La discusión de una reforma tributaria mal gestionada por el gobierno, se debe a un presidente que no se pone al frente de los grandes desafíos de la nación porque no tiene grandes ideas, porque tienen unas deformaciones ideológicas peligrosas, y porque no es un estadista. Con unos ministros que poco o nada representan, como el de Gobierno; otros que no son confiables, que más bien hacen daño y mucho daño desde hace años, como Carrasquilla; y otros que nunca se ven, como el de Comercio, Industria y Turismo, cuando se supone que la reforma es para reactivar la economía.

Ya no importa si la reforma es buena, regular o mala, progresiva o regresiva. Ese debate ha llenado miles de páginas, y ya queda poco por decir. El debate está agotado, es aburrido y repetitivo, porque el problema fiscal y de ingresos del estado está encapsulado pues no obedece a un marco de políticas integrales y coherentes para tapar la fosa fiscal y responder a las necesidades de largo plazo hacia una economía avanzada y una sociedad más equitativa, sostenible y en paz.

La economía y la sociedad están determinadas por una epidemia que cada día trae más incertidumbre, se hace interminable e insoportable. Sin embargo, sobre esto ni una palabra, ni un peso en la tal reforma con el fin de construir capacidades propias de seguimiento, investigación y construcción de una industria de salud, y de anticipación al covid. Colombia depende de lo que digan terceros y de lo que ofrezcan terceros. Colombia no decide hasta cuándo va el covid.

Otro error ha sido disfrazar la reforma como un programa de inversión social, de protección de algunos empleos, y tapar la fosa fiscal. Es otra manifestación de este gobierno: disfrazar programas y estrategias, bautizándolas con el nombre que no es, única manera de justificar tres reformas en tres años, denotando ineficiencia e irresponsabilidad, y sobre todo el descaro de hacer reformas con el fin de darle más plata al 1% con la plata del 99%.

¿Por qué para algunos analistas de la línea Carrasquilla es la mejor reforma presentada en muchos años? Porque esta vez fueron por mucha plata, ya que las anteriores reformas iban por algo de IVA, subsidios y nada más, entonces salían con recursos para la caja inmediata y la mermelada para los políticos corruptos. Ahora Carrasquilla pretende ponerle IVA a todo para recoger la plata que le dio al 0.1% de super ricos y a los bancos. Este es un detrimento al patrimonio de los colombianos y del Estado.

¿Todo esto por qué ha sucedido? porque en 1991, César Gaviria y Rudolf Hommes dijeron que la mejor política industrial era una buena política macroeconómica, entonces, la competitividad, la transformación de la especialización del sistema productivo, las exportaciones, es decir, la productividad, quedaron expuestas a políticas e instrumentos intermitentes y mal financiados. Por eso las demás políticas sectoriales también se convirtieron en sub políticas sujetas a la macroeconomía del “súper” Ministerio de Hacienda.

Este es el origen del descuadre presente y de las pocas capacidades del Estado para enfrentar la realidad y darle un rumbo a la nación. Incluso, si el Banco de la República hubiera emitido moneda, en vez de que Carrasquilla hubiera cogido el camino del endeudamiento, esa plata solo iría para subsidiar a la gente pobre y a las pymes, pero nada más, porque no hay una buena política de desarrollo productivo y de innovación para reactivar y reestructurar la economía.

Los países europeos han emitido moneda porque tienen un marco de políticas estructurales de mediano y largo plazo, entonces, saben a dónde van los recursos. Así, la angustia de ellos no son las calificadoras de riesgo, ni el FMI, ni la regla fiscal. La preocupación es darle oxígeno permanente a la producción y a la innovación para mitigar el desempleo. Es lo mismo que está haciendo los Estados Unidos.

La nueva trinidad la conforman Uribe, Carrasquilla y Duque, por eso la tributaria no es el reflejo o producto de las necesidades de un proyecto nacional de desarrollo o al menos de un programa de mediano y largo plazo de reestructuración de la economía que le diera contenido, perspectiva y orientación a la inversión social. Como se venía con reformitas cada dos años, esa suma de limosnas no construyeron una sólida y confiable base de ingresos del estado para desarrollar la economía y la sociedad. Además, dejaban un hueco cada vez más grande por culpa de los subsidios de la “confianza inversionista” de Uribe y ahora de Duque.

