¡Que difícil es ser militar en Colombia!

En estos momentos tan complejos respecto al orden social, y frente a la sonada revolucionaria de estos últimos años, hemos notado que el blanco de críticas ataques y difamaciones es nada más y nada menos que nuestros necesarios ejército Policía nacional.

La policía y el ejército son esa fuerza pública que garantiza la protección y amparo de la Sociedad, es el escudo humano que soporta todo tipo de acontecimientos que requieren medidas para contrarrestar cualquier perjuicio y lesión que pueda recaer sobre la ciudadanía.

Un policía es un ser humano, con una única vida que arriesga cada día para proteger la de quienes ni conoce, aun sabiendo que su muerte pueda perjudicar a su familia que tanto lo necesita.

Un soldado es un ser humano imprescindible y de gran valor en nuestro tejido social, es el material que da cuerpo a una de las más importantes instituciones, es alguien que duerme poco, vigila mucho, come cualquier cosa y ve maleantes cada mes, más que a sus propios hijos, sacrifica familia, vida propia y necesidades, sin embargo, se puso de moda hacerlos ver como seres negativos, despiadados y monstruosos, por aquellos que se hacen llamar amigos de la paz.

Es cierto que no falta la manzana podrida, la ficha que desentona y el corrupto, como en todo.

Así como en las altas cortes hay magistrados incorrectos, jueces que desacreditan, médicos que amenazan usando su rol para amenazar la vida de sus opositores por diferencias políticas, o se prestan para el tráfico de órganos o abogados deshonestos… ninguna esfera se salva de tener sus ovejas negras, pero bajo los preceptos de la buena fe sabemos que predomina la parte honesta de cada gremio.

Lo que en otros países es un institución respetada e inquebrantable, en Colombia es para algunos, referente de mala o poca educación, de degradación, de burla y les voy a explicar que ha influido en esto.

Más o menos hacia el 2012, se empezó a destapar una nueva ideología de gobierno que difirió totalmente a lo que el entonces candidato del momento había planeado en campaña; allí fue donde se empezó a suscitar la oportunidad para para quienes venían al margen de la ley con la excusa del nuevo tema de la paz.

Fue entonces cuando se pudo evidenciar que para poder empoderar la delincuencia con que se iba a tratar, era necesario menguar la fuerza pública y si señores; confidencialmente paralelo a esto, se inició el proceso de transformación y modernización de la Policía nacional, esto supuestamente la hizo un cuerpo más participe y empático, más práctico, pero sobre todo, más vulnerable, finalmente concretado en 2017

El siguiente cariñito fue la ley 1801 de 2016 donde el policía no solo perdió potestades si no que además se transforma en un vector masoquista de la ley, que debía estar dispuesto a afrontarlo todo pero eso sí, sin poderse defender y el tema es aún más grave púes en dicho código una agresión contra un uniformado se considera una contravención menor.

La situación que vive un policía colombiano, trasladada a Estados Unidos, Inglaterra o en países más cercanos como Chile, es inaceptable pues sus legislaciones ofrecen más garantías a los funcionarios de la ley, por medio de estatutos más drásticos.

En la mayoría de países del mundo, tomando el ejemplo de usa y chile una agresión a un agente de policía le da el derecho a hacer el uso de su arma de dotación y ejercer su derecho a la defensa.

Un informe reciente del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (Cerac) acredita como principal motivo por el que la policía perdió su autoridad, a la falta de normas consistentes, respaldadas penalmente y contundentes que le protejan.

Entonces acá prima aquel cuento de al caído caerle. Es decir, una vez constatan que la agresión, el cuestionamiento, el irrespeto y la lesión a un policía, se realiza sin que se obtenga sanción alguna, entonces se multiplican estos comportamientos por la percepción de que es una opción, de que se puede hacer. Y el incentivo a estas conductas es precisamente comprobar que consumaron los hechos sin sufrir consecuencia alguna.

El código Penal contempla penas de entre 4 y 8 años a quienes “ejerzan violencia contra un servidor público”, pero seamos sinceros esto se trata de una conducta poco judicializada y menos aún, sancionada.

Siendo críticos es demasiado evidente que el irrespeto hacia la Policía también se debe a las constantes conductas de incentivo que algunos representantes políticos imprimen de manera mediática sistemáticamente.

Ser militar no es fácil, sus principales luchas son contra los estratos bajos y los sectores populares que se sienten impedidos para delinquir, además la proliferación de proyectos de ley proponiendo el uso de drogas y campañas presidenciales que prometen una igualdad y una paz verdadera bastante imposible, son herramientas usadas por la política alternativa para conseguir adeptos.

En conclusión, todo está sucediendo, por falta de normas, descuidos educativos y exceso de mecanismos políticos que toman como excusas las fallas de algunos, para las cuales existe judicialización; aun por encima de que muchos toman justicia a mano propia.

¡Que duro!

Dios bendiga y proteja nuestros valiosos Ejército y Policía Nacional.

@Vahiaaa