Es de ciegos desconocer que la mayor parte de las personas que han integrado las diferentes manifestaciones y protestas que a partir del 21 de noviembre se vienen presentando en las ciudades principales de Colombia, son ciudadanos del común que no pertenecen a partido alguno y no participan en las marchas atendiendo el llamado o convocatoria de los sindicatos.
Por supuesto que los sindicatos han hecho presencia, lo mismo que algunos partidos de oposición al Gobierno Nacional, pero estos son una minoría si se le compara con el número de ciudadanos que de manera espontánea han salido a las calles para demostrarle al primer mandatario su descontento con el desempleo, la mala atención en salud, falta de cupos escolares, escasas oportunidades de acceso a la educación superior, etc., temas que aunque no son exclusivos en esta presidencia, tampoco se le ha sabido atender y no son claras las soluciones.
Por lo anterior, resulta insólito ver como los presidentes de las centrales obreras, lo mismo que el senador Gustavo Petro, pretenden adueñarse de una manifestación masiva que dio pie al primer cacerolazo que se le da un presidente de la república en nuestro país.
Ese oportunismo político en Colombia es lo que no ha permitido que el ciudadano de a pie sea escuchado como debe ser, lo peor es que si el presidente de la república insiste en continuar con unas conversaciones entre sordos, será más difícil calmar el descontento que hay en la población.
Y será mucho más difícil si el Gobierno Nacional sostiene posiciones como la de no estar dispuesto a cambiar algunos enfoques y puntos en su manera de administrar la Nación, bajo el argumento de ser quien ganó en las urnas.
Es cierto que una mayoría eligió a Iván Duque como presidente de la República, pero no se lo puso en la Casa de Nariño para que ejerciera una dictadura durante los próximos cuatro años.
En una democracia seria, se escoge a quien gobernará por determinado tiempo. Las personas que votaron a su favor, como los que votaron en contra y los que votamos en blanco, nos corresponde ejercer una estricta veeduría a su gestión y es claro que, si esta no gusta, estamos en todo el derecho de exigir cambios. Aquí no se puede esperar que se integre un equipo de porras donde solo se le pueda gritar al primer mandatario “Duque, Duque, ra, ra, ra ra”.
No señor, si en verdad el primer mandatario tiene todo el interés para que Colombia supere la crisis política que se desató tras las manifestaciones del 21 de noviembre, donde se demostró que los ciudadanos no desean más la intermediación de sindicato o político alguno, sino de ejercer la tarea del diálogo directo con el Gobierno Nacional, debe crear escenarios de conversación en todo el territorio nacional de manera permanente, pero no para que Iván Duque vaya explique lo que está haciendo para luego tomar su helicóptero y devolverse a Bogotá. Es hablando con la gente, respondiendo sus preguntas y aclarando las dudas que estos tengan como se puede detener el descontento en la población.
Esta es una tarea en la que los medios de comunicación y el periodismo nacional también deben poner su granito de arena. De lo contrario, jamás saldremos de esta crisis, que indudablemente será aprovechada por alguno que otro político con el ánimo de pescar en rio revuelto.