Partido final: Colombia vs Uribe

Jaime-Acosta-Puertas
Jaime Acosta

Si Colombia quiere parar veinte años de fanatismo político y no correr el riesgo de otros tantos que podrían ser peores, los demás partidos y movimientos deben enfrentar al uribismo, porque este entraña a la ultraderecha y más allá de eso solo hay delirios, amenaza, decadencia ideológica, atraso económico, y como sociedad caída a un abismo sin fondo.

Del uribismo se puede rescatar la liberación de las ciudades del cerco de las FARC y haberla empujado a los confines de la selva para hacer posible el acuerdo de paz. De resto, nunca, ni antes ni ahora ni mañana, habrá una propuesta de nación y de desarrollo, solo ideas populistas menores para distraer al populacho ignorante que fue conducido al fascismo sin saber por qué.

El uribismo encarna a la Colombia emergente que nació hace décadas con las economías ilegales, y que se consolidó con el narcotráfico de la cocaína. Hasta hace poco se podría hablar de dos Colombias, hoy, por las redes de la economía global y digital de mercado, es una sola, así de forma no compartan la misma mesa. Un alto porcentaje del acelerado auge de los sectores de consumo se debe a las economías ilegales. Minimizar su impacto real es lo peor que se puede hacer para no transformar, diversificar y sofisticar la producción y el comercio internacional, y negarle a la nación tomar una senda de alto desarrollo con justicia y equidad social.

Los errores de visión política, económica y social de la vieja dirigencia le abrieron el camino a los nuevos y equivocados liderazgos. Las mentes lúcidas de la vieja dirigencia que tenían visión de una nación moderna, fueron superados por un conservadurismo feudalista y tenebroso. La poca modernidad de Colombia es fruto del pensamiento liberal, porque el feudalismo en sus viejas y nuevas expresiones y actores nada bueno ha traído, más allá de una riqueza pronta, poco competitiva por su baja productividad, por lo tanto rezagada pero sí perpetua.

Así las cosas, una concertación amplia de los demás partidos es la única que puede ganar y poner fin a un periodo de confusión que terminó en fanatismo. Divididos, la minoría uribista, experta en lograr acuerdos electorales triunfadores, puede volver a ganar en el 2022 y también muchas alcaldías y gobernaciones en octubre de este año. Estas dos elecciones son los dos tiempos de un partido final. Si el uribismo resulta derrotado de manera nítida, en el 2022 no tiene como ganar, y sería el retiro de Uribe de la política, el fin del Centro Democrático y de su acción despiadada contra la paz, la justicia social y la modernidad, y quedarían sin oxígeno las cinco fuerzas que enfrentan hoy al estado: guerrillas y narcoparamilitares.

La gran batalla por el futuro de Colombia será en las urnas, apuntando a la transformación de la política y del modelo de desarrollo. El potencial de Colombia para una transformación inteligente, sostenible y con equidad, es enorme, pero el camino equivocado de un crecimiento jalonado por un modelo de crecimiento precario, sumiso, rentista, sin ética y de corto plazo, ha sido lapidario, porque ha producido más muertos que oportunidades y más rezago que avance, y trajo una corrupción ilimitada que hoy es otra cultura de la ilegalidad difundida en la sociedad.

El debilitamiento del estado por una inmensa e imperfecta institucionalidad reguladora, dejó sin activos públicos al patrimonio de la nación, y se usó solo para pagar corrupción y clientelismo, regalarle todo al mercado sin mayor contraprestación y beneficio social y para las arcas del estado, y no dejar un peso para inversión del desarrollo: educación, ciencia y tecnología, cultura, infraestructura pero con una ingeniería eficiente, avanzada y no plagada de corrupción, y en sectores productivos estratégicos de las nuevas revoluciones tecnológicas en curso y por venir.

Los estados modernos y avanzados son una combinación exitosa y singular de intervencionismo estratégico y de regulación responsable, que deriva en potentes instituciones duraderas. El estado colombiano, no es lo uno ni lo otro. No ha formado un empresariado moderno, innovador y sofisticado. Ni universidades donde lo principal sea la investigación y la ética para una educación de más calidad. Unos pocos emprendedores disruptivos surgieron antes y aparecen ahora, sin embargo, artistas y escritores, deportistas y una importante diáspora de científicos, han sido la gloria de esta risueña pero agobiada nación donde han corrido ríos de lágrimas y sangre.

En las sesenta ciudades de más de cien mil habitantes y en los ciento treinta y siete municipios más olvidados que fueron el epicentro del conflicto con las FARC, será la gran confrontación política de octubre. Sin embargo, será en Bogotá, de manera pacífica, emotiva, inteligente e innovadora (próxima columna), donde una gran convergencia en torno a Claudia López marcaría el principio del final de la triste noche. Este esquema de unión por Colombia debe replicarse en otras ciudades y territorios, incluida la Antioquia y el Medellín uribista. Cuando la innovación, la ciencia, la cultura, el emprendimiento y la idea de sociedad se da en un ambiente de fanatismo, se termina en algo parecido a la Alemania nazi. Y Colombia ya da muestras de eso.

No hay disculpas de ningún tipo para no lograr la unión de todos los partidos contra el uribismo y los pentecostales que son una rara mezcla de religión y fascismo. No hay espacio para el voto en blanco, ni para que Fajardo y Petro sigan trinándose, ni para que los del centro se sigan creyendo los puros siervos de Dios en la tierra y los elegidos para defender la ética y el medio ambiente, o los liberales, los destinados a derrotar a los godos del siglo XXI, y los de izquierda reservados y dogmáticos para aliarse con los que piensan distinto. No olvidar cómo en Chile y Uruguay todas las fuerzas políticas se unieron contra el autoritarismo.   

A la polarización política no hay que tenerle miedo si la orientan los partidos anti ultraderechistas para salvar y reconstruir las instituciones. Si esa bandera se la deja al fanatismo, conducirá la política a través de la manipulación y de las fake news. Colombia está en un momento para renacer similar a la persona que perdió todo en un momento de la vida, y por tanto debe reconstruirse con nuevas ideas y no con las del pasado.   

Los riesgos de esta nación están aquí, y no en la deschavetada Venezuela de Maduro.  O se sacude ahora o quién sabe si habrá nuevo amanecer. Tiene bases potenciales poderosas para dar un salto, tanto de riquezas enterradas (siguiente columna sobre la minería) como de riquezas creadas o intelectuales insuficientemente motivadas, en medio de grandes dudas y desconfianza en una clase política en su mayoría corrupta y premoderna, y un enorme futuro con las ciudades intermedias (Pasto, Pereira, Manizales, Bucaramanga, Armenia,…….) si cede el arrogante y flojo centralismo.       

@AcostaJaime