Durante las primeras décadas del siglo XX, Colombia recurrió, en la gran mayoría de sus pueblos y ciudades, e incluso en las empresas y fincas productivas, a la generación de energía a través de pequeñas centrales hidroeléctricas (PCH), mediante el aprovechamiento de caídas de agua. Nuestra topografía patria, en gran parte de su territorio, favorecía y aún favorece este amigable, sostenible y sustentable medio de producción energética. Esta práctica cayó en desuso durante la década de los 70, cuando se impusieron los grandes embalses.
El cambio climático es uno de los mayores desafíos que enfrenta la humanidad en el siglo XXI. Las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), principalmente provenientes de la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural), han llevado a un aumento sin precedentes de la temperatura global. Según el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), para limitar el calentamiento global a 1.5°C por encima de los niveles preindustriales, es crucial reducir las emisiones de CO2 en aproximadamente un 45% para 2030, en comparación con los niveles de 2010, y alcanzar emisiones netas de cero para 2050. Es decir, aunque parece imposible de lograr, todavía la humanidad está a tiempo de revertir los impactos del uso de combustibles fósiles y evitar su posible extinción.
Colombia, a pesar de ser un país con una baja contribución a las emisiones globales de GEI (menos del 0.5%), ha sido proactiva en sus compromisos climáticos. La instalación de PCH representa una estrategia eficaz para disminuir la dependencia de los hidrocarburos, que aún representan una parte significativa de la matriz energética del país. Según el Ministerio de Minas y Energía, en 2019, el 65% de la energía eléctrica de Colombia provenía de fuentes hidroeléctricas, mientras que el restante 35% provenía de fuentes térmicas (cuyo principal combustible es el carbón) y renovables no convencionales (paneles solares, proyectos eólicos, etc.). Incrementar la proporción de energía hidroeléctrica mediante PCH puede contribuir significativamente a una reducción adicional de las emisiones de GEI.
La preocupación por el fuerte impacto ambiental de las grandes represas ha llevado a un creciente interés en las pequeñas centrales hidroeléctricas, que pueden operar con un menor impacto ecológico. Las PCH, a diferencia de las grandes infraestructuras hidroeléctricas, no requieren la construcción de grandes embalses que alteran drásticamente los ecosistemas fluviales. En lugar de ello, las PCH utilizan el flujo natural del río, minimizando la alteración del hábitat acuático y terrestre. Un impacto que puede ser balanceado si las empresas generadoras de energía realizan un mayor esfuerzo en términos de mitigación y de responsabilidad social empresarial.
Un estudio de la Universidad Nacional de Colombia destaca que las PCH pueden integrarse de manera más armónica con el medio ambiente, preservando la biodiversidad y garantizando el flujo ecológico necesario para la salud de los ecosistemas fluviales. Además, la regulación de caudales y la implementación de tecnologías de paso de peces son medidas que pueden adoptarse para mitigar aún más los impactos ambientales.
La instalación de pequeñas centrales hidroeléctricas también puede ser un motor para el desarrollo tecnológico y la innovación en Colombia, pues no solo requieren ingeniería avanzada y soluciones tecnológicas adaptadas a las características específicas de cada ubicación, sino que también pueden ofrecer, reconociendo los derechos de los ríos y por supuesto de las comunidades como cuidadoras del agua o como habitantes de zonas de influencia de los ríos, oportunidades de fortalecimiento de las capacidades locales para generar ingresos sostenibles mediante proyectos económicos de carácter social en donde la misma empresa sea un acompañante decisivo, en términos económicos, tecnológicos y de mercadeo. Un gana-gana para el país, para la comunidad y para el sector privado que puede traducirse en un impulso significativo para la economía local y nacional.
Con algunos cambios normativos y tecnológicos, el desarrollo de PCH también puede asumir un fuerte componente social, posibilitando el desarrollo de otras fuentes energéticas alternativas a nivel rural, como los paneles solares y la electrificación de zonas rurales remotas. Según datos del Departamento Nacional de Planeación (DNP), aproximadamente el 5% de la población colombiana no tiene acceso a electricidad. Las PCH pueden ser una solución eficiente y sostenible para cerrar esta brecha, facilitando la implementación de redes de telecomunicaciones. Esto no solo permite una mayor integración de estas comunidades en el tejido social y económico del país, sino que también abre nuevas oportunidades en educación, salud y comercio.
Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) resalta que el acceso a la electricidad y a las telecomunicaciones en zonas rurales es crucial para el desarrollo socioeconómico. No podrá haber una Reforma Rural Integral sin el acceso adecuado a la energía a nivel rural. La electrificación permite el uso de tecnologías de la información y la comunicación (TIC), que son herramientas poderosas para la educación a distancia, la telemedicina y la promoción de pequeñas y medianas empresas.
Departamentos como Norte de Santander, Chocó, Cauca, Nariño, Bolívar, Cesar y Santander pueden convertirse en grandes generadores de energías limpias mediante este sistema. Las comunidades pueden tener un impacto positivo en su autonomía y fortalecimiento, los entes territoriales pueden recibir una no despreciable inyección de capital mediante las regalías, y el planeta podrá respirar un poco más si somos capaces de generar concertadamente, acudiendo al poder soberano del pueblo, acuerdos que beneficien a toda la sociedad.
La generación de energía debe ser democratizada, superando los monopolios reinantes en manos de Isagen, EPM, la Empresa de Energía de Bogotá, entre otros pocos, reduciendo vía competitividad y regulación los precios descomunales que este infortunado monopolio impone. Se podría pensar nuevamente en instalar PCH mediante alianzas público-privadas, en donde las asociaciones de municipios y las empresas criollas se conviertan en aliados estratégicos para generar la energía que su propio territorio requiere. La instalación de pequeñas centrales hidroeléctricas en Colombia representa una solución integral a varios de los desafíos contemporáneos más apremiantes y el retorno de la soberanía que en esta materia se requiere para planificar acertadamente el territorio.
Tenemos la oportunidad de ser líderes regionales en la adopción de energías renovables a pequeña escala. Es fundamental que los gobiernos, motivados por un fuerte compromiso social, y el sector privado responsable socialmente a través de programas que hagan posible que los beneficios económicos de la actividad también lleguen a las comunidades, y una comunidad más proactiva y vigilante, trabajen juntos para impulsar esta transición energética, asegurando un futuro más sostenible y equitativo para todos los y las colombianas.