Por: Óscar Sevillano
Fui de los primeros en advertir que el Alcalde de Bogotá Enrique Peñalosa debía hacer un llamado a la ciudadanía bogotana a no esperar milagros de su segunda administración, y que ese mensaje debía ser la constante durante su primer año de gestión.
Tuve la fortuna de ser escuchado y el mensaje se le escuchó en su discurso de posesión el 1 de enero de 2016, lamento eso sí, que no le haya dado continuidad, porque los bogotanos estaban desesperados con la parálisis en que cayó la ciudad durante las Alcaldías de Samuel Moreno y Gustavo Petro y no iban a dar espera alguna para que sus anhelos se hicieran realidad, porque no saben o no entienden la lentitud de los trámites y vueltas que hay que hacer al interior de la función pública para que las obras sean visibles ante sus ojos.
Es por esto que a pesar de que el Alcalde saliente hizo todo lo posible por reactivar planes y proyectos que estaban quietos, adelantó otros que son propios de su segunda administración e incubó muchos que quedan pendientes de iniciar, termina su segunda gestión con poco favoritismo, porque fue tanta la expectativa que se tenía con su regreso al Palacio de Lievano, que los bogotanos esperaban ver una Bogotá similar o mucho mejor de la que dejó en diciembre del año 2000, cuando terminó su primera Administración.
Muy a pesar de que el Alcalde deja una cantidad de obras terminadas y otras en marcha, la gente en Bogotá no le ve con buenos ojos, entre otras, porque el mismo levantó debates innecesarios, muchas veces sin entender que aunque la ciudadanía aprecia y ve con buenos ojos la construcción de andenes, calles y avenidas, su querer y sentir va mucho más allá de eso.
Aun así, la segunda Administración de Enrique Peñalosa tendrá un lugar en la historia de la capital, porque sacar a una ciudad de la complejidad de Bogotá de la parálisis en la que estaba era un reto bastante alto, que muy pocos hubieran sabido cumplir a satisfacción y era bastante claro que muchas cosas quedarían sin terminar, porque eran tantos los problemas y tanto los atrasos, que superarlos en tan solo tres años es una cosa imposible de cumplir.
Para eso se requiere la debida continuidad de planes y proyecto que hoy quedan sin terminar, y si la alcaldesa electa tiene la suficiente humildad para no llegar con el “complejo de Adán” y creer que la historia comienza con ella, sabrá darla, por supuesto imponiendo su toque personal, como es lo lógico en estos casos.
Gobernar una ciudad como Bogotá no es fácil, se pueden tener miles de ideas y millones de planes en la cabeza, que al llevarlos a la realidad van a encontrar un centenar de piedras en el camino que harán difícil su ejecución, mucho más si se tiene la oposición feroz e inhumana de Gustavo Petro y de toda su bodega, quien junto a su “acólito” Hollman Morris se dedicaron a mentirle a la ciudadanía asegurando que proyectos como el metro elevado estaban llenos de corrupción, por ejemplo.
La frase de “impopulares pero eficientes”, aunque puede ser polémica, refleja mucho de lo que fue la segunda Administración de Enrique Peñalosa, porque se puede ser muy querido por el pueblo y ser un perfecto incompetente, cosa que afortunadamente no es el saliente alcalde, a quien más adelante, cuando la ciudadanía se dé cuenta de lo necesaria que eran las obras que hoy son realidad, le sabrá dar el lugar que se merece.