El experimento neoliberal dejó unos pocos mega ricos, unos pocos ricos, y el 90% de la población entre menos pobres y pobres. Al final, es un país pobre, inequitativo, atrasado, inmediatista, pero sí irracionalmente violento, precariamente pensado y proyectado, con un Estado débil al cual lo succiona el mercado y la corrupción hasta el endeudamiento ilimitado.

El Estado colombiano no es dueño de casi nada, le quedan escasas empresas que le facturen, pero tampoco es un estado emprendedor, tanto, que hasta la fábrica de vacunas la cerró Pastrana pero después ni Uribe ni Santos ni Duque hicieron algo para reabrirla. Incluir en una reforma tributaria recursos para lanzar una industria de salud, es tan importante como la agricultura, y más que las naranjas de Duque.

Es un estado al servicio del mercado, por eso al agua natural la quieren gravar con el 19% de IVA, mientras siguen sin IVA las dañinas aguas dulces de Postobón y CocaCola. Por eso esta reforma tributaria es un desesperado intento para sobrevivir luego de treinta años de errores acumulados, a los que quieren acumular más.

Esta reforma debió ser corta y concreta, de diez páginas y no de ciento diez: eliminar todos los subsidios ociosos a las grandes empresas que van por las zonas francas y eliminarles la exención al IVA, quitar el IVA a los servicios públicos, eliminar retefuente e impuesto a la renta a los salarios menores a 3.5 millones, a las pensiones menores a diez millones de pesos, incrementar el imporenta y el impuesto al patrimonio y dividendos al 1% más rico, y ni un peso más a los bancos, porque la plata de todos la convierten en ganancias que se reparten como dividendos.

Este gobierno no tiene ni cabeza, ni tiempo, ni ideas, ni ética, ni estética para convocar a un acuerdo nacional mínimo y de transición, porque la violencia está disparada y de esa manera el tercer ciclo de la guerra eterna está en marcha. A la paz no la están volviendo trizas, la paz se volvió un tiro al blanco.

Asimismo, hay una destrucción institucional por la vía de las IAS (Fiscalía, Procuraduría y Contraloría) bajo el control de un populismo de ultra derecha (fascista lo llaman algunos), y con un expresidente, cabeza del partido de gobierno, tratando de escapar a la justicia con prácticas de terror y desinstitucionalización.

El paro del 28, que puede extenderse al 29 y 30 de abril, debe ser pacífico, debe ser una oportunidad para pensar y salir adelante, la gente quedarse en las casas porque el gobierno dirá que el pico está alto y entonces decretará una cuarentena de cuatro días, sacar la bandera, hacer sonar las cacerolas, apagar las luces, y las empresas no deben amenazar con despidos, sino sumarse a la reflexión para que haya un país para todos porque es de todos. Los medios digitales deben ser el escenario de reflexiones, conversaciones y soluciones.

Es un paro contra el mal gobierno. Tensionar políticamente la situación presente podría ser desastroso, pero no por ello quedarse callados, sino asumir el desafío con ideas inspiradoras y contundentes, porque la gente se puede desbordar pues está cansada, desesperada y sin esperanzas, y la desesperación ciudadana no pasa por atacarla con el ESMAD ni por encapuchados fabricados por las fuerzas de seguridad del estado. Pasa por la inteligencia, la conciencia y la razón de los problemas, sus causas y salidas. Es el momento de la inteligencia y no de la fuerza.

No es hora de represión ni de tantos engaños ideológicos a los que ha sido sometida Colombia en los últimos veinte y cinco años a través de un hábil tirano y demagogo que ha destrozado libertades democráticas, ha hecho pedazos muchas realidades, y ahondado las desigualdades. Colombia está mal porque tiene un mal desde adentro, no desde afuera.

P.D.: los niños pobres no van al colegio porque no hay suficientes esquemas de bioseguridad, entonces, solo tienen una, dos a lo sumo tres horas de clases virtuales a través de celulares porque un computador es como la ficción de un viaje a la luna.

@acostajaime