Por: Luis Carlos Martínez González
En época de Halloween, me parece importante conversar sobre los ‘fantasmas’ y las ‘máscaras’ que usan algunos para destilar odios, defender intereses personales o apalancar proyectos políticos sin el mínimo rigor de la crítica, todo esto disfrazado de periodismo.
Pues bien, no creo que esto lo sea, porque tengo la idea de que aparecer en medios y decir cosas no hace periodistas. Hablar, opinar, narrar o mostrarse en una red social, son acciones naturales de cualquier ciudadano en el marco de una sociedad.
Está profesión requiere de algo más. Muchos lo llaman rigor, pero claramente el concepto hay que ‘desmenuzarlo’ para que no se quede en un simple saludo a la bandera. Ser periodista requiere de valores, comportamientos, aptitudes, competencias y la experticia necesaria para administrar la información que tiene un impacto sobre el colectivo.
Si bien es cierto que los formatos de opinión (como este que escribo) hacen parte de los géneros periodísticos, este es de lejos la tendencia predominante en los medios masivos y las redes sociales. Entonces ¿Dónde queda el periodismo de investigación? ¿Qué pasó con el periodismo descriptivo? ¿Las crónicas han desaparecido? ¿Por qué estamos llenos de titulares cargados de adjetivos que marcan una intención de orientar la opinión pública?
Durante la última campaña presidencial en Colombia fue evidente la falta de imparcialidad y el nivel de apasionamiento de cómo algunos medios cumplieron su labor. Titulares grotescos, falta de equilibrio en los contenidos y sobrexposición de opiniones en redes sociales, que eran más propios de activistas políticos que de personas formadas para administrar rigurosamente la información y construir narrativas responsables y respetuosas con la ciudadanía.
La comunicación como técnica y el periodismo como herramienta tienen procesos, metodologías, principios y estructuras que deben contribuir a mejorar las relaciones sociales. No cualquier persona frente una cámara, con un papel o simplemente aquel que tenga un juicio, puede denominarse profesional en periodismo.
El ejercicio informativo requiere contrastar fuentes, equilibrar los datos, describir situaciones sin carga de calificativos, respetar a los entrevistados, manifestar conflicto de intereses, que en términos generales no es otra cosa que ser honesto y transparente con la audiencia. No todo es espectáculo, escándalo, sensacionalismo o egocentrismo. Una gran habilidad del periodista es la sensatez y la capacidad para dosificar el ‘maremoto de datos’ en el que navegamos a diario.
No todo es cierto, tampoco todo es falso. La lucha constante entre héroes o villanos en la prensa daña la profesión. El periodista debe buscar la escala de grises, porque la vida en blanco o negro puede funcionar en otras profesiones, pero al periodismo no le sirve. No usemos el disfraz de jueces, estamos lejos de serlo. Menos el de pastores, porque no necesitamos adoctrinar. Tampoco nos disfracemos de políticos, porque la piel de ‘lagarto’ es difícil de ocultar.
El mejor papel del periodismo es la investigación, la descripción, el equilibrio y la sensatez para que otras personas tomen mejores decisiones a partir de la exposición de argumentos serios. Los micrófonos deben estar abiertos para todos, pero siempre administrados por profesionales que respeten el valor de la información y siempre vigilen la forma de entregarla.