Colombia supera más de 60 mil muertos por cuenta de la pandemia. Solamente en Córdoba, nuestro departamento, se han cavado más de 2 mil tumbas. En ellas se han depositado el dolor, la impotencia y la desesperanza frente a la tragedia que vive tanto el país como el mundo. Por eso mismo deben quedar atrás las vanidades, las egolatrías y las posiciones individualistas creyendo que aisladamente podremos enfrentar esta catástrofe que todavía no termina. Los efectos ya no serán solo las lágrimas derramadas y el inconmensurable dolor ante la pérdida del ser querido, el amigo o el vecino. Ahora el drama viene con el reto de emprender la reconstrucción del malogrado y maltrecho tejido social.
Jamás serán válidas las recurrentes excusas de gerentes o administradores, justificando su negligencia escudándose en la pandemia. Se requiere poner a prueba no solo los conocimientos sino las más altas dosis de sensibilidad social para salir airosos de tan difícil trance. Es por esto que, desde el Congreso de la República, armado con mis profundas convicciones de lograr que las leyes sean verdaderos instrumentos de justicia social, he venido impulsando, sin desfallecer, iniciativas que significan auténticas herramientas para llegar con recursos frescos y en condiciones dignas a los sectores del país más desprotegidos.
Desde el año pasado estoy liderando una batalla para conseguir que un porcentaje de los recursos manejados por las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) -que actualmente generan riqueza en el exterior-, sean invertidos en una adecuada proporción en Colombia y así contribuyan a alivianar la situación de miles de pequeños y medianos empresarios colombianos. Estos recursos podrían ayudarlos en la realización de emprendimientos o su crecimiento para así generar empleos y dinamizar la economía nacional. Esta iniciativa inyectaría recursos cercanos a los COP$ 9 billones en el tejido empresarial.
De igual manera, levantaré mi voz para defender con decisión a los pequeños y medianos productores de nuestro maltrecho campo colombiano. Quiero lograr que su prosperidad se vuelva una realidad y esto solo ocurrirá si logramos que los recursos que el Estado dispone para tal finalidad dejen de ser la caja menor de los más ricos y se conviertan en el salvavidas de los millones de náufragos que se ahogan abandonados en los campos colombianos.
Teniendo en cuenta lo anterior, en los próximos días radicaré un proyecto de ley donde propongo que como mínimo un 50% de los créditos sustitutivos del sector agropecuario sean dirigidos hacia pequeños o medianos productores del campo. O, en su defecto, que estos recursos sean invertidos en títulos de desarrollo agropecuario los cuales permitirían que Finagro realice operaciones de redescuento dirigidas hacia estos segmentos productivos. Esta propuesta inyectaría recursos cercanos a los COP$ 8 billones dirigidos a los pequeños y medianos productores sin ningún costo para el erario.
No es casualidad que Albert Einstein, con la brillantez que lo inmortalizó, haya manifestado: “En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento“. Será el desarrollo de esta imaginación, atada a la enorme crisis social que atraviesa Colombia, la que me conducirá a seguir trabajando por iniciativas que contribuyan a atenuar las enormes desigualdades sociales que día tras día se acrecientan. Hoy, más que nunca, tenemos que mirar hacia el futuro caminando juntos como una sola nación.
@ErasmoZB – Congresista del Partido de la U