Dicen que el límite entre el orden y el caos, en caso de catástrofe, son 48 horas. Nadie sabe qué habría pasado si el apagón de casi 24 horas que sufrió España hace una semana hubiera durado más. Yo sé que entre los de mi quinta, lejos de romantizar una situación así nos preocupamos por nuestros padres, muchos de ellos ya ancianos, que necesitaban cuidados médicos, por los que tenían intervenciones menores, por los que con EPOC les había pillado el desastre en la calle y tocaba subir a pie tres o cinco pisos de escalera hasta llegar de nuevo a casa…
Los de una generación más joven, tal vez con padres aún jóvenes o sin grandes problemas, sin hijos dependientes o enfermos, el tema del apagón lo celebraron bailando, de cañas, en las vías del tren montando coreografías para tik tok… Hay quien ya en paz por lo vivido se sienta a leer un libro de papel o prepara un bocata a la luz de las velas como cena. No seré yo la que ponga pegas al divertimento de los demás en momentos de drama, pero tampoco seré de las que aplauda lo infantil de algunas conductas, porque el apagón y la desconexión está a un click de la voluntad de cada uno.
Nota recomendada: Adolescencia
Lo ocurrido el lunes es más propio de un país en vías de desarrollo que de un país desarrollado, de un país que en lugar de invertir donde debe, tapa agujeros y favores y se encuentra con problemas que lejos de asumir y responsabilizarse, es decir tomar las riendas de la situación y poner las medidas para que no vuelva a ocurrir, busca culpables inmovilizándose ahí dentro, en la culpa.
Y esa, señores, es la dinámica que sigue y mueve al gobierno actual de España, ese mismo gobierno que tiene prisionero a su gente, pues sigue sin poder aprobar presupuestos y solucionar problemas, sin convocar elecciones, sin responsabilizarse en tanto “hecho histórico” de estos años 20 del siglo XXI. Y así, con este gobierno de culpables, que tienen en el bulo un escudo a su gestión siguen sin recibir ayudas los damnificados del volcán de la Palma, los enfermos de ELA, los valencianos a los que arrasó la DANA, y ahora también los que por quedarse a oscuras perdieron más que ganaban, y no me refiero sólo a los negocios.
Pero nada de eso parece importar a los que bailan y celebran, ni a nadie del gobierno progresista y trasparente de la historia – nótese la ironía- y tan solo les diré un dato; pronto querrán dejar de imprimir dinero de papel, se apuesta desde Estrasburgo por el euro digital…, las cuentas del banco son números con más o menos ceros, que pueden desaparecer en cualquier fallo informático o próximo apagón, sí nos falta una película para esta trama, y entonces, como dicen los conspiranoicos, nadie podrá pagar la caña en el bar y el trabajo que toque sea demostrar lo que uno tenía, porque aunque haya un registro al ciudadano siempre le toca demostrar su derecho frente al poderoso Estado y entonces no haga tanta gracia el drama como apagar la luz de dos naciones un día.


Almudena González Barreda
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