Todo parece indicar que nos sigue faltando algo para lograr eso que nos empeñamos en llamar “paz”. Todos la queremos pero no la hacemos, no la entendemos, no nos preguntamos qué debemos hacer para que por fin podamos vivirla. La paz en Colombia se nos ha vuelto lo más cercano a querer despertar sin abrir los ojos. Y es que la respuesta a la pregunta de qué nos hizo falta es muy simple: hacemos falta nosotros, hace falta país para que haya paz, una sociedad puesta de acuerdo en lo más importante y benéfico para todos. Pero en el entramado de la paz política, de la paz que vende y que llama la atención de los medios, nos hizo falta esa figura influyente que pusiera su cara amable en la marca “Proceso de Paz”, que nos lo mostrara como algo a la medida de todos, sin distingo. Porque muchos estamos de acuerdo que el camino se empezó a torcer cuando se perdió el plebiscito del 2016.
En 1998, en Irlanda, unas semanas antes de votarse el referendo que aprobaba o rechazaba el acuerdo del Viernes Santo, la banda U2 hizo toda una serie de eventos de campaña a favor del Sí, hicieron ruedas de prensa en donde Bono les decía a los irlandeses que entendía a quienes tenían preocupaciones, legítimas preocupaciones, en torno al acuerdo, pero que aun así les pedía que votaran Sí, pues votar No era estar del lado de los extremistas y ellos ya habían sido derrotados. En estas ruedas de prensa la banda siempre apareció con los líderes de los dos bandos que firmaban el acuerdo, John Hume y David Trimble; Bono, sobre el escenario, en un concierto que dieron en Belfast, los invitó a tomarse de la mano, a mostrar que estaban todos juntos en eso. Esa imagen hizo el milagro: semanas después ganó el Sí en el referendo.
Hace pocas semanas, en Puerto Rico, vimos a miles de personas bailar, marchar y gritar en las calles de la isla para exigir la renuncia, pero sobre todo el respeto, del gobernador Ricardo Rosselló, de quien se filtró toda una serie de mensajes de un chat en donde usaba lenguaje ofensivo y denigrante hacia mujeres y homosexuales, en donde se burlaba de las víctimas del huracán María, entre otra cantidad de mensajes que lo expusieron como el patán, el bully, que es. La gente se tomó las calles, pero no salió sola, salió de la mano y liderada por las voces y las denuncias vehementes de varios artistas, René (de Calle 13), Bad Bunny y Ricky Martin encabezaron la lista, pero se podía decir que todo Puerto Rico y todos los grandes músicos y artistas de esa isla expresaron su rechazo al gobernador en una sola voz. Rosselló, por más que intentó restarle importancia a las denuncias y quiso seguir como si nada hubiese pasado, tuvo que dejar el cargo; el júbilo de toda la isla nos inspiró y motivó a muchos, porque es la viva muestra de que las causas comunes sí logran victorias cuando aparecen líderes que nos unen.
Esos son dos ejemplos de cómo personajes que son un referente público, que unifican y que ejercen una influencia indiscutible sobre muchísima gente —porque los admiran o admiran lo que hacen—, tomaron partido para que se lograra un bien común, para señalar algo que está mal y tomar acción para resolverlo. Quisiera pensar que algo de eso nos hizo falta hace casi tres años cuando íbamos a votar Sí o No en el plebiscito.
Cuando vi el entusiasmo que generó el cierre del pasado Festival Rock al Parque, en el que Juanes fue protagonista, pensé qué hubiera sido de un Juanes más comprometido con ese momento de nuestra historia, o cualquier otra figura que fuera un referente para los colombianos, cualquiera que hubiera tomado partido, que decidiera invitar a los promotores del No, al mismísimo Uribe, a dejar a un lado los reparos y darle una oportunidad a unos acuerdos que han demostrado estar llenos de cosas necesarias para los sectores más olvidados de nuestros país. Pienso que el país habría estado muy atento a una invitación de ese tipo, pienso que, de aceptarla, inmediatamente muchos habrían depuesto sus reparos y habrían confiado en que era (y sigue siendo) lo mejor para todo este país, no solo para un pequeño sector. Pienso que si alguien como Uribe hubiera rechazado esa invitación el que más perdía era él, ponerlo en esa encrucijada hubiera podido permitir mayores consensos antes de las votaciones; lo que me recuerda que hace falta es exponer más a Uribe y sus intenciones retrógradas, para sacarlo de ese nicho furibundo que lo apoya ciegamente. Pero, al mismo tiempo, pienso que el uribismo ha alcanzado unos niveles de testarudez y de cinismo tales que hubiera pasado con facilidad esta prueba menospreciando, juzgando, desacreditando y vetando a cualquier Juanes que se hubiera atrevido a invitarlos a deponer sus armas; de “enmermelado castrochavista” no lo hubieran rebajado. Pasó con U2, con el mismo Bono que levantó las manos de Hume y Trimble, cuando la banda se presentó en Bogotá en el 2017.
Uribe tiene el poder y los seguidores ciegos, lo suficientemente egoístas, para seguirle el juego a su líder y descalificar cualquier intento que se pudiera dar en la búsqueda de ese bien común que muchos anhelamos. La conclusión es triste, por no decir vergonzosa, en Colombia Uribe es el rock star.
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