y los privilegios que conlleva. No todo cambio implica per se avance o mejoría, hay cambios que implican marchas atrás, sufrimiento e inestabilidad. Un cambio a partir de un pacto de pacificación con inverecundos no es un cambio deseable, sino un acuerdo purulento. Implica contraer una grande obligación para con sujetos que no son dignos de confianza, prueba de ello, las penas que pesan en su contra. La sociedad no puede ser inducida a perdonar al corrupto a cambio del apoyo de éste al candidato de turno. Un delincuente siempre será un delincuente allende del pacto. En la política como en el amor, en la guerra y en la vida, No todo vale. ¿Hasta cuándo Pacto por votos?
